Con tres decretos que permiten a los ciudadanos la tenencia y el porte de armas, Brasil se perfila, con más de 65.000 homicidios en 2017, como una de las naciones más plagadas de violencia y homicidios en sus metrópolis ya convulsas tras la llegada de Jair Bolsonaro a la Presidencia.
Un reporte presentado por el Forum Brasileño de Seguridad Pública, con base en datos oficiales, precisa que Brasil batió todos sus récords de violencia en 2017, cuando se produjeron 65.602 homicidios, “lo que equivale a una tasa de aproximadamente 31,6 muertes por cada 100.000 habitantes; se trata del mayor nivel histórico de letalidad violenta intencional en el país”.
Las cifras son más que alarmantes y exhiben al gigante amazónico como un país que tiene la muerte a la carta, algo que para la Organización Mundial de la Salud (OMS) es simplemente una «epidemia de violencia».
El organismo internacional establece como base para hablar de epidemia de violencia diez muertes por cada 100.000 habitantes, y en este punto el índice de Brasil supera a la mayoría de países latinoamericanos.
El promedio ha ido en ascenso, pues en 2016 Brasil había registrado 62.517 homicidios, lo que equivalía a 30,3 homicidios por cada 100.000 habitantes.
“Lo que está pasando en Brasil es algo que realmente está fuera de todos los patrones mundiales. Pocos países se acercan a Brasil en términos de tasa de homicidio», afirmó el investigador Daniel Cerqueira en la presentación del informe en Río de Janeiro.
Comando sangriento
Según los especialistas, las principales causas de estos registros de violencia en la nación carioca es “la guerra desatada entre las dos principales fracciones del narcotráfico, el Primer Comando de la Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV), que han desplazado su conflicto sobre todo a los estados del norte y noreste del país”.
Tomando en cuenta la afluencia turística que por décadas ha ostentado Brasil, Río de Janeiro aparece en la décima posición en el ranking de los 27 estados más seguros del país, mientras que São Paulo se ubica en el segundo puesto, después de Santa Catarina, en el sur.
Juventud perdida
Del total de muertes por la violencia, 35.783 en 2017 corresponden a jóvenes de entre 15 y 29 años de edad, algo que en opinión de quienes elaboraron el informe habla de una «juventud perdida» en Brasil.
Otro dato más deplorable es que siendo Brasil una nación que viene de abolir la esclavitud hace más de 200 años, los negros son el 75,5 por ciento de las víctimas.
La tasa de homicidios para este grupo de población es del 43,1 %, mientras que en el caso de blancos, indígenas o brasileños de origen asiático es de 16 %.
«No se puede negar que la letalidad violenta en Brasil está ligada sobre todo a una cuestión social, a grupos vulnerables socialmente que se concentran en determinados territorios (…) es como si los negros y los no negros viviesen en países completamente distintos», alertó Cerqueira.
Otros grupos de riesgo
La violencia en Brasil también tiene sus estadísticas sobre las mujeres y el colectivo LGTBI: La violencia contra la mujer aumentó un 30,7 % en una década y la tasa ya es de 4,7 asesinadas por cada 100.000 habitantes.
En el caso de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales, el informe apunta que en el último año aumentaron un 127 % las denuncias por homicidio.
Un país armado y menos seguro
Si bien la consigna de Bolsonaro es que al estar la ciudadanía armada Brasil se convierte en un país más seguro, los números lo contradicen.
El número de brasileños asesinados por armas de fuego creció un 6,8 % entre 2016 y 2017, segando 47.500 vidas (más del 70 % del total de homicidios).
Los especialistas aseguran que las cifras “podrían ser peores si no fuera porque en 2003 se aprobó el Estatuto del Desarme, una ley que puso numerosos obstáculos a la compra de armas y que es frecuentemente criticada por el presidente Jair Bolsonaro”, apunta El Mundo.
«Si el Estatuto del Desarme funcionó como un freno a los homicidios en Brasil, que llevó a algunos estados a poder reducir las muertes, hoy vemos que la situación está cambiando con una flexibilización total sobre el arma de fuego», criticó Cerqueira, que pide que el Tribunal Supremo frene los decretos de Bolsonaro en favor de las armas.