Los descendientes del legendario caudillo indígena Gerónimo anunciaron ayer, en el centenario de su muerte, una demanda legal contra el gobierno de Estados Unidos para liberar sus restos y sus pertenencias, que siguen en manos del ejército de Estados Unidos.
Encabezados por Harlyn Gerónimo, bisnieto del líder apache, 20 descendientes, junto con su abogado, Ramsey Clark, ex procurador general de justicia de Estados Unidos, anunciaron que presentarán una demanda contra el comandante en jefe (el presidente), el secretario de Defensa y el secretario del Ejército para liberar a Gerónimo, su espíritu, sus restos y objetos funerarios de un siglo de encarcelamiento injusto por el ejército de Estados Unidos en el fuerte Sill, Oklahoma.
Después de décadas de resistencia contra las olas de colonos blancos que invadieron tierras de los apaches, en 1886 Gerónimo aceptó un acuerdo con el general Miles, quien le informó que el presidente Grover Cleveland le ofrecía que, a cambio de rendirse, él y su pueblo serían protegidos, se les permitiría vivir en buenas tierras y reunidos con sus familias. Pero el presidente se retractó del acuerdo y ordenó su rendición incondicional, y Gerónimo y sus hombres fueron tomados como prisioneros de guerra, calidad en la cual permanecen hasta hoy.
La fase final de su resistencia fue feroz. Durante 18 meses más de 5 mil soldados estadunidenses y 500 auxiliares indígenas persiguieron a la banda de apaches conformada por 35 hombres, ocho jóvenes y 101 mujeres, que operaba en Estados Unidos y México. Al final, Gerónimo y 14 guerreros fueron encarcelados en el fuerte Sill, en Oklahoma.
En 1906 el presidente Theodore Roosevelt otorgó permiso a Gerónimo para contar su historia. En su libro, Esperanzas para el futuro, relató: Existe una gran pregunta entre los apaches y el gobierno. Durante 20 años hemos estado detenidos como prisioneros de guerra. No pedimos toda la tierra que el Todopoderoso nos dio pero nuestro pueblo decrece en número aquí y continuará así a menos que se le permita regresar a la madre tierra. Es mi tierra, mi hogar, la tierra de mi padre, a la cual ahora pido que se me permita regresar. Quiero pasar mis últimos días ahí, y ser enterrado entre esas montañas.
David Brooks
La Jornada, México