Un sorprendente descubrimiento han hecho los científicos que estudian los cráneos de incas que murieron hace cientos de años. Observando esos restos, vieron que en la antigua cultura del Perú, los médicos eran capaces de hacer cirugías de cráneo con el doble de supervivencia que los operados durante la guerra civil estadounidense, unos 400 años después.
Esta evidencia se opone a las nociones occidentales de superioridad técnica y contradice las suposiciones previas de que la tecnología y la capacitación de los médicos estadounidenses producirían un mejor resultado.
El procedimiento que estudiaron los arqueólogos fue la trepanación, la práctica de perforar un agujero en el cráneo. Se ha encontrado en cráneos de todo el mundo, que datan de milenios, y se cree que se ha empleado como tratamiento para varias dolencias: dolores de cabeza, quistes óseos, traumatismos (como fracturas), trastornos convulsivos (como la epilepsia) y quizás incluso en la intención de expulsar demonios.
Los incas fueron prolíficos trepanadores. Hay más de 800 calaveras recuperadas de cuevas de entierro y excavaciones arqueológicas en las zonas costeras y las tierras altas andinas de Perú, que se remontan a 400 aC. Todas ellas muestran signos de trepanación y superan la cantidad de cráneos con intervenciones similares, encontrados en el resto del mundo.
Estos restos muestran de manera fascinante cómo las técnicas de los cirujanos incas evolucionaron con el tiempo, lo que resultó en una increíble tasa de supervivencia de más del 80%.
«Todavía hay muchas incógnitas sobre el procedimiento y los individuos en los que se realizó la trepanación, pero los resultados durante la Guerra Civil fueron desalentadores en comparación con los tiempos incaicos», dijo el neurólogo David Kushner, de la Escuela de Medicina Miller de la Universidad de Miami, EEUU.
«En la época inca, la tasa de mortalidad era de entre el 17 y el 25 por ciento y durante la Guerra Civil, entre el 46 y el 56 por ciento. Esa es una gran diferencia. La pregunta es cómo lo lograron los antiguos cirujanos peruanos».
Aunque las técnicas utilizadas por los incas son desconocidas, una respuesta puede ser la higiene. Los médicos de la Guerra Civil a menudo usaban herramientas antihigiénicas, sin esterilizar, e incluso con sus dedos directamente en las heridas para ayudarles a sondear y abrir los coágulos de sangre. Además, la escasez obligó a usar vendajes contaminados una y otra vez. En ese momento, casi el 100 por ciento de los sobrevivientes de heridas de bala craneales terminaron con una infección.
Pero la otra respuesta obvia parece ser que los incas simplemente tuvieron siglos de práctica para perfeccionar su técnica.
El equipo de Kushner estudió 59 cráneos que datan de 400 a 200 aC de Paracas y la costa sur; 421 desde 1000 dC hasta 1400 dC de las tierras altas centrales y 160 desde principios del siglo XV hasta mediados del siglo XVI, de las tierras altas del sur.
Es relativamente fácil determinar si la trepanación fue exitosa. Si el hueso alrededor del sitio de la herida muestra signos de curación avanzada, eso significa que el paciente sobrevivió. De esta manera, el equipo pudo realizar un seguimiento de una mejora muy notable a lo largo del tiempo.
Del primer grupo de cráneos estudiados, solo el 40 por ciento de los pacientes sobrevivió. En el segundo grupo, la tasa de supervivencia había aumentado a 53 por ciento y en el grupo final, la tasa de supervivencia había aumentado a 75-83 por ciento. Además, un pequeño grupo de 9 calaveras de las tierras altas del norte, también del período medio, mostró una asombrosa tasa de supervivencia del 91 por ciento.
A través del tiempo, las marcas en los cráneos muestran refinamientos técnicos que evidencian un desarrollo de la excelencia. Los agujeros se hacen más pequeños y limpios y las técnicas se vuelven más cuidadosas y precisas.
Los cirujanos incas parecían utilizar casi exclusivamente una técnica de ranurado circular, que habría dado como resultado una penetración mucho menor de la duramadre, la membrana protectora que recubre el cerebro.
«Con el tiempo, desde el más antiguo hasta el más reciente, aprendieron cuáles técnicas eran las mejores y menos propensas a perforar la duramadre», dijo Kushner. «La evidencia física definitivamente muestra que estos antiguos cirujanos refinaron el procedimiento con el tiempo. Su éxito es realmente notable», remarca el investigador, quien publicó sus hallazgos en la revista World Neurosurgery.