Palestina: Estado observador no miembro de la ONU
El autor traza una comparación histórica entre las dos votaciones que promovieron desde la ONU propuestas tendientes a resolver el conflicto israelo-palestino, la promulgada en 1947 y la de este año; con un análisis que detalla pormenores de la fallida estrategia diplomática israelí, al tiempo que resalta la figura de David Ben Gurión, en cuanto a la necesidad de contar con un estratega que esté a la altura de las circunstancias, en lugar de la crispada respuesta del actual gobierno israelí, que no hace más que recordar el fatal rechazo árabe a la partición propuesta 65 años atrás.
El 29 de noviembre guarda, en Israel, un fuerte contenido simbólico: un 29 de noviembre de 1947 las Naciones Unidas resolvieron la partición de Palestina –en aquel momento gobernada por Gran Bretaña– en dos futuros estados independientes: uno árabe y el otro judío. Los árabes rechazaron la propuesta. La población judía celebró el acontecimiento en las calles de Tel Aviv. Cuando la radio anunció la aprobación de la Resolución 181, millares de personas inundaron las calles, desde Geulah hasta la costa; muchos de los que aquella noche festejaron con danzas y cantos frente al Cine Mugrabi, en la esquina de las avenidas Ben Yehuda y Allenby, serían movilizados a las pocas horas, cuando el rechazo árabe-palestino se tradujo en una escalada de terror.
Aquel 29 de noviembre selló la memoria colectiva de la comunidad judía de Palestina como el comienzo de una doble batalla, por la independencia del colonialismo británico y por la supervivencia ante la agresión del sector palestino y del conjunto de países árabes. La Guerra de Liberación culminaría recién el 20 de julio de 1949.
Al cabo de 65 años, los palestinos –el sector transjordano- revivieron y revirtieron las escenas de 1947: el jueves 29 de noviembre de 2012, 138 países votaron a favor del reconocimiento, por parte de la ONU, de un Estado árabe palestino, 41 se abstuvieron y únicamente nueve –incluyendo a Israel- se opusieron.
Israel sostuvo que el reclamo palestino contradice los acuerdos de Oslo y obligará a Jerusalén a resoluciones también unilaterales. El argumento israelí es básicamente cierto, pero se desentiende de los factores que condujeron a esta situación. Parte de estos factores residen en la insistente negación del canciller Liberman, en lo que se refiere al Presidente de la Autoridad Nacional Palestina de Mahmud Abbas (Abu Mazen) como legítimo interlocutor.
Otro factor es la persistente política de colonización en los territorios ocupados en 1967, que dificultan –o imposibilitan- una eventual soberanía palestina, a pesar de la declaración del Primer Ministro Netanyahu en Bar-Ilán –en agosto del 2009- reconociendo el derecho palestino a un Estado propio.
Israel, como se sabe, es un incesante productor de noticias, hasta punto tal que los titulares de la semana pasada, referidos a la guerra contra la Yihad Islámica y Hamás en Gaza, fueron sepultados por un nuevo alud de sucesos: la dimisión del ministro de Defensa, Ehud Barak; el regreso de Tzipi Livni como candidata opositora a Netanyahu; las elecciones internas en el partido gobernante Likud, que dieron como resultado un «seleccionado» de neto corte derechista (Begin Jr. y Meridor fueron desplazados por figuras ultranacionalistas); etc.
Tal vez por esta montaña de constantes episodios, no se haya tomado suficiente registro de las declaraciones del ex-premier Ehud Olmert, apoyando la solicitud palestina, horas antes de su aprobación en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
El malestar expresado por Olmert es compartido por gran parte de la oposición parlamentaria y extra-parlamentaria: el amplio frente de apoyo civil al operativo militar desplegado hace menos de un mes contra el terror en Gaza, se ha visto seriamente fragmentado por la opaca actitud diplomática del 29.
Para colmo, Lieberman y Netanyahu han perdido la poca simpatía –europea y norteamericana- que equilibraba el aislamiento de Israel promovido desde la órbita árabe en los foros internacionales. La merma en el apoyo occidental es resultado de la expansión edilicia ordenada por el gobierno en territorios ocupados como represalia a la iniciativa palestina en la ONU.
El 3 de diciembre, la policía israelí arrestó a varios colonos de la zona de Hebrón. Fueron apresados «con las manos en la masa» cuando ejecutaban actos de violencia y sabotajes contra pobladores palestinos. Las autoridades israelíes se oponen al terror de la ultraderecha nacionalista, pero los actos de venganza y provocación se inspiran en la agresiva retórica de los gobernantes y en el incremento de la estrategia anexionista.
Si los dirigentes palestinos colocaron el 29 de noviembre de 2012 un espejo simbólico al 29 de noviembre de 1947, la crispada respuesta del gobierno israelí recuerda el fatal rechazo árabe a la partición propuesta 65 años atrás.
Recuperar el sentido emancipador del 29 de noviembre de 1947 requiere un liderazgo valiente y visionario como el encarnado por David Ben Gurión: el fundador del Estado de Israel apoyó la partición, estuvo dispuesto a arriesgadas renuncias territoriales, señalando con precisión que la meta definitiva es la concreción del anhelo del pueblo judío a su soberanía. Las herramientas –las tierras en la que se siembra y construye, las tierras por las que se lucha- deben servir, sostenía Ben Gurión, a la idea de liberación –reunificación de una nación dispersa entre otras naciones-, ser herramientas al servicio de un ideal y no al revés.
Por Moshé Rozén
Publicado en www.nuevasion.com.ar
4/12/2012
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