El pueblo tomó su nombre del árbol Macondo, perteneciente a la familia de las bombáceas, parecido a la ceiba, que puede crecer más de 20 metros de altura y se distingue por su largo tronco sin ramas, que pierde las hojas en la época seca (entre noviembre y mayo)
En su obra Cien Años de Soledad (1967) el escritor colombiano Gabriel García Márquez describe a Macondo como “una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos…”.
Sabemos que ese pueblo de ficción literaria existe y lo conforman una vereda de dos calles y 53 casas, que pertenecen al corregimiento de Guacamayal, en la Zona Bananera del Magdalena, en la república de Colombia, reseña una nota publicada por el diario El Heraldo.
Macondo fue fundado en 1982. Entre matas de guineo al margen izquierdo del río Sevilla, un letrero da la bienvenida a quienes visitan al que con orgullo sus habitantes llaman “el verdadero Macondo”.
“Tierra de inspiración que dio origen al mágico mundo macondiano. Tierra fértil, próspera y bendecida por Dios”, se lee en el aviso.
El pueblo tomó su nombre del árbol Macondo, perteneciente a la familia de las bombáceas, parecido a la ceiba, que puede crecer más de 20 metros de altura y se distingue por su largo tronco sin ramas, que pierde las hojas en la época seca (entre noviembre y mayo).
Fabián Sierra, un agricultor que habita en el caserío, comentó que hoy no hay un solo árbol de esta especie en la vereda, ni en los contornos y cuenta que el último que quedaba y que estaba en una de las calles del pueblo, fue derribado por la dueña de una casa debido a que le imposibilitaba el levantamiento de una pared.
Además, por el gran tamaño de los árboles, la mayoría tuvieron que ser talados porque afectaba el proceso de fumigación aérea de las plantaciones de banano en la región.
De lo que no hay duda es que Macondo se convirtió en una palabra conocida en el mundo cuando García Márquez llamó así al pueblo imaginario en el que transcurren varias de sus obras, como “La Hojarasca”, “Cien años de Soledad”, “Los funerales de la mamá grande”, “La mala hora” y “El coronel no tiene quien le escriba”.
Atraídos por la referencia del autor en sus libros, son muchos los extranjeros que llegan a la vereda, llevados por guías turísticos o por personas particulares que les señalan el camino cuando piden conocer el pueblo de Macondo.
“Casi todos llegan a Aracataca, convencidos que ese es el Macondo que menciona Gabo, pero luego los llevan hacia nuestra vereda”, comentó el dirigente comunal Manuel Rúa.
Por eso los habitantes piden que se consolide un proyecto cultural y turístico que identifique a esta población como destino.
En el año 2005, por iniciativa de la alcaldía, se propuso que Aracataca, donde nació el nobel de la literatura Gabriel García Márquez, se denominara “Aracataca Macondo”, con el fin de reactivar la economía a través del turismo internacional. Para tal efecto se hizo un referéndum en el que la respuesta “No”, fue la que obtuvo más votos, entonces, el intento fue fallido.
“Los maconderos necesitamos un poquito más de atención de nuestros políticos para que seamos un sitio turístico, ya que paradójicamente no somos reconocidos por los nuestros, pero sí por los extranjeros que son los que nos dan importancia”, comentó Vilma Arenilla.
Aquí, en donde las horas pasan pidiéndole permiso a la pobreza, sus habitantes reclaman con coraje que el Estado los atienda y que en honor a que el caserío lleva el nombre que por su sonoridad inspiró a “Gabo” a crear el realismo mágico, inviertan en salud, educación, vías y en todo lo que conlleve a desarrollo y calidad de vida.
“No hay ayuda de nada; los políticos vienen, prometen y nunca cumplen”, dijo Miguel Torres, un sexagenario que llegó a esta región luego de que la guerrilla le diera 12 horas para que abandonara la “tierrita” que tenía en los Montes de María.
Gabriel García Márquez reveló muchos años después de donde surgió el nombre de Macondo. En su obra “Vivir para contarla” (2002) –de corte autobiográfico– señala que era el nombre de una finca bananera cercana a Aracataca y que, sin tener certeza de su origen, le llamó la atención desde niño, pero solo de adulto descubrió que era por su sonoridad poética.
El escritor Jorge Elías Caro sostiene que “Macondo es un estado de ánimo, es una identidad que nos expresa distintas mentalidades e imaginarios colectivos, que no solo identifican a un autor, sino a todo un pueblo y a toda una sociedad con sus distintas expresiones culturales”.
Agregó que “Todos somos Macondo porque tenemos ese mundo imaginario. Es un “sentipensar” y un imaginario colectivo que representa un espacio”.