Los comensales tienen acceso, además, a duchas, peluquería, terapia y diversos cursillos
Ya se ha ganado el nombre de «El Ritz» de los indigentes. Se trata del innovador proyecto comunitario denominado “Food for Soul”, liderado por el galardonado chef italiano Massimo Bottura, que acoge a diario a habitantes de la calle y personas sin recursos en Londres y les ofrece platillos “de lujo” sin ningún costo.
El programa va dirigido especialmente a las personas sin techo o que están solas y sin recursos en Londres. Ellas pueden disfrutar de un menú de alta cocina, a menudo servido por chefs con estrellas Michelin, informó un reportaje de la agencia EFE publicado por el diario El Espectador.
El nombre oficial del espacio es Refettorio Félix en el que se acoge a diario a unas setenta almas necesitadas de calor y compañía, lugar que ofrece además duchas, peluquería, terapia y cursillos varios para prosperar en la vida. “Este tipo de proyectos son actualmente muy necesarios, ya que cada vez son más las personas sin hogar en Inglaterra”, resaltó Bottura.
Michel Roux, de Le Gravroche; Brett Graham, en The Ledbury; Angela Harnett, de Murano, o Clare Smyth, de Core son algunos de los grandes cocineros que ofrecen voluntariamente sus servicios en este local del oeste de la ciudad, donde la carta se diseña cada mañana en base a los productos que donan los supermercados y otros proveedores.
Situado en Earl’s Court, el Refettorio está gestionado por el Centro de St. Cuthbert, una organización benéfica que existe desde hace 30 años, pero que hace dos se reformó para acomodar la visión de Bottura.
«Siempre hemos tenido banco de comida, pero desde que ofrecemos estos menús de categoría no damos abasto, muchas más personas vienen a comer y tenemos lista de espera tanto de chefs como de voluntarios para servir las mesas», explicó el director del local, Alistair Kingsley.
«Cualquier persona necesitada puede venir aquí y se le trata con respeto y le presentamos tres platos y café como si estuviera en un restaurante de lujo. Se nos conoce como el Ritz de los centros de día», afirmó sonriente.
Uno de los voluntarios, el chef argentino en ascenso Martín Milesi, improvisó un delicioso menú aprovechando los kilos de manzanas, tomates, aguacate, pollo y arroz donados por empresas aliadas.
A mediodía, empiezan a llegar los comensales, recibidos personalmente en la puerta para comprobar que no han consumido ni drogas ni alcohol, lo que se prohíbe para garantizar la paz en el centro.
Algunos ancianos solitarios y muchas personas sin hogar de Europa del Este -que no encontraron empleo al llegar y carecen de subsidios sociales- se sientan en mesas largas, donde un grupo de jóvenes voluntarios les sirven el menú con acento latinoamericano.
Todos han podido asearse y, aunque primero se muestran taciturnos, a medida que llenan el estómago van levantando la mirada, se relajan e inician conversaciones. Para el café, algunos hasta sonríen.
Entre las personas que acuden «en busca de compañía» está la británica Jean Usher, ex -secretaria de 80 años, que viene casi cada día para encontrarse con su amiga Fidela Ortega, de origen filipino y de 70 años, que no tiene familia en Londres tras dejar hace años a su marido por violencia doméstica.
«Aquí hacemos muchas actividades, como costura, arte y club de lectura, y desde hace un tiempo también disfrutamos de estas comidas especiales», dijo Ortega, que trata de explicar a su compañera que, a diferencia de una sopa a la inglesa, «es normal que el gazpacho esté frío».
Andrew Ank, un ex-adicto de 61 años que vende en mercadillos, viene al centro para «refugiarse» del ajetreo urbano y colecciona en su móvil fotos de todos los chefs que por ahí pasan, así como de sus platos.
John Swaby, de 40 años y casi dos metros de altura, es reacio a hablar de su historia, pero confiesa que su pareja le echó de casa y, sin dinero ni empleo, acabó en la calle: «poder comer aquí es genial», declaró.
Tras el ágape, que culmina con una ronda de aplausos para la cocina, varios sin techos, entre ellos el universitario rumano Marcu Petrescu, echan una cabezadita en un rincón de la sala, antes de aventurarse de nuevo a las calles londinenses.
Además de ayudar a los desfavorecidos, el Refettorio, que tiene centros hermanos en otras partes del mundo, sirve de plataforma para emprendedores como Milesi, que planea abrir su propio restaurante en Londres.