América Latina y la tercera ola emancipadora, escrito por el intelectual boliviano Hugo Moldiz, nos invita a pensar la historia de este continente de manera distinta, a recuperar el aporte de los pueblos indígenas en la lucha contra el orden del capital y a redefinir el concepto de emancipación en las condiciones del siglo XXI, en medio de una contraofensiva imperial.
Recién publicado por la editorial latinoamericana Ocean Sur, este libro sale a la luz en un período político en que América Latina se convierte —como dice el autor— en un espacio de disputa entre la dominación imperial y la emancipación nuestroamericana.
¿Cuál es el propósito de este libro?
Visibilizar lo que la historiografía oficial ha ocultado: las grandes rebeliones indígenas contra la presencia del invasor español, que deben ser explicadas a partir del proyecto político emancipador de las diversas formas de control del trabajo, impuestas por el capital en el desarrollo del carácter universal que adquirió la formación económico social capitalista con la «ocupación» del Abya Yala (nombre originario de América Latina); y la aspiración subjetiva de emancipar a la naturaleza, cuyo saqueo de sus recursos naturales en esta parte del mundo también llegó a formar parte de la acumulación originaria.
Es decir, la lucha por la emancipación en América Latina hay que encontrarla en tres grandes oleadas revolucionarias que, como muestra la historia, se han producido bastante espaciadas en el tiempo: la primera se registró entre finales del siglo XV hasta la segunda parte del siglo XVIII; la segunda, a inicios del siglo XIX con la revolución haitiana y el proyecto de Bolívar de construir la gran unidad latinoamericana; y la tercera tiene su punto de partida en el triunfo de la Revolución Cubana, y nos encuentra ahora en un momento extraordinario, pero al mismo tiempo en medio de los más grandes peligros.
Un conocimiento de nuestra historia nos permite encontrar en la actualidad algunas claves en la manera de pensar-sentir-actuar de los pueblos indígenas antes, durante y después de la fundación de las repúblicas que alimentan nuestra lucha contra la dictadura del capital.
¿Y por qué el concepto de emancipación?
Es un concepto más amplio al concepto de independencia. El objetivo de la lucha contra el capital no solo es conquistar la soberanía política y la independencia económica de nuestros pueblos, sino emancipar a plenitud al ser humano y al planeta de todas las formas de enajenación. De ahí que es importante resignificar al concepto de emancipación de naturaleza humanista y ampliarlo hacia un carácter más global y totalizante. El orden del capital hoy amenaza la vida de sus dos fuentes de acumulación de riqueza: al ser humano y a la naturaleza.
Entonces, la conquista de la emancipación será el resultado de un proceso bastante largo, en el que algunas veces se producen emancipaciones restringidas (revoluciones políticas, por ejemplo) y otras emancipaciones amplias (la configuración de una espacialidad distinta a la camisa de fuerza instalada por los estados-nación. La emancipación será plena cuando hayamos superado todas las formas de enajenación y en esa lucha se avanza, se retrocede, se camina a distintos ritmos.
Considerando la necesidad de ver al territorio como un espacio de disputa, una de las expresiones más altas de la emancipación amplia será la construcción de un Estado Plurinacional Nuestroamericano.
¿Y qué otro rasgo de esta nueva oleada podría destacar?
La convergencia de proyectos emancipadores, tanto a nivel de las configuraciones estatales en su sentido restringido (estados-nación) y de la potencial configuración estatal en sentido amplio (estado continental plurinacional). Estamos hablando del socialismo como quiera que se llame (del siglo XXI, comunitario o a secas) y del Vivir Bien o Buen Vivir. Es la articulación de maneras no absolutas de concebir la emancipación.
Una lectura y práctica unilaterales en el pasado —ya sea de inclinación obrerista y otra indianista— ha sido funcional a la estrategia de dominación del imperialismo y el capitalismo. De lo que se trata es de articular los proyectos emancipadores de los pueblos y de abandonar la idea de un solo sujeto revolucionario ya sea étnico o clasista. El sujeto se construye en la lucha y contra algo; en la época actual, contra las relaciones de poder capitalista y contra el imperialismo.
América Latina es un espacio de disputa entre dominación y emancipación. Después de casi dos siglos nos encontramos en un momento histórico extraordinario. A pesar de la caída del socialismo en Europa del Este y de un mundo unipolar regido por el imperialismo más grande y poderoso que ha conocido la humanidad jamás, hay una ola de rebeldía en los pueblos de América Latina que, sin embargo, tiene distintos niveles y densidades. Hay países en los que la insurgencia de los pueblos ha constituido gobiernos revolucionarios, y hay otros en los que todavía se lucha desde el llano. Tampoco es un dato menor la existencia de gobiernos progresistas.
Sin embargo, nada está asegurado. Tenemos la condición de posibilidad de avanzar por el duro camino de la emancipación, pero todos los días el imperialismo amenaza nuestras conquistas.
También se están intentando otras formas de integración…
Así es. Pienso que en América Latina hay un intento de construir nuevas instituciones que superen o disminuyan el carácter imperial de otras, como es el caso de la OEA que, como fuera denunciado por Raúl Roa García, considerado el Canciller de la Dignidad de la Cuba socialista, es el Ministerio de Colonias de los Estados Unidos. Es evidente que el ALBA ha jugado un papel de gran peso en esa tarea. Sin ese motor —que es más importante por sus efectos en la política internacional que por sus dinámica económico-comercial—, no habría sido posible la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Pero esa tarea en paralelo, de desmontar los viejo y construir lo nuevo, se da en medio de grandes contradicciones, de presiones temporales y enormes peligros. Las condiciones de posibilidad de alcanzar nuestra emancipación se están dando no solo desde las entrañas del capitalismo, sino de manera paralela a su apuesta por resolver una de sus crisis más profundas. Estados Unidos nunca desaprovechará la oportunidad para destruir iniciativas como la CELAC o al menos de ponerla a su disposición.
¿Pero la crisis capitalista no juega a favor de los pueblos?
De todas las crisis, esta es la más profunda. Por un lado, debido a su carácter multidimensional (económica, alimentaria, energética, climática y moral) y, por otro, debido a su imposibilidad de encontrar hasta ahora un camino de valorización del capital.
Ahora bien, nada está asegurado. Enfrentamos a un imperialismo poderoso y a un sistema de organización capitalista de la vida social que tiene más de cinco siglos de experiencia en el sometimiento de los pueblos, en el saqueo de los recursos naturales y en su instalación en el imaginario social colectivo de una forma tal que encubre su verdadero rostro y alimenta ilusiones en la cotidianidad.