El conflicto no sería solamente por petróleo, sino también por la lucha de un modelo político sobre otro, en el que se incluye el reino de Arabia Saudí. Las armas se tomarían para satisfacer las ansias que desde hace cuatro décadas mantiene Washington contra la República Islámica: «cambiar el régimen»
Estados Unidos -cada vez más- encuentra o se inventa nuevas formas para amedrentar a Irán. A cada rato el Gobierno de Donald Trump impone a los iraníes medidas coercitivas y económicas que afectan cada vez más a la población y su desarrollo. Incluso, los califica de terroristas, salvajes y otra sarta de insultos.
Por su parte, Irán responde, denuncia las arbitrariedades de Washington y rechaza la imposición de medidas unilaterales que afectan su estabilidad económica, su libre autodeterminación y su soberanía, para mostrar al mundo que su posición frente a los continuados ataques es digna.
En medio de esta guerra diplomática y económica, el mundo observa expectante todos los efectos colaterales que pudiera traer un escenario bélico entre Estados Unidos e Irán.
Una guerra frontal entre ambas naciones desataría un preocupante escenario, sobre todo por tratarse de dos poderosas potencias nucleares: una la de mayor poder armamentista y la otra ubicada geopolíticamente en una región que permite el paso de al menos un tercio del petróleo que se distribuye en el mundo.
En ese contexto se mueve el conflicto actual entre Irán y Estados Unidos, una situación que también incluye a otras naciones con sus intereses económicos y geopolíticos, y que pareciera estar al borde de un escenario de guerra, pero que por el momento es sólo parte de un proceso de pugnas que busca dejar claro dónde está cada uno, qué están dispuestos a hacer y hasta dónde son capaces de llegar.
¿Van por otra guerra en el Golfo Pérsico?
La actual crisis que afecta a Oriente Medio viene de una decisión arbitraria tomada por Trump. En 2018, el jefe de la Casa Blanca decidió retirar de forma autoritaria a EE. UU. del acuerdo nuclear suscrito con Irán en 2015 y, además, impuso una serie de medidas coercitivas unilaterales severas contra Teherán.
Todo esto tiene una razón de ser y es que desde que se firmó el tratado -durante el gobierno de Barack Obama- Irán había logrado repuntar en varios puntos clave de su economía y mostrado cifras de crecimiento en áreas fundamentales como el comercio, el turismo y la energía, entre otros sectores prioritarios para sus finanzas.
Pero esa situación ampliamente positiva para Teherán no es del interés de Washington, sobre todo en sus planes de sostenimiento de su hegemonía global, siendo Oriente Medio un enclave que no está dispuesto a dejar que un histórico enemigo como Irán le arrebate de su poder.
Entonces, Trump decide atacar, debilitar su economía y colocar a la nación islámica como una amenaza prioritaria contra la seguridad estadounidense, una “razón” que le permite a Washington ejecutar e imponer medidas contra cualquier país del mundo, como el caso de Venezuela, para deteriorarlo y obligarlo a que acaten sus órdenes.
Sin embargo, ni Venezuela en el caso de América, ni la República Islámica de Irán están dispuestas a ceder ante las pretensiones de Washington, a pesar de que sus economías han sido severamente afectadas por las imposiciones de la Casa Blanca y la guerra económica que se ejecuta en perjuicio de sus ciudadanos.
En medio de estas imposiciones han surgido varios enfrentamientos en lo económico, diplomático, energético, militar y político. El más reciente tiene como protagonistas a los mandatarios de ambas naciones: el presidente iraní, Hassan Rohani; y el norteamericano, Donald Trump.
Luego de que Washington impusiera a Teherán una serie de medidas que han logrado sabotear la economía iraní, el país islámico decidió aumentar su producción de uranio “poco enriquecido” y ha amenazado con producir uranio para armas nucleares si EE. UU. y Europa no entran a dialogar para reestablecer el acuerdo violado por Trump o, en su defecto, no deciden armar un nuevo acuerdo que respete las exigencias de Irán.
En medio del conflicto, EE. UU. y Trump han estado abiertamente amedrentando a Irán con atacarlos militarmente y con base en supuestas “amenazas”, Washington envió un portaaviones al Medio Oriente para activar “tropas adicionales” que se unan a las decenas de miles que ya están en la región.
El pasado lunes, Trump firmó nuevas medidas contra Irán, esto luego que Teherán derribara un dron estadounidense que se dedicaba a labores de “vigilancia” que tenían un valor aproximado de 100 millones de dólares y que invadió el territorio de la nación islámica sobre el Estrecho de Ormuz.
La acción elevó las tensiones sobre una posible guerra abierta entre Estados Unidos e Irán, tras cuatro décadas de la Revolución Islámica, pues la crisis generada en torno al Golfo Pérsico, además de incluir una lucha ideológica, involucra una batalla energética y geopolítica por el control de la región.
En esa batalla económica, geográfica, energética y política, los involucrados no sólo esas dos naciones, ya que aparecen otros actores fundamentales que de acuerdo a sus intereses luchan por dominar la región a través de sus modelos y regímenes de poder.
Arabia Saudita, Israel, Jordania, Estados Unidos, Inglaterra, Francia (la Europa pro Washington) están de un lado del bando; mientras que Irán, Omán, Turquía, Siria, Irak, Yemen, Palestina, Rusia, China, están del otro.
La diferencia entre unos y otros, es que los primeros aspiran mantener el conservadurismo y la hegemonía que históricamente se ha impuesto en la región con gran peso en Arabia Saudita e Israel, que cuentan con el espaldarazo de Estados Unidos. Los segundos buscan generar un nuevo orden mundial, donde la soberanía y autodeterminación sea respetada, al igual que la diplomacia de paz con China, Rusia, Turquía, Irán e India, estableciendo un escenario global más equilibrado y justo.
Del “retraso mental” en la Casa Blanca a la “aniquilación total” de Irán
En medio de todo esto y tras la persecución estadounidense, el presidente Rohani fustigó las imposiciones de Trump, la más reciente dirigida contra el líder supremo de la República Islámica, el ayatolá Ali Khamenei, entre otros funcionarios con altos cargos como el canciller Mohammed Yavad Zarif, y las calificó de “indignantes e idiotas”, mientras acotó que la Casa Blanca está “afectada por un retraso mental”.
Para Rohani, además, estas medidas impositivas de Trump significan el “cierre permanente” de la diplomacia entre las dos naciones, y agregó que en el caso de la sanción contra Khamenei es una medida inútil, pues el clérigo chií de 80 años no tiene planes de viajar a Estados Unidos.
”Las infructuosas sanciones contra el liderazgo de Irán y el jefe de la diplomacia iraní significan el cierre permanente del camino de la diplomacia con la administración frustrada de Estados Unidos”, dijo por su parte Abbas Mousavi, un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores citado por la agencia de noticias iraní IRNA.
La respuesta de Trump no se hizo esperar. El empresario y magnate estadounidense volvió a amenazar a Teherán y aseguró que “cualquier ataque por parte de Irán será respondido con una fuerza grande y abrumadora. En algunas áreas, abrumadora significará la aniquilación”.
Trump agregó que “las declaraciones ignorantes e insultantes de Irán sólo demuestran que no comprenden la realidad”. Pero, al mismo tiempo que amenaza con “la aniquilación total”, el jefe de la Casa Blanca asegura que él está con el pueblo irání que, según él, “está sufriendo”.
“El liderazgo de Irán no entiende las palabras ‘agradable’ o ‘compasión’, nunca lo han hecho. Lamentablemente, lo que sí entienden es la Fuerza y el Poder, y Estados Unidos es, por mucho, la Fuerza Militar más poderosa del mundo, con 1,5 billones de dólares invertidos en los últimos dos años”, escribió Trump en Twitter.
Este duelo de discursos y tuits ha puesto en alerta a Alemania, país que quiere que el pacto del desarme nuclear siga en pie y por eso llama a una paz que parece estar cada vez más lejos.
La tensión entre ambos países se ha incrementado desde que en mayo de 2019, Trump rompiese definitivamente el pacto nuclear y comenzara a reimponer sanciones económicas contra Irán.
Lobby proisraelí, Arabia Saudí y la candidatura de Trump: ¿Cómo influyen?
Varios analistas coinciden en que la actual crisis en torno a Irán obedece a las presiones que impulsan el lobby proisraelí en Estados Unidos, el gobierno de Israel, Arabia Saudí y el propio Trump, en medio de una coyuntura preelectoral que busca avivar las bases fuertes del actual mandatario para su reelección en 2020.
A las bases evangélico-fundamentalistas que vienen siendo el sionismo cristiano estadounidense, se suma al lobby proisraelí para defender la postura de Trump en la decisión de romper el acuerdo nuclear con Irán firmado en 2015; así lo explica Rafat Ghotme, doctor en historia y analista internacional, entrevistado en el programa El Debate de France 24.
Al respecto, indica que la razón fundamental de Washington para sostener este nuevo ataque frontal tiene como objetivo deshacer la recuperación económica, comercial, turística, energética y militar que tiene Irán desde la firma del acuerdo, que convierten a la nación islámica en una gran potencia regional que ya impacta contra la hegemonía estadounidense en Medio Oriente.
Otro interés, resalta Ghotme, es de índole doméstico y con “razón histórica” para Estados Unidos. Ahí prevalece el anhelo de Washington en lograr un cambio de régimen en Irán, algo que no han podido concretar durante al menos cuatro décadas.
Sin embargo, subraya que la continua injerencia estadounidense contra Irán en vez de debilitar las bases del islamismo iraní lo que ha hecho es reactivar la Revolución Islámica y unir a las fuerzas de esa región en defensa de Irán y en contra del imperialismo norteamericano.
“Estados Unidos ha reactivado la Revolución Islámica, está teniendo el efecto contrario al que esperaba”, comenta Ghotme, quien resalta que además la retórica del Gobierno de Trump se fundamenta básicamente en mentiras, supuestos y rumores manipulados, para crear argumentos que justifiquen a EE. UU. la “lucha” contra el “malvado” Gobierno iraní.
“La historia de Estados Unidos en Oriente Medio es el mismo tipo de historia de provocaciones agresiones, mentiras y falsedades para concretar sus objetivos. Por ejemplo, en este momento no hay pruebas fiables que Irán atacó a los buques petroleros, ninguna, pero ellos insisten en que fueron los iraníes”.
Por otra parte está Arabia Saudí, actualmente aliada de Washington, país que a toda costa busca mantener su hegemonía regional como líder del islam sunita, como principal productor petrolero y como principal cooperador de Israel en la región.
Todo eso se refleja, explica Ghotme, en la disputa histórica entre Arabia Saudí e Irán tras el inicio de la Revolución Islámica, que propuso un nuevo modelo político de gobierno fundamentado en la justicia social y la dignidad humana, algo que para los saudíes representa una amenaza a su modelo ultraconservador de monarquía autoritaria y represora.
Arabia ve a Irán como “una amenaza existencial a la supervivencia del régimen mismo” desde 1979, cuando nace la Revolución Islámica y los saudíes comenzaron a ver el modelo iraní como una amenaza a su modelo, pues la expansión de la visión islámica en la región y su tipo de gobierno representa en sí mismo el fin de la monarquía en Arabia, agrega Ghotme.
En ese plan de detener la influencia iraní en la región, el accionar de Arabia Saudí, se evidencia, por ejemplo, en sus intervenciones en Yemen, Siria, Irak y Afganistán, donde unen sus fuerzas militares junto a Israel, Jordania, Egipto, Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos. Mientras que, por el otro lado están las milicias chiítas y rebeldes islámicos que defienden el modelo iraní.
Una eventual guerra que nadie quiere
Margarita Cadavid, internacionalista y profesora de la Universidad Militar Nueva Granada, en Colombia, explicó a France 24 que el conflicto entre Teherán y Washington es un proceso histórico que “se activa y desactiva”, dependiendo del contexto actual de Estados Unidos.
En la actualidad, el conflicto obedece también al relanzamiento de Trump a la Presidencia, proceso en el que el jefe de la Casa Blanca quiere verse como el hombre fuerte, un elemento adicional que se suma a la competencia geopolítica entre Arabia Saudí e Irán.
La presión actual contra Irán viene desde distintos flancos, explica Cadavid. Por ejemplo, los saudíes fueron los primeros en denunciar que supuestamente Irán atacó los buques petroleros en el Estrecho de Ormuz, cuando en el papel, lo cierto fue que las tropas iraníes ayudaron a rescatar a los hombres de esos barcos que fueron saboteados en alta mar.
“Estados Unidos en la actualidad está apoyando la política de Arabia Saudí, y es el Rey Salmán bin Abdulaziz el principal socio de Washington en la región”, agrega Cadavid.
La internacionalista sostiene además que el contexto geopolítico en torno a una eventual guerra en el Estrecho de Ormuz es un punto sumamente delicado para Estados Unidos y el resto de los implicados, pues cerrar esa zona, que en sí misma es una base de poder, significaría poner en riesgo la distribución del 25 % del petróleo del mundo, y eso es algo que ni los gobiernos estadounidense y saudí están dispuestos a asumir.
Legalmente Irán tiene toda la potestad para cerrar el Estrecho de Ormuz, pues podría militarizarlo y hacer que sólo la producción de su petróleo y de sus países amigos pase por esa zona, mientras que el crudo saudí, principal exportador de la región, se vería directamente atacado.
En una posible guerra sobre el Estrecho, Cadavid comenta que las condiciones económicas de la región y del resto del mundo serían difíciles, pues por ahí transita el crudo que tiene menor costo a nivel global y el que da más fácil acceso a Europa y China. De esta manera, si Irán cambia el status quo, saldrían perjudicados Israel y Arabia Saudita, mientras que países como Catar y Turquía, aliado de Irán, Rusia y China -que compra petróleo a Irán- tendrían mayor presencia y protagonismo en la región.
Para el estadounidense Richard Downie, analista de seguridad, defensa e inteligencia internacional, quien también fue entrevistado por France 24, las medidas contra Irán que ha impuesto Trump forman parte de una “campaña de presión máxima” que tiene como objetivo “renegociar el tratado nuclear”.
“La estrategia es clara sobre cuáles son los objetivos de la campaña de presión (…) el resultado de esa presión ha sido fundamentalmente en lo económico, el efecto en Irán de las sanciones ha originado que su economía baje 6 %, la inflación suba a 15 % y además haya escasez de comida y medicinas”, comenta.
Downie subraya que esa tensión es una “situación muy peligrosa” que involucra al Golfo de Omán y el Estrecho de Ormuz, pues pone alerta a China y Europa -principales receptores de crudo-; mientras que otros países exportadores de petróleo pudieran sacar provecho de la situación y obtener nuevos mercados.
El analista estadounidense agrega que si Irán llegara a cerrar el Estrecho, sería una estrategia que podría aplicar en un corto tiempo, pues otros países necesitan del flujo de crudo que se genera en esa zona, y la medida pudiera ser contraproducente, pues la presión contra Irán sería multilateral y no sólo de Estados Unidos y sus aliados en la región.
Por su parte, el español Jesús Manuel Triana, analista de seguridad y defensa, sostiene que el actual conflicto es la lucha de “dos bandos que están haciendo un esfuerzo por amedrentar al otro”.
“Ninguno quiere entrar a un conflicto, se trata de una táctica conocida como ‘escalar para desescalar’, es la presión máxima que ejerce Estados Unidos con sus sanciones económicas; mientras Irán se defiende con la guerra asimétrica porque no tiene poderío militar suficiente para igualar al que posee Estados Unidos. Es entonces, la política de máxima presión para que el otro de un paso atrás”, subraya Triana.