¿Hacia dónde va China? (II y final)

En 1991 durante una visita a China, la primera ministra británica Margaret Thatcher le dijo al presidente Jiang Zemin que era imposible establecer un sistema con las características que se proponía China, es decir que combinara la sociedad socialista con algunas reglas del mercado

¿Hacia dónde va China? (II y final)

Autor: Wari

En 1991 durante una visita a China, la primera ministra británica Margaret Thatcher le dijo al presidente Jiang Zemin que era imposible establecer un sistema con las características que se proponía China, es decir que combinara la sociedad socialista con algunas reglas del mercado. Según Thatcher, el socialismo era incompatible con la economía de mercado. Los dirigentes chinos, por el contrario, preconizaban que tal propósito sí era posible en los marcos de la teoría marxista del materialismo histórico y dialéctico y la idea de “buscar la verdad en los hechos” que propugnaba Mao Zedong.

En este sentido, Deng Xiaoping expuso que un país como China que había vivido tantas adversidades a través de su historia, solo había podido levantarse tras hacer suyo el marxismo como instrumento de liberación, que le permitió construir un nuevo país de orientación socialista, lo cual habría sido imposible si hubiera elegido el camino capitalista, según él, la prueba fueron los más de treinta años de gobierno del Kuomintang tras proclamar la república.

Deng pensaba que la integración del marxismo con la realidad china para crear un camino propio, permitió la liberación del país en 1949, esto no sólo proporcionó la independencia, también la unidad del país que es el bien más preciado tras milenios de separación, conflicto y guerras intestinas. El marxismo contribuyó no sólo como teoría necesaria para vencer en la guerra de liberación, también después de la victoria aportó elementos valiosos para terminar con el caos, controlar la inflación, comenzar a combatir la miseria y el atraso secular y empezar la transformación de la industria y la base material necesaria para la evolución del país, todo esto obligaba a persistir en el marxismo y el socialismo de forma creadora.

Para ello, se hacía imprescindible desarrollar las fuerzas productivas a fin de forjar una abundancia de bienes materiales, lo que hizo deducir que ésta sería la tarea fundamental que debía emprender el sistema político socialista a fin de lograr una superioridad sin la cual era imposible construir la nueva sociedad. El no haber entendido esto desde el principio fue el mayor error de la dirección del país tras el año 1949. Sin el desarrollo superior de las fuerzas productivas,no hay mejoramiento de las condiciones materiales y culturales de vida del pueblo, y sin esto, no hay socialismo.

¿Cómo hacerlo?, fue la pregunta más importante que tuvieron que formularse los dirigentes chinos tras superar la Revolución Cultural y las desviaciones propugnadas por la “Banda de los Cuatro”. Nuevamente, la respuesta estaba en permanecer en la ruta del socialismo, como única manera de resolver el problema del desarrollo en un país tan extenso, tan poblado y tan complejo culturalmente como China. La aplicación del principio socialista de distribución “a cada cual según su trabajo”, permitiría superar las diferencias en un período de entre 20 y 30 años. Tales aseveraciones obligaban a un gran debate contra aquellos que defendían ideas liberalizadoras por un lado, y la copia del modelo soviético, cuando éste comenzaba a “hacer aguas”, por el otro.

La liberalización que proponía tomar un camino capitalista después de la derrota de la “Banda de los Cuatro” en 1980, llevó a la dirección del Partido Comunista de China (PCCh) a luchar contra tal corriente, incluso en el seno de la Asamblea Nacional a fin de combatir tal propuesta considerada una idea burguesa. A ello, el PCCh opuso las “cuatro modernizaciones socialistas” en la agricultura, la industria, la defensa y la ciencia y tecnología.

Así mismo, los dirigentes chinos dejaron claro que a pesar de que la estructura política del país después de 1949, se había edificado a partir del modelo soviético, éste no pudo ajustarse a las condiciones de China porque su realidad era distinta, además en ese momento estaba en una crisis, que posteriormente la llevó a su colapso.

En estas condiciones, en el XIII Congreso Nacional del PCCh, celebrado en octubre de 1987, se propuso que la economía china sería planificada y establecida como pública para los productos básicos, mientras se definía que el Estado debería guiar al mercado y el mercado a las empresas, combinando de esa manera las funciones de planificación y de mercado en la sociedad. Ante las crecientes críticas internas e internacionales sobre tal supuesto, Deng volvió a insisitir en la necesidad de “buscar la verdad en los hechos” como forma de comprobar la factibilidad de llevar adelante la política de reforma y apertura, y a ello se abocaron.

Los procesos de reforma en la Unión Soviética y en China se produjeron casi al mismo tiempo, con menos de diez años de distancia, pero la diferencia fundamental para el fracaso de uno y el éxito del otro, es que mientras los soviéticos desarrollaron simultáneamente los aspectos económicos y políticos del proceso, en China comenzaron con la transformación de la economía, desatando una fase de mejoramiento de la situación social, mientras que la agenda política se desarrollaba paulatinamente pero a un ritmo mucho más pausado a fin de ir midiendo los impactos que iban causando las medidas tomadas y prestando especial atención a que se mantuviera una dialéctica adecuada entre reforma, desarrollo y estabilidad.

El PCCh y el gobierno la llamaron una estrategia de “avance paso a paso de manera ordenada”. Es decir, la estabilidad política interna era condición sine qua non y una garantía para la reforma y la apertura, por ello, los dirigentes chinos plantearon que los dos puntos más importantes eran, desarrollar la democracia en lo político y la reforma en lo económico.

La historia china y la experiencia del último siglo mostraban con creces cuán dolorosa era la pérdida de la estabilidad política y la unidad, las cuales son las dos condiciones de mayor interés para el desarrollo de los procesos vividos en el país en los últimos 2.200 años. En esas condiciones, la aplicación de la política de reforma y apertura, no tuvo el correlato en la situación política que mostró en la Unión Soviética como Occidente esperaba. Las consideraciones acerca de la necesidad de la estabilidad política como soporte de la metamorfosis de la sociedad y el Estado en China, pronto tuvieron su prueba de fuego cuando en 1989 estallaron disturbios políticos que tuvieron su epicentro en la Plaza Tiananmen en Beijing y otras ciudades, buscando una inserción en el país de reformas de corte occidental, las que pusieron en juego la posibilidad de desarrollo y avance de las medidas tomadas a partir de 1978.

La respuesta contundente del gobierno chino hizo alusión a la necesidad de mantener la estabilidad interna so riesgo de quiebre de la unidad política del país. Así lo hizo saber Deng Xiaoping en dos ocasiones, tanto al presidente de Estados Unidos, George H.W. Bush, en febrero de 1989 y en octubre del mismo año, cuando conversó con el ex presidente Richard Nixon, a ambos le dijo lo mismo: “La estabilidad es más importante que cualquier otra cosa”. De esta manera, se desestimaba de forma definitiva la posibilidad de mutaciones políticas similares a las que estaban ocurriendo en la Unión Soviética y Europa Oriental que fueron consideradas el preludio del fin de la guerra fría.

Este contexto fue el que permitió el avance económico de China. Al llegar al XVIII Congreso del PCCh en 2012, las mayores aspiraciones eran conservar los fundamentos que dieron origen a ese partido y no olvidar su misión principal que era la construcción del socialismo con peculiaridades chinas, luchando “incansablemente por materializar el sueño chino de la gran revitalización de la nación”, que culminaría con la creación integral de una sociedad modestamente acomodada.

Desde que el marxismo fue introducido en China, los primeros militantes y fundadores del PCCh se propusieron utilizar su teoría científica para buscar soluciones a los problemas del país. A partir de entonces y a través de los casi 100 últimos años, han hecho denodados esfuerzos para encontrar respuestas a cada reto que se ha planteado.

Hoy, el PCCh entiende que la construcción socialista pasa por lo que han denominado el “gran sueño chino”. En esa medida, todo el Partido se ha volcado a fortalecer más conscientemente su convicción en el camino, la teoría, el sistema y la cultura, lo que han llamado las cuatro convicciones y no seguir ni el viejo camino del enclaustramiento y el anquilosamiento, ni el mal camino de cambiar su bandera por otra, sino mantener su firmeza en lo político, perseverar en un trabajo sólido para vigorizar el país, persistir y desarrollar el socialismo con peculiaridades chinas.

En torno a este importante tema, empeñándose en la guía del marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping, el importante pensamiento de la triple representatividad y la concepción científica del desarrollo, manteniendo la idea de buscar la verdad en los hechos, adoptando una actitud realista y práctica, y perseverando en el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, el PCCh con una visión completamente nueva en estrecha combinación con las condiciones del tiempo actual y las nuevas exigencias de la práctica, ha profundizado en la comprensión de la ley del ejercicio del gobierno por parte de los partidos comunistas, la ley de la construcción socialista y la ley del desarrollo de la sociedad humana, y ha llevado adelante una ardua exploración teórica al respecto, obteniendo importantes logros en la innovación teórica, creando así el pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época que es la forma como entienden su sociedad y la manera de transformarla a corto, mediano y largo plazo.

El pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas da continuidad y hace un aporte en el desarrolla del marxismo-leninismo a través de las contribuciones que se han ido haciendo a lo largo de la historia, no sin cometer errores, algunos de ellos, generadores de graves consecuencias.

En la actualidad, ese proceso ha cobrado renovada fuerza y se expresa como la “chinización” del marxismo, que es expresión de la cristalización de las experiencias prácticas y de la sabiduría colectiva del pueblo, constituyéndose en un importante componente del sistema teórico del socialismo con peculiaridades chinas, por lo que no hay dudas que mantendrán este pensamiento durante largo tiempo y lo seguirán desarrollando sin cesar, no obstante las incomprensiones y el menosprecio de Occidente.

La práctica no tiene límites, como tampoco los tiene la innovación teórica. El mundo está cambiando a cada instante, como también lo hace China. En este marco, el PCCh se ha propuesto seguir los pasos de este tiempo en lo referente a las teorías, dominar progresivamente las leyes objetivas e impulsar constantemente la innovación teórica, práctica, institucional y cultural.

En este marco, el presidente Xi Jinping ha insistido en la necesidad de lograr el firme desarrollo de la labor ideológica entendiendo que ésta determina el rumbo de avance y el camino de desarrollo de la cultura, en esto le da prioritaria importancia a continuar haciendo una adaptación coherente y creativa del marxismo a las condiciones de China, construyendo una ideología socialista dotada de una poderosa fuerza conductora para incorporar y cohesionar estrechamente al pueblo en torno a los ideales y las convicciones, a su propia concepción de valores y conceptos morales.

En la etapa que ha seguido al XIX Congreso del PCCh realizado en octubre de 2017, Xi ha insistido en la necesidad del apertrechamiento teórico para hacer que el pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas eche hondas raíces en el pueblo, para lo cual se han planteado profundizar en la investigación y la construcción teórica del marxismo, acelerando la creación de unas ciencias sociales y una filosofía con peculiaridades chinas y fortaleciendo la construcción de laboratorios de ideas que deben ser dotados de dichos conocimientos.

En su informe a este Congreso, Xi hizo un llamado a: “Que todo el Partido y el pueblo de todas las etnias del país se unan estrechamente en torno al Comité Central del Partido, enarbolen la gran bandera del socialismo con peculiaridades chinas, avancen con un espíritu pujante y se entreguen completamente a su cometido, continúen luchando por cumplir las tres tareas históricas: el impulso de la modernización, la culminación de la reunificación de la patria y la salvaguardia de la paz mundial y la promoción del desarrollo conjunto, hasta lograr el triunfo definitivo en la culminación de la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada, conquistar la gran victoria del socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época, materializar el sueño chino de la gran revitalización de la nación china y hacer realidad la aspiración del pueblo a una vida mejor”.

He ahí el proyecto chino para la construcción del socialismo, que como se observa ha tenido continuidad en el tiempo, lo cual hace prever que China perseverará en la lucha por su consecución. Nuestro problema es entender esta tarea estratégica en términos de la temporalidad del mismo. Sus tiempos no son los nuestros, he ahí -desde mi perspectiva- la principal dificultad para comprenderlo. La finitud del tiempo occidental –hablando en términos filosóficos- no tiene correspondencia en China, donde el carácter infinito del tiempo permite pensar en la realización de obras materiales y sociales en muy largos plazos. He ahí la explicación de la construcción de todos los tramos de la gran muralla china durante 22 siglos de labor continua.

Si la perspectiva socialista en China no fuera realidad, sería difícil comprender que Donald Trump dedicara parte de sus últimos dos discursos en las más recientes asambleas generales de la ONU a desprestigiar su ejecutoria. El 20 de septiembre de 2017 expuso que: “…el socialismo ha sido implementado fielmente. Desde la Unión Soviética hasta Cuba y Venezuela, donde quiera que se haya adoptado el verdadero socialismo o comunismo, se ha generado angustia, devastación y fracaso. Aquellos que predican los principios de estas ideologías desacreditadas solo contribuyen al sufrimiento continuo de las personas que viven bajo estos crueles sistemas”.

Y el 25 de septiembre de 2018: “Prácticamente en todas partes donde se ha intentado el socialismo o el comunismo, ha producido sufrimiento, corrupción y decadencia. La sed de poder del socialismo conduce a la expansión, la incursión y la opresión. Todas las naciones del mundo deberían resistir el socialismo y la miseria que trae a todos”.

¿Por qué preocuparse tanto por una ideología “desacreditada” y “fracasada”? ¿Sigue creyendo usted amigo lector o lectora que la confrontación que desató Estados Unidos contra China es solo comercial? Saque sus propias conclusiones.

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Publicado originalmente en Politika.


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