Hace algún tiempo atrás, Juan Pablo Luna, uno de los directores del Instituto de Ciencias Políticas UC, señaló que “Chile vive un peligroso e inestable equilibrio político, o los partidos se abren a la ciudadanía y los jóvenes, o los partidos terminarán desapareciendo”. Esto demuestra el cisma político en que estamos viviendo, por un lado una Concertación aniquilada, y a punto de fallecer, producto de su retrograda forma de actuar y por otro lado, una derecha que representa a una élite socio económica y cultural. En ambos sectores políticos, la participación es escasa y se agrupa en torno a ciertos círculos de hierro. En ambos sectores políticos sus partidos integrantes no suman más de diez mil militantes y en ambos sectores políticos no hay participación ciudadana. Para qué decir en cuanto a representación, ya que ambos sectores políticos son rechazados por más del 60 % de los ciudadanos chilenos.
La dificultad que se presenta para ese 60 % de los chilenos, es que no existe un espacio político que los represente. Por lo tanto se hace necesario un nuevo referente político, independiente a la Concerta y la Alianza, que acoja a esos ciudadanos y los haga participe de la política chilena. Y lo más concreto es que ese nuevo referente tenga una ideología liberal de centro, tal como ocurre en estos momentos en la política europea, donde vemos que hay tres sectores preestablecidos: Socialistas, Liberales Demócratas y Conservadores. La diferencia con Europa es que hoy en Chile, el Liberalismo es una ideología socio-política que si bien tiene muchos adeptos, no tiene un correlato político que sea poderoso. El gran problema del liberalismo chileno es que terminó siendo de salón más que de terreno, más de académicos que de estrategas políticos, cayendo en el mismo error que ideologías como el comunismo y el anarquismo. Y de esa manera no puede aspirar a ser una alternativa de poder en el Chile del 2020.
Antes de analizar el desafío del Liberalismo chileno para los próximos años, hay que definir qué se entiende por liberalismo y ser liberal. Los más ignorantes confunden el liberalismo con neoliberalismo y asocian a los liberales con grupos de poder económico. Otros más radicales, asocian el liberalismo con los “Libertarians” gringos, o sea revolucionarios radicales de izquierda. Y hay unos pocos que asocian a los liberales con el anarquismo social. El liberal no es lo uno ni lo otro, sino que es un ser político ideológico que defiende la libertad por sobre todas las cosas. Y no solo la libertad, sino que la tolerancia, la expresión, una economía abierta pero justa, los derechos humanos y un montón de causas sociales y humanas más. De esa manera podríamos decir que el ser liberal, se encuentra en un punto medio, equidistante de un ser socialista y un ser capitalista.
Las raíces del liberalismo provienen del siglo 19, de las famosas Cortes de Cádiz, donde asisten defensores de la revolución francesa, quienes promovían los principios de la Igualdad, Libertad y Solidaridad. Serían esos principios los que después darían vida al liberalismo. Luego el liberalismo se sustentaría de manera dogmática con los escritos primero de John Locke, y luego con Rawls, Constant y Stuart Mills. Aquí podemos encontrar las primeras definiciones filosóficas del ser liberal, en cuanto a la “Libertad Negativa” de Rawls (No intervención del Estado) y la “Libertad positiva” de Mills (Para que exista libertad tiene que haber un piso mínimo de libertad). El gran problema del liberalismo a nivel mundial, fue que a partir de fines del siglo 19, se enclaustra en la academia y pierde terreno frente al naciente socialismo y más tarde frente al capitalismo. De hecho ambas ideologías incluyen partes del liberalismo en sus bases. Por lo tanto el liberalismo se hundió más de 70 años en la línea del tiempo político, reflotando recién a fines de los 60’s con la socialdemocracia sueca de Olof Palme, quienes toman las bases del liberalismo y reestructuran una nueva forma de socialismo, más cercana al centro que a la izquierda, pero sin ser liberal propiamente tal. Pero serían los liberales demócratas europeos y más aún los “libdems” británicos quienes relanzan el liberalismo de manera política a través de la adopción del socio-liberalismo, y tomando como bandera de lucha la “libertad positiva” de Mills, aquella que habla de dignidad, equidad y progreso.
Es necesario hacer este análisis, para saber en qué pie estaría un liberalismo chileno, con miras a los próximos años, sobre todo al 2020. No podemos hablar de establecer un espacio químicamente puro liberal, tal como desde algunos años lo plantea Cristóbal Bellolio. Esto porque el liberalismo de biblioteca, aquel liberalismo académico que definió las bases del liberalismo a nivel mundial, está desacoplado de la actualidad humana, ya que hoy por hoy, en un mundo global, hemos generado una sociedad híbrida, a tal punto, que muchas ideas liberales están presentes en la derecha e izquierda. Y por otro lado para plantear un escenario liberal químicamente puro, deberíamos generar tal cisma político en el país, que termine uniéndose el conservadurismo de izquierda, con el conservadurismo de derecha, y eso es rayar en la utopía política.
Lo que hoy hay que hacer es establecer el liberalismo como un tercer espacio político, a medio camino entre una Concertación más izquierdizada y una derecha que todavía no se despercude de su pasado empresarial y conservador. Pero este liberalismo tiene que tener varias condicionantes para que pueda llegar a cierto nivel de éxito político.
Primero, el futuro referente liberal chileno debe de apellidarse para así diferenciarse del liberalismo más cercano a la derecha (“Libertarios”) y del liberalismo más cercano a la izquierda (“Progresistas”). El gran problema del liberalismo en general, es su amplitud de espectro, lo que lleva a incluir tendencias de izquierdas y derechas, y en lo particular, es su “permeacion” en las elecciones de 1988 de muchos liberales hacia la Concertación y la Alianza, sin éxito de influencia y poder. Así podemos ver ciertas trazas de liberalismo en la Concertación, pero que son trazas muy académicas; y otras trazas de liberalismo en la derecha (la llamada “Nueva derecha”) pero que no alcanza para generar un ente químicamente puro liberal (Libertad valórica y libertad económica). Sin apellidos, el sentido de liberalismo se convierte en algo confuso y de larga explicación política (Tal como el sentido de ser “Independiente”). Por lo tanto se necesita ser liberal con “apellido”, para generar esta nueva forma de liberalismo. Liberal demócrata, liberal ciudadano o quién sabe, algo más.
Segundo, el nuevo liberalismo chileno debe perseguir “Issues” actuales que estén en onda con los ciudadanos. Muchos liberales fundamentalistas, señalan que los temas liberales son Aborto, Matrimonio homosexual, Eutanasia, Legalización de la marihuana, ¿Pero son esos temas los que representan a los nuevos ciudadanos?, Quizás sean temas académicamente liberales, pero son temas que también están presentes en la izquierda política, por lo cual no generan una diferencia ni un plus sobre el socialismo. El nuevo liberalismo europeo se destaca por representar al ciudadano medio. De hecho la campaña de Nick Clegg en Inglaterra, no se basó en tópicos liberales académicos, sino que en temas actuales y ciudadanos. Temas como la participación ciudadana en política, la educación, el medioambiente, los impuestos, hicieron que Clegg se convirtiera en una figura mundial. Por lo tanto nuestros temas, deberían de ser el ciudadanismo, que el ciudadano sea el centro del actuar político; el emprendimiento social y económico; la economía verde y el desarrollo sustentable; el derecho a las libertades individuales, pero por sobre todo, potenciar los derechos sociales, donde el acceso a una educación de calidad, a una salud y una vivienda digna se constituyan en una nueva forma de construir este país.
Tercero, generar anclajes socio-políticos liberales. Crear un partido político liberal sin apoyos socio-políticos sería un gran error, puesto que el partido por si solo no basta, a lo más participará en las elecciones 2012 y 2013 y obtendrá menos del 5 %, lo cual hará caducar su inscripción legal. Por eso y para darle consistencia a un proyecto liberal chileno, se hace necesario la construcción de artefactos académicos y sociales, que colaboren con un futuro partido liberal. Los liberales necesitamos construir un ente que permita la colaboración de los ciudadanos en este proyecto político, que permita su participación en los diversos temas país, por lo cual crear un Centro de Políticas Publicas Ciudadano, que genere propuestas hacia la gestión gubernamental desde la ciudadanía sería un increíble plus, socio-político. Si a eso le sumamos un Centro de pensamiento, un “Think Tank” liberal y una ONG que permita generar proyectos sociales y ciudadanos, generamos un referente liberal y demócrata que poseerá una enorme fuerza. Pero esos anclajes socio-políticos hay que construirlos ahora ya, para que puedan ejercer influencia en las elecciones municipales y parlamentarias. Generar un proyecto político sin estos “anclajes” sería un suicidio electoral.
Cuarto, enfocarse en el nuevo electorado. Lo que sucederá en unos años más con la entrada de un nuevo padrón es absolutamente clave. Ese nuevo padrón será más grande y más fuerte que los votos que en cada elección obtiene la Concertación o la Alianza y decidirá el futuro político de este país. Por eso mismo generar una relación de largo plazo con los jóvenes, aceptándolos en este nuevo referente y generando un sector atractivo políticamente para ellos, hará que este proyecto liberal sea el líder político en los próximos 10 a 15 años. Debemos hacernos cargo, si no seguiremos con un sistema político añejo, con políticos arcaicos y con olor a naftalina, pero por sobre todo con un país y una sociedad sin futuro.
Quinto, preparar verdaderos líderes liberales que se arriesguen a tomarse el poder por asalto. Hasta ahora los nuevos líderes liberales, han sido más que nada reflejo de Diego Portales, más republicanos, formales y conciliadores. Pero sin ser arriesgados e innovadores. Hoy necesitamos lideres liberales que sean verdaderos “Arturo Prat”, que se arriesguen por las causas sociales, que no tengan miedo de enfrentar al vejestorio político y que estén dispuestos a cargar la mochila de ser los nuevos líderes de Chile. Sin esos líderes cualquier iniciativa se verá truncada por la falta de ambición política. Son esos futuros líderes los que construirán los futuros caminos de esta nación, y si esos líderes no se arriesgan a ir más allá de derechas e izquierdas, de Concertación y Alianza, seguiremos empantanados en esta arcaica lucha de poder entre dos dinosaurios políticos.
Con estos cinco sencillos pasos, los liberales podemos ser los nuevos líderes de Chile, podemos dar el golpe a la cátedra el 2013 y más aun podemos tener un presidenciable que luche por La Moneda el 2017. Ese es el desafío que espera a los liberales con miras al 2020. Pero para eso hoy nos tenemos que arriesgar a ser más que lo que hemos sido, arriesgar a creer que podemos ser líderes, arriesgar de ir más allá de lo predecible en política.
Los minutos corren, los días pasan. Esperemos que los liberales actuemos más antes que tarde, y así podamos darle un nuevo camino a este país.
Por Rodrigo Guerra
Joven Liberal Ciudadano