Antropólogos y cientistas sociales en operaciones de contrainsurgencia

 Desde hace tiempo se conoce la labor que están jugando profesionales de las ciencias sociales en las tareas militares, intervencionistas, de Inteligencia y contrainsurgentes de Estados Unidos (y seguramente de Fuerzas Armadas de otros países)

Antropólogos y cientistas sociales en operaciones de contrainsurgencia

Autor: Mauricio Becerra

 Desde hace tiempo se conoce la labor que están jugando profesionales de las ciencias sociales en las tareas militares, intervencionistas, de Inteligencia y contrainsurgentes de Estados Unidos (y seguramente de Fuerzas Armadas de otros países). En esta nota, reporte.cl reproduce partes del documento desconocido hasta ahora en Chile.

El 5 de octubre de 2007, el New York Times publicó un artículo de David Rohde (‘El Ejército enlista a la antropología en zonas de Guerra’), sobre la considerada por los militares estadounidenses como ‘nueva arma crucial en las operaciones contrainsurgentes’: un equipo integrado por antropólogos y otros científicos sociales para su utilización permanente en unidades de combate de las tropas de ocupación de Estados Unidos en Afganistán e Irak. El corresponsal informa que este singular involucramiento de las ciencias sociales en el esfuerzo bélico estadounidense constituye un exitoso programa experimental del Pentágono que, iniciado en febrero de 2007, ha sido tan recomendado por los comandantes en el teatro de la guerra que en septiembre de ese año el Secretario de Defensa Robert M. Gates autorizó una partida adicional de 40 millones de dólares para asignar equipos similares a cada una de las 26 brigadas de combate en los dos países mencionados”.

El revelador párrafo aparece en el texto “Elementos de la Contrainsurgencia de Estados Unidos” escrito por el Doctor en Antropología e Investigador del Centro Regional Morelos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México, Gilberto López y Rivas.

En el escrito el especialista constata la labor que están jugando profesionales de las ciencias sociales en las tareas militares, intervencionistas, de Inteligencia y contrainsurgentes de Estados Unidos (y seguramente de Fuerzas Armadas de otros países).

Sobre el reportaje de Rohde se agrega: “En el mismo artículo se destacan las reacciones críticas por parte de un sector importante de la academia estadounidense que no duda en considerar el programa como ‘antropología mercenaria’ y ‘prostitución de la disciplina’, comparándolo con lo ocurrido en la década de los sesenta, cuando se utilizaron antropólogos en campañas contrainsurgentes en Vietnam y América Latina (Plan Camelot)”.

“Ya en su sesión anual en noviembre de 2006 y con la presencia de cientos de sus integrantes, la American Anthropological Association condenó por unanimidad ‘el uso del conocimiento antropológico como elemento de tortura física y sicológica’, ante el alegato de que los torturadores de la prisión Abu Ghraib, en Irak, pudieron ser inspirados por la obra de un antropólogo, a partir de la idea que ‘hombres árabes humillados sexualmente podrían llegar a ser informantes comedidos’ (Matthew B. Stannard. ‘Montgomery McFate’Mision. Can one anthropologist possibly steer the course in Iraq?’ San Francisco Chronicle, April 29, 2007).

“En Julio de 2007, el antropólogo Roberto J. González escribió un excelente artículo (“¿Hacia una antropología mercenaria? El nuevo manual de contrainsurgencia del Ejército de Estados Unidos FM- 3-24 y el complejo militar-antropológico”. Anthropology Today, Vol. 23 N°3, June 2007) en el que detalla críticamente las contribuciones de antropólogos en la elaboración de dicho manual. González demuestra, incluso, que algunas de estas ‘contribuciones’ no son innovadoras desde el punto de vista de la teoría antropológica y más bien parecen ‘un libro de texto introductorio de antropología simplificado –aunque con pocos ejemplos y sin ilustraciones”.

“La antropología mercenaria estadounidense se caracteriza por la beligerancia y el cinismo con que justifica la estrecha colaboración entre antropólogos y militares en guerras imperialistas y violatorias de los más elementales derechos humanos y los principios fundacionales de la Organización de Naciones Unidas. Una de sus más aguerridas defensoras y autoras intelectuales es la antropóloga estadounidense Montgomery Mcfate, quien se impuso la tarea de ‘educar’ a los militares y cuya misión en los últimos cinco años ha sido convencer a los estrategas de la contrainsurgencia de que ‘la antropología puede ser un arma más efectiva que la artillería’…Ella es ahora la ‘comisaria política’ de los militares, una de las autoras del citado manual de contrainsurgencia, creadoras del programa Sistema Operativo de Investigación Humana en el Terreno, iniciado por el Pentágono, y consejera de la Oficina del Secretario de Defensa”.

“Como expresión del grado de involucramiento de la alta burocracia académica en los esfuerzos belicistas del imperialismo estadounidense, la Universidad de Chicago publicó en julio de 2007 una edición de bolsillo -de chaqueta militar, naturalmente- del nuevo Manual de campo contrainsurgente (N°3-24). Esta abierta complicidad de los círculos de educación superior con la maquinaria de guerra de Estados Unidos, provocó un alud de críticas de los intelectuales independientes estadounidenses, quienes con rigor analizaron el texto coordinado por el general David H. Petracus y condenaron el vergonzoso papel jugado por las autoridades universitarias que consintieron en editar un manual destinado a la persecución, tortura y asesinato de seres humanos y a la ocupación militar de países en los ‘oscuros rincones del mundo’ en los que Estados Unidos pretende hacer prevalecer sus intereses”.

“El Manual ha provocado una reacción de alborozo en los medios militares de otras latitudes. El general brasileño Álvaro de Souza Pinheiro, por ejemplo, lo considera ‘el documento doctrinario de contrainsurgencia mejor elaborado que el mundo occidental ha visto hasta hoy en día’ e informa que ‘gran parte de los ejército de la OTAN ya está en proceso de reformulación de sus documentos similares, teniendo como base el reciente manual norteamericano’”.

“El gran ‘descubrimiento’ del (citado) Manual es su barniz antropológico: ‘El conocimiento cultural es esencial para emprender una exitosa contrainsurgencia. Las ideas americanas (sic) de los que es ¨normal¨ o ¨racional¨ no son universales. Por el contrario, miembros de otras sociedades frecuentemente tienen diferentes nociones de racionalidad, conducta apropiada, niveles de devoción religiosa, y normas concernientes al género’”.

“INTELIGENCIA EN LA CONTRAINSURGENCIA”

“Si en cualquier tipo de conflicto bélico el trabajo de inteligencia es indispensable, en la contrainsurgencia es particularmente vital, señalan los militares estadounidenses. Por ello, el capítulo clave del Manual de Contrainsurgencia 3-24 versa precisamente sobre las características de la inteligencia en esta guerra asimétrica. Igualmente, dado que las conflagraciones que libra Estados Unidos tienen lugar en espacio culturalmente extraños, el descubrimiento castrense es la colaboración de científicos sociales en las campañas imperialistas contra los movimientos revolucionarios y de resistencia nacional”.

“La antropóloga contrainsurgente Montgomery McFate lo explica de esta manera: ‘En un conflicto entre adversarios simétricos, en el que ambos son equivalentemente iguales y usan tecnología similar, comprender la cultura del adversario es en gran parte irrelevante. La Guerra Fría, con toda su complejidad, enfrentó entre sí a dos poderes de herencia europea. En una operación, de contrainsurgencia contra un adversario occidental, sin embargo, la cultura es importante’”.

“Ya que los comandantes y estrategas militares requieren ‘profundizar en las culturas, percepciones, valores, creencias y procesos de toma de decisiones de individuos y grupos’, el Pentágono integró equipos de expertos en economía, antropología y ciencia política, quienes juegan un papel en lo que técnicamente es llamado ‘Preparación de Inteligencia del Campo de Batalla’, que consiste en el proceso continuo y sistemático de análisis de la amenaza posible del enemigo y el ambiente en una región geográfica específica. Los científicos sociales no son más que un instrumento de guerra, ya que las decisiones finales las toma el personal militar”.

“Los antropólogos-militares definen -con la ayuda del plagio ya denunciado- conceptos como sociedad, grupo étnico, tribu, redes, instituciones, roles y estatus, estructura y normas sociales, cultura, identidad, sistema de creencias, valores, actitudes y percepciones, lenguaje, poder y autoridad, fuerza coercitiva, capital social, participación política, entre otros. Todo ello para conocer lo que realmente interesa a los militares: los insurgentes, sus objetivos, motivaciones, apoyo o tolerancia de la población hacia ellos, sus capacidades y vulnerabilidades, formas de organización, líderes y personalidades claves, actitudes y relaciones políticas, libertad de movimiento, sustentos logísticos, financieros y de inteligencia, nuevos reclutas, armamentos y capacidades militares, entrenamiento, etc.”

“Se analizan todos los tipos de inteligencia: humana, operaciones militares, interrogatorio a detenidos y desertores, informes de asuntos civiles, operaciones psicológicas, de los oficiales del ejército y fuerzas policíacas del gobierno pelele, contratistas, delaciones telefónicas anónimas, periodistas, académicos, etcétera”.

“ANTROPOLOGÍA DE LA CONTRAINSURGENCIA Y LA OCUPACIÓN NEOCOLONIAL”

“Los aspectos clave de la misión de los equipos HTT (Human terrain team handbook) son tres: 1) Investigación por medio de las ciencias sociales (utilización de métodos antropológicos y sociológicos clásicos como entrevistas abiertas y estructuradas, análisis de texto, encuestas y observación participante). 2) Recolección de información relevante para la unidad castrense y presentación de la misma en términos familiares a una audiencia militar. 3) Creación de un marco analítico cultural para la planeación, toma de decisiones y diagnósticos operativos”.

“Los equipos HTT de civiles y militares tienen un líder (comúnmente un oficial en activo o retirado), un científico social, un procesador de información y dos analistas. Según el manual, la composición óptima incluye al menos un miembro del equipo que hable la lengua de la zona, otro que sea experto en el país en cuestión, y otro que sea mujer, ‘para permitir que el equipo tenga acceso a 50 por ciento de la población frecuentemente subestimada en las operaciones militares’”.

 Gilberto López y Rivas

Reporte

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