Medios de comunicación y democracia en Chile

Dentro de una sociedad democrática, la relación entre sociedad civil, sistema político y medios de comunicación es de una relevancia fundamental

Medios de comunicación y democracia en Chile

Autor: Leonel Retamal

Dentro de una sociedad democrática, la relación entre sociedad civil, sistema político y medios de comunicación es de una relevancia fundamental. Son los medios de comunicación los que cumplen el permanente rol de representar los intereses y los problemas que aquejan a lo social. En este sentido, la relación entre sociedad civil y medios de comunicación debiese ser fluida y plural. La dificultad estriba en que un marco capitalista neoliberal, como el que existe hoy en Chile, esa relación está sobredeterminada por el Mercado. Esto se conecta lógicamente con el concepto de subsidiaridad instalado por la dictadura y reacomodado por los gobiernos concertacionistas, que consideraron que la esfera de lo público es un punto de encuentro entre actores privados, o mejor dicho, privatizable. No existe representación robusta de un interés común, porque la institucionalidad no debe inmiscuirse en estos espacios. Salvo sí, para reprimir. En este línea (la represiva) es conocida la historia de cómo a comienzos de los noventas, dentro de una táctica más amplia de desmovilización social, la concertación acabó con las radios comunitarias, las cuáles habían cumplido un rol relevante en la lucha contra la dictadura.

La problemática de los medios de comunicación posee dos dimensiones: una nacional y otra comunitaria. A nivel comunitario, se hace necesario reconsiderar la importancia que posee la reconstrucción del tejido social a partir de la asociatividad barrial y comunal que generan las medios de este tipo. Son espacios (si queremos decirlo así) de empoderamiento social (o popular) que permiten a los sujetos constituirse como actores dentro de su espacio local. Desde este medio, estos nuevos actores pueden generar un sentido común en base a sus problemas y experiencias. Podríamos afirmar que se trata de un proceso de politización, en cuanto al sentido político de preocupación por problemas públicos. Este proceso, en condiciones de subalternidad (o explotación), puede transformarse en una tribuna de expresión y articulación de demandas sociales y políticas. En este sentido, los medios comunitarios son, potencialmente, un espacio de acumulación de experiencias en común, o lo que algunos historiadores han llamado “de formación de conciencia de clase”, en tanto logran expresar sus demandas desde la subalternidad, lo que les permite forjar una identidad en base al conflicto en contra de lo que generalmente se denomina “prensa burguesa” o “medios masivos” y a lo que estos representan: el gran empresariado del país.

A nivel nacional, el problema es más tangible. Tenemos medios masivos que fueron entregados en concesión por décadas a holdings empresariales. La televisión es su versión más dramática. Tenemos un canal que es propiedad del retail (MEGA-Falabella), otro que es de multinacional norteamericana (CHV – TimeWarner) y uno de la fortuna más grande del país (C13-Luksic), sólo por citar los ejemplos más extremos. ¿Dónde están los canales que representan a ese 80% de chilenos que está en contra del lucro en la educación? ¿Le delegamos esta responsabilidad a la buena voluntad de los editores de prensa y gerentes de programación del gran empresariado? ¿El mismo que en las últimas semanas se ha visto transversalmente ligado a los casos de corrupción de la CNA y del “lucro” en las universidades? Para buscar las respuestas a estas preguntas, primero debemos asumir una verdad con todas sus letras: el gran culpable de esto no son los empresarios, fueron los gobiernos concertacionistas. Fue la Concertación, la que renunció voluntariamente a desarrollar medios de comunicación que reflejaran líneas temáticas diversas a las de Copesa, El Mercurio o Ricardo Claro. Se pensó que la épica del plebiscito iba a ser un hito cultural que bastaba por sí solo para darle humanidad al neoliberalismo. La derrota de esta utopía está cotidianamente en nuestra TV abierta: Cosificación de la mujer, constante intimidación social mediante una interminable pasada de revista de violaciones y asesinatos, noticias deportivas (amo el deporte) más centradas en las infracciones de tránsito de un DT, que en las gestas deportivas cotidianas. En otras palabras, la TV abierta chilena es la genuina expresión del espíritu que dominó a Chile hasta el 2010: todo, absolutamente todo (personas, eventos y objetos) pueden ser susceptibles de ser mercancía. ¿Son estos los valores que queremos para esta sociedad? ¿Son estos los patrones de conducta que enaltecemos en nuestros livings día a día? Me niego a pensar eso. Es urgente volver a potenciar la TV pública, que exprese realmente al Chile que concretamente existe (Ese que sale a la calle de Arica a Magallanes a luchar por lo que considera justo) y no al Chile temeroso, individualista y consumista que nos quieren hacer creer que somos.

¿Cómo avanzamos en la concreción de esta necesidad fundamental para una sociedad democrática?

A pesar de que un gran número de chilenos tiene acceso a internet, este medio no alcanza para llegar a todos los sectores sociales del país. Por lo mismo, debemos volver a pensar en los clásicos medios masivos, que siguen siendo los que poseen mayor legitimidad. Radios, periódicos y canales de televisión deben ser pensados desde lo público, entendiendo a esto como lo representativo de la mayoría de los chilenos. Pero esto no se puede centrar solamente en crear UN canal público de televisión. Deben existir fondos estatales de libre disposición para todos los medios posibles. El avisaje estatal no puede concentrarse en los medios empresariales. Lo medios independientes deben ser parte de la repartición de estos fondos públicos, simplemente porque también representan una dimensión de lo público. De esta forma, el Estado se transforma en un garante de que el espacio público se transforme en lo que debiese ser: no una plaza tapizada de publicidad, sino en el espacio de debate político de nuestra sociedad. Esto también se aplica a los medios como las radios comunitarias, para los cuáles ni siquiera es tan necesario un potente esfuerzo de dineros públicos, sino que sencillamente terminar con la legislación sobre telecomunicaciones pro empresarial, y definitivamente anti popular (en todo el amplio espectro que puede representar este concepto), y concertacionista por cierto, que lleva décadas poniéndole trabas al desarrollo de estas iniciativas.

Para concluir, creemos que es necesario potenciar los medios de comunicación públicos nacionales y locales. Estos tiene el deber de representar la diversidad de visiones, por sobre la unidimensionalidad de la dictadura cultural (a nivel de cultura popular) que ha impuesto el gran empresariado. Y cuando hablamos del gran empresariado, no estamos hablando de nada más que no sea el capitalismo. Entonces, la pregunta viene de cajón ¿Es posible un pluralidad real del Chile concretamente existente en un marco capitalista neoliberal?

El gran problema de nuestro país, es que tanto democracia como medios de comunicación descansan sobre la base de relaciones sociales de producción de un sistema económico y político como el chileno, donde el monopolio de los medios comunicación es condición de posibilidad para el funcionamiento de nuestra democracia neoliberal. En ese sentido no hay que preguntarse cómo profundizamos un modelo de democracia, sino más bien en cómo a través de las distintas luchas del campo popular (en las que se encuentran las de los medios comunitarios) se van desarrollando distintos modelos deliberativos, a la vez que se van demandando transformaciones profundas al sistema político.

Por Fabián Araneda

Vicepresidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile

Publicado en Perspectiva Diagonal


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