Tiene locos a los debilitados partidos de la izquierda tradicional. Triplica en votos al PC, los Verdes y las encuestas lo sitúan en el primer lugar de la oposición a Sarkozy, por encima de los glamorosos rostros del PS. Con carisma y claridad política, sin asco a liderar movilizaciones y a aparecer en TV, Besancenot postula que “hay que reinventar la revolución porque ningún experimento revolucionario ha tenido éxito jamás”.
Olivier Besancenot no tiene el aspecto clásico de los dirigentes de izquierda. Tiene 34 años, viste jeans, camisetas negras ajustadas y se parece a Tin Tin. Es el yerno que toda señora quisiera tener. Tampoco hace lo que los dirigentes de izquierda suelen hacer. Ocupa portadas de diarios y aparece en los estelares de la televisión francesa con un proyecto de decidida oposición al capitalismo. Imagíneselo haciendo pedazos a Piñera y Frei desde Animal Nocturno. Tal cual. Y no le ha ido precisamente mal.
Generando profunda empatía entre la gente, siempre tranquilo y sonriente y con una capacidad de persuasión muy superior a la de cualquier otro político francés, este licenciado en Historia y cartero de profesión hizo renacer al siempre presente movimiento trotskista galo y mucho más: sacar a la izquierda radical del rincón de los recuerdos y situarla como la alternativa más cuerda frente al desenfreno neoliberal.
Siendo el líder de un pequeño partido de tendencia trotskista, la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), Besancenot se ha presentado a dos elecciones presidenciales en Francia. La primera, en 2002, siendo el candidato al Eliseo más joven de la historia, consiguió 1,2 millones de votos (4,2%). La segunda, en 2007, subió a 1,5 millones de adherentes, esta vez, apoyado en una plataforma política más amplia que la LCR, el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA).
Con autonomía de la clase política tradicional y el “socialismo liberal” y sin concesiones al voto útil mendigado por Segolene Royal en la última segunda vuelta presidencial, Besancenot se ha convertido en la alternativa más potente a la izquierda del PS. En la última incursión electoral sacó más votos que el PC, los Verdes y los trotskistas tradicionales juntos. Y las encuestas de fin de año seguían situándolo como “el principal rival de Sarkozy” (CSA y Opinion Way, noviembre de 2008).
La izquierda le ha hecho un flaco favor. El PS atraviesa su peor crisis en dos décadas: no gana una elección desde 1988 y su electorado se reduce todos los años. Mientras que el PC, sumido en una crisis aún mayor (no supera el 1,5% de los votos), insiste en la política de colaboración con los socialistas en nombre de la unidad contra la derecha, a la espera del descalabro social que les permita “surfear la ola”.
Los otrora potentes Verdes, por su parte, abocados a la construcción de un bloque ecologista no hacen sino ampliarse hacia la derecha de la mano del socialista Daniel Cohn-Bendit (sí, el rostro de Mayo del ’68).
ADMITIR LOS FRACASOS DEL PASADO
Pero el éxito de este poco tradicional revolucionario no se debe a una cuestión puntual ni exclusivamente al deterioro de la izquierda (tesis de comunistas y socialistas, que para no reconocer sus dotes dicen “es que nosotros no estamos bien”). Su liderazgo, según un estudio de la Fundación Jean-Jaurès (ligada al PS), se ha consolidado a través de tres procesos: la campaña por el No a la Constitución Europea en 2005, la movilización contra el Contrato de Primer Empleo en 2006 y las presidenciales de 2007.
En todos ellos Besancenot puso como centralidad la construcción de una fuerza social nueva, nutrida de los distintos levantamientos obreros, estudiantiles y civiles, para luego poner sobre la mesa la necesidad de construir un instrumento político que sirviera de paraguas electoral, “porque resistir solamente no basta”, lo que le valió una encendida polémica con quienes creen en la autosuficiencia de los movimientos sociales. Así nació el NPA, con una resuelta oposición a la derecha francesa pero también radicalmente crítico a las experiencias del socialismo real, al que llama “salvajismo burocrático”.
“Hay que reinventar la revolución porque ningún experimento revolucionario ha tenido éxito jamás. Los fracasos del pasado siempre han sido traicionados, ya sea por una élite armada o por la contrarrevolución burocrática (…) Nosotros estamos intentando lograr el equilibrio de tomar el poder sin ser tomados por el poder”, sostuvo en una entrevista a Kaosenlared.
«Hasta ahora hemos ensayado dos tipos de sociedades: hemos tenido las sociedades burocráticas del Este y hemos tenido las sociedades capitalistas», dijo. «En ambos casos es una minoría de individuos la que decide por la mayoría. Estamos a favor de un modelo donde la mayoría decida por sí misma». El objetivo del NPA, finalizó en la misma entrevista es «hallar un proceso político que permita que un proceso revolucionario sea controlado por su base, especialmente para no fiarse de las promesas mutuas»
TAQUILLANDO EN LAS ANTILLAS
La última de Besancenot fue adelantarse a Sarkozy y los líderes de izquierda visitando antes que ninguno la isla de Guadalupe, en las Antillas francesas, que atraviesa una crisis económica y social a la que sus habitantes respondieron con una huelga general que lleva más de un mes. Luego de que la ira estallara en el pequeño departamento de ultramar, la coordinadora sindical y el Partido Contra la Explotación lograron que Sarkozy accediera a negociar sus reivindicaciones.
El líder de la NPA, que hace días ya había asegurado que el levantamiento guadalupeño “es el ejemplo a seguir”, declaró a los medios a su llegada ayer que visitaba la isla “para aprender” y poder reproducir en la Francia metropolitana el movimiento de Guadalupe. «El pueblo unido y solidario consigue que palabras tabú, casi pornográficas, como aumentar los salarios, sean algo negociable al cabo de un mes de huelga general», concluyó Besancenot.
Por Francisco Figueroa Cerda
El Ciudadano