Por Camila Sierra Madrid
A casi cuatro años de la detención y desaparición de José Vergara el 13 de septiembre de 2015, su familia no descansa. Aún esperan saber la verdad. Hoy el caso se encuentra cerrado, los cuatro carabineros responsables cumpliendo su condena a 4 años de presidio en la comodidad de sus casas, el desierto llano e inmenso esperando a que en él encuentren el cuerpo del joven, y su padre y hermana pidiendo a gritos que se haga justicia.
El joven esquizofrénico, en ese entonces de 22 años, vivía en Alto Hospicio, en la Región de Tarapacá. Su padre, Juan Vergara, no confía en la versión de los condenados. Carlos Valencia Castro, Ángelo Muñoz Roque, Abraham Caro Pérez y Manuel Carvajal Fabres son los cuatro ex carabineros imputados por la desaparición.
La de Juan es una familia pobre. Pareciera que por eso están condenados al olvido y a que la desolación sea perpetua. Kilómetros y kilómetros de desierto. Alto Hospicio –que fue una estación de tren salitrero luego de la Guerra del Pacífico- se encuentra a 10 kilómetros de distancia y a 800 metros sobre el ‘bajo Iquique’. Para personas que conocen el lugar, podría ser fácil hacer desaparecer un cuerpo.
Los carabineros imputados, que como menciona Juan, nunca dijeron la verdad al ser interrogados, indicaron haber dejado a José en el sector de Huantajaya, a unos tres kilómetros al nororiente del actual Centro Penitenciario de Alto Hospicio, hacia el interior. El padre de José relata que su hijo conocía el lugar y sus alrededores, puesto que habían ido juntos en dos oportunidades a buscar algo que les sirviera entre las ropas y zapatillas que van a botan de la ZOFRI. “Si ellos lo hubieran dejado donde dijeron, mi hijo se habría parado, habría visto todo Hospicio y habría vuelto a la casa”, dice.
Pero la historia fue otra. Juan pidió ayuda a Carabineros para que auxiliaran una crisis por la que estaba pasando José ese día. “Toda persona teme a las policías, veía a los carabineros y se calmaba”, relata su padre. Luego de 30 minutos o una hora, su hijo volvía, ya más sereno. Después de esa última crisis en septiembre de 2015, José Vergara nunca más volvió a su casa.
¿Qué cree usted que pasó con su hijo entonces?
Como mi hijo estaba descompensado, seguramente se les fue en collera, le pegó una patada a un paco o presintió que lo iban a torturar hasta matarlo y se defendió, y como eran cuatro -figúrese, cuatro pacos- armados, con pistola y ese instrumento eléctrico que tienen ahora, cómo debe haber estado; hasta el día de hoy nunca dijeron dónde lo dejaron.
¿Qué sentimientos le produce el hecho de que las personas en las que confió para poder calmar a su hijo, sean quienes lo hayan hecho desaparecer?
Una desconfianza total por parte de las dos policías, porque ninguna de las dos hizo nada. La Presidenta (Michelle Bachelet) en ese tiempo tampoco. Todos estos casos primordialmente llegan a La Moneda, y la señora Bachelet hizo la vista gorda. Nosotros quisimos una audiencia para plantearle el tema, que hiciera algo, que obligara a estos carabineros a decir la verdad, porque el error que cometieron fue grande. Aquí en Chile las policías son corruptas, ladronas, asesinas y abusan de su poder; todo el país sabe eso.
Pero en lo más profundo, ¿qué siente?
En lo más profundo, me siento muy triste y con rabia día tras día. Todos los días que pasan son terribles, porque no sé qué hicieron. Las primeras veces trajimos una vidente de Arica, hizo unas sesiones aquí con la familia, hipnotizar a las personas y, pucha, fue cruel escuchar todo el relato. Nosotros sin ver sabemos cómo actuó Carabineros. Entonces es terrible. El General (Bruno Villalobos) en esa época vino a Hospicio, me mandó a buscar, yo cedí y conversé con él en la comisaría para que me diera una solución, pero ninguna; podría él como General Director exigirles a estos asesinos que dijeran la verdad. Nada. Porque no les conviene que eso se sepa, que Carabineros actuó así. Figúrese un General Director de Carabineros cómo se siente si sus subordinados hacen eso. Cómo queda. Nadie hizo nada, porque toda la institución sabe lo que pasó con mi hijo y nunca nadie se ha atrevido a decir la verdad. Ahora el caso está cerrado, los pacos condenados, y ahí están tranquilamente sin decir la verdad, sin remordimiento de conciencia.
Juan Vergara acusa indiferencia de la prensa. “Al comienzo vinieron todos los medios, pero ya se olvidaron, los canales de televisión se olvidaron de mí”. Dice que quisiera ir a algún matinal a contar su historia. “Me gustaría que informaran para que la opinión pública no se olvide de esto, porque es terrible que Carabineros, a los que el pueblo les paga para que lo protejan a uno, hagan desaparecer a una persona que además estaba enferma”, reflexiona aludiendo a la esquizofrenia que padecía su hijo. “No estaba en sus cinco sentidos”, apunta.
¿Usted cree que Carabineros habría actuado de la misma forma si se tratara de alguien con poder o dinero de Iquique?
No harían eso, porque la influencia entre los milicos, Carabineros, la marina, Investigaciones, es una mafia. Yo lo he vivido y lo puedo catalogar así. El poder son ellos, a los ciudadanos se los meten en el bolsillo. A mí me gustaría desenmascarar a este señor de los ‘Topos’ (N.del.R: Francisco Lermanda, líder en Chile de la agrupación internacional de búsqueda de personas en contexto de catástrofes, ‘Topos’) que vino aquí, estuvo en mi casa, tomando once y dijo: «Ya, si José Antonio está allá arriba, lo vamos a encontrar don Juan». Quedamos de acuerdo para un día martes salir a la búsqueda con su grupo y nunca más vino. No sé yo si acaso el Gobierno le pasó unos millones y le dijo: «No, a qué vas a ir para allá, vas a encontrar caleta de gente muerta para allá arriba». Porque es así. En el sector donde dejaron a mi hijo, Carabineros está acostumbrado a ir a botar gente para allá, gente que todavía no aparece, no tan sólo mi hijo, hay harta gente que está perdida por las manos de Carabineros.
Entrevista publicada en la edición nº 234 de la revista El Ciudadano.