La desquiciada introducción de “El Pequeño Odioso” inaugura la neblina en que nos sumergiremos, anunciándonos la completa subjetividad del libro y su desdén a la academia:
“Convencida de que un par de principios bastan para armar conexiones y levantar edificios teóricos en los que se refugian nuestras convicciones. Tambaleantes edificios; precarias convicciones. El punto es el siguiente: estoy cansado de discursos aparatosos”.
Los poetas demuestran estilos diversos, casi siempre recordándonos esa acritud de la juventud, el malditismo del fin de la adolescencia que circunstancialmente deriva en el primer libro de poemas de todo escritor. Ese concepto desde donde se proyecta justifica la visión alucinada de la realidad
(Después de eso un enorme tomate cayó sobre nosotros, / convirtiendo a todos los perros en pájaros / a los pájaros en perros / Lo siguiente fue…) y la acidez de la percepción (A menudo fue el típico panda en su / gasolinera: / taciturno y limpiando / sus manos grasosas contra el overol).
Las biografías de cada uno de los autores tienden a recordarnos que esta obra colectiva puede ser un disparate y no tanto. Si lo analizamos, es posible la interzona donde viven estos escritores en Chile, con distintos oficios y futuros: está el hippie que vende artesanías por Latinoamérica, el geólogo -una de las profesiones mejor pagadas-, el que se va al Amazonas -a lo Alfonso Alcalde o como lo haría Rimbaud se haber nacido de este lado- y termina postulado al Premio Nacional de Literatura por universidades de provincia, el que es editado en Canadá, y los que sencillamente desaparecen, sugiriendo en conjunto la evocación de la lectura de las biografías de los surrealistas por Bolaño como breves obras en sí mismas, el juego de Borges por cierto, más lúcidamente chilenizado por los versos del disfraz de Díaz Gago, generando zooms a imitadores de sujetos creados por la cultura de los medios.
El epílogo funciona como el trasfondo posible para el libro, lo enmarca en el neo-apócrifo y da pistas para dilucidar el supuesto investigador detrás de la antología y la identidad de los autores. Cierta renuncia hay en esa escritura a llevar la farsa tan lejos.
Lo que puede parecer una broma bien urdida más bien problematiza el concepto del autor, porque ¿cuál es la importancia de publicar un poemario independiente? Ninguna, en realidad, no pasa nada, casi a nadie le cambia el estatus, menos gana dinero. Más en el origen supuestamente provinciano de estos autores, que los entrega a la deriva desaparición en el Chile profundo, donde no hay escena ni escenario donde validarse y existir como poetas.
Entonces por qué no jugar, recordar que la escritura puede ser divertida o que en algún momento lo fue, aunque ficcione el dramatismo de ser joven; colocarse en la piel del otro, como lo hacen estos entrañables poetas, insertando lados b de su producción, versos que huyen de su propio proyecto de obra.
Varios Autores
Ediciones Altazor. Viña del Mar. 117 páginas
Por Cristóbal Gaete
El Ciudadano Nº137, primera quincena diciembre 2012