Entrevista a Mariano Blatt: La voz de la generación

Si en Chile los éxitos narrativos son detectados en internet por las transnacionales, en Argentina Mariano Blatt fue rescatado por pequeñas editoriales que conocieron su poesía queer y callejera en Fotolog

Entrevista a Mariano Blatt: La voz de la generación

Autor: Grado Cero
Si en Chile los éxitos narrativos son detectados en internet por las transnacionales, en Argentina Mariano Blatt fue rescatado por pequeñas editoriales que conocieron su poesía queer y callejera en Fotolog.

Por Cristóbal Gaete

Estamos en la mesa más cerca de la salida a la calle de un bar que lentamente se va enfervorizando. Detrás de Mariano Blatt (1983) solamente consumen hombres cerveza atendidos solamente por muje  res uniformadas, en la televisión Santiago Wanderers juega un partido para definir su categoría en el sistema de divisiones del fútbol chileno. Si Mariano Blatt estuviera en el estadio pagando entrada pasaría desapercibido con sus shorts de futbolista que dejan ver sus largas y delgadas piernas y observaría la grada tanto como el campo, así como lo registra en “La luz de los estadios de fútbol” del 2006, compilado en “Mi juventud unida” (Mansalva, 2015), que reúne sus poemas escritos entre 2005 y 2015. Si jugara en la cancha se vería como un flaco alto con el pelo muy corto, ojos claros en las fotografías; sin duda se convertiría en una especie de galán desinteresado o un jugador posmoderno y tendría un apodo por sus orejas que estira mientras habla.

Sí, estamos siendo publicados en marzo del 2018, y esta entrevista se desarrolló en diciembre del 2017, en medio de la Feria Internacional del Libro de Valparaíso organizada por Gladys González. Blatt es uno de los elegidos por ella del país invitado, Argentina, debido al ejercicio paralelo de la escritura y la edición (Blatt y Ríos, De Parado). El ánimo de dinamizar la experiencia de lectoría y escritura en esta feria es posible con poetas como él, no podríamos homologarlo a ningún colega chileno actual. Es queer, skater, futbolero, callejero, pop y cervecero, pero a la vez comunica algo íntimo.

No se trata de ser mejor comparativamente, algo sin sentido en la poesía, sino de expandir el campo de escritura a peleas de barrio en el ascenso, fiestas electrónicas, homoerotismo, deseos sin cumplir a los treinta años de una generación, cantados por el poeta bisagra de la misma, una generación de barrio pero formada en la universidad y que, por ende, puede mantenerse real y transitar espacios de élite. Como señala Mauro Libertella en la reseña que le hizo en Clarín a “Mi juventud unida”: “Blatt incorpora a sus textos el lenguaje oral de un grupo de amigos, la lengua íntima y llena de guiños internos de una comunidad de pibes de una edad. Pero lo suyo no parece ser una “etnografía” de la lengua ni lo mueve la necesidad de plasmar, al modo sociológico, una conducta generacional. En cambio, como muchos de los mejores poetas, lo suyo es más natural, menos programático: pareciera que Blatt trabaja con lo que tiene a mano, y por eso en un mismo texto pueden convivir las frases entrecortadas de unos adolescentes fumados con otros versos de tono más literario, más definidamente escritos. En la naturalidad de esas transiciones (en la invisibilidad de esas transiciones) está la clave lingüística de estos poemas”.

Si expandimos los elementos en “Mi juventud unida” es porque nuestra lectura confronta el artificio de conocer una obra hecha y no acompañarla en su proceso de crecimiento, llevado a cabo en otras editoriales. Parece inevitable para lo que significa la desaparición de las publicaciones independientes en cualquier lugar de Latinoamérica.

¿Cómo fueron hechos tus primeros libros?

La mayoría de las editoriales probablemente no los conocen porque no existen más. Si hablamos de “Increíble” fue publicado por El niño Stanton, que era de Gerardo Jorge y Victoria Cóccaro, que hacían una revista y sacaron algunos libros con el mío. Cuando se separaron se acabó la editorial y Gerardo sigue editando libros y pasa a llamarse Stanton. Eran tiradas muy chiquitas, de trescientos ejemplares. Aparece también en Belleza y Felicidad la plaqueta “Nada a cambio”; Fernanda Laguna fotocopia, es muy difícil saber el tiraje. Después aparece en la editorial digital Determinado Rumor la plaqueta “No existís”, que está en formato e-book, que sigue existiendo creo, pero hace tiempo que no edita. Hay otras, hasta Mansalva eran editoriales realmente de tirajes muy chicas.

¿Cómo pudiste llegar a la primera editorial?

A través de una red social que en Argentina fue muy popular, que se llamaba Fotolog. El año 2004, 2005, empiezo a subir unas fotos y yo escribía un poema y lo colocaba sobre ella. Viste que te daba la posibilidad de hacer un epígrafe, pero yo inventé esto, no sé de dónde se me ocurrió colocar el poema encima de la foto. De alguna manera se vinculaban con la foto, otras veces no. Ahí publiqué mis poemas, fotopoemas si se quiere, y el editor Gerardo Jorge me conoce ahí, me comienza a seguir. En la revista que se llamaba El niño Stanton, que era de poesía y artes visuales, a veces se regalaba un disco o un libro y en un número lo que regalaron fueron esas fotos, las que subía a Fotolog, impresas en forma de adenda y ahí pasamos a editar en formato libro. Yo estaba escribiendo otras cosas ya, que conformaron “Increíble”. Llegué a la poesía gracias a Fotolog. En Argentina hubo una movida en Fotolog, muchos artistas, muchos escritores usaban la red social, se conoció mucha gente entre sí, se armó un circuito, mis amigos de ahora los conozco de la época de Fotolog. Todo el mundo del under tenía Fotolog. Ahora es distinto, me ha tocado viajar mucho por la poesía y me ayudó mucho Youtube. Hay poemas que, por ejemplo, tienen quince mil vistas. Me pasan cosas rarísimas como que a mi papá hay gente que le habla que conoce a su hijo, hay mucho poder en Youtube.

Cuéntanos tus años de formación literaria.

Mi relación con la poesía empieza, se interrumpe y vuelve a empezar. Muy chiquito, de niño escribía cuentos, las maestras me felicitaban por mis composiciones escolares, me gustaba leer y me gustaba escribir, si me preguntaban que quería ser de grande yo decía escritor. En la secundaria extravío ese deseo, nunca dejo de ser lector, pero dejo de escribir y pensar que en la literatura estaba mi futuro. Al terminar el colegio caigo en un tiempo perdido para ver qué carrera estudio, a qué me dedico. Tomo un curso en un centro cultural sobre vanguardias artísticas del siglo XX, con la profesora Andi Nachón. Quedo fascinado con el curso, con la chica esta, que se veía muy andrógina, no se sabe si es hombre o mujer, y en la primera clase tampoco lo sé. Me cruzo con un libro de ella en una librería, lo compro, lo leo, me cuesta mucho porque no estoy entrenado en la lectura de poesía pero algo me fascina y me llama la atención. Me vuelvo a vincular con la escritura y decido ser poeta. Comienzo copiándole a ella, su tono, empiezo a pulir mi escritura y ella me introduce a los escritores de los noventa como Daniel Durand.

LA COMPLEJIDAD DE LO SENCILLO

La poesía argentina de la última década del siglo XX mostró una diversidad y calidad estilística importante a partir de editoriales independientes como la mencionada Belleza y Felicidad, Vox -de Bahía Blanca-, del Diego y Eloísa Cartonera. Algunos de los libros más relevantes de esta oleada estética son “Tuca” de Fabián Casas, “Punctum” de Martín Gambarotta, “Zelarayán” de Washington Cucurto y otros que ya fueron editados en la década siguiente como “Poesía civil” de Sergio Raimondi y “El Estado y él se amaron” de Daniel Durand. Cada uno halla un modo de expresión particular, único, como lo hace desde sus primeros poemas Mariano Blatt, sintetizando sus antecedentes. Si podemos pensar en la profundidad de la experiencia barrial de Casas como referente de lectura, también podemos detectar a partir de esta edición antológica el modo en que Blatt va configurándose y recreándose como sucede en los otros poetas mencionados antes.

Uno de los elementos que destaca en tu poesía es la aparente cotidianidad que posee.

No sabría decir cómo sucede. Sí podría decir que me habilitó cierta lectura de la poesía de los noventa, conocer esos poetas me dio ciertos tonos, cierta cotidianidad, siempre con la exigencia que lo cotidiano no sea lo único que caracterice esa escritura. Que parezca sencillo y no lo sea; tiene que haber algo que esté a la vista y no esté a la vista, que llame la atención del oído. En lo cotidiano es más difícil, si es el sonido habitual de la calle y la ciudad, cómo voy a hacer que me escuchen. Ahí está la dificultad de diferenciar un poema de una escritura cotidiana.

¿Por qué decidiste mantener la jerga en tus poemas?

Nunca se me había ocurrido hacerlo de otra manera la verdad, solemnizar en la escritura es algo que no representa la forma en que yo hablo y pienso. Tampoco me gustaría que mi poesía fuera coloquial, sino que hay un trabajo sobre la coloquialidad. Hay que ser ocurrente con el lenguaje, como poeta pero también con los amigos, nos emborrachamos y todo el tiempo estamos haciendo chistes que son del lenguaje, haciéndolo equivocar, el error. Es innato, disfruto del lenguaje.

-¿Qué zonas de Buenos Aires registra tu poesía?

Aparecen referencias geográficas identificables a partir de mis poemas del 2010. Vivo en un barrio de Agronomía, hermoso, alejado de la ciudad. En medio hay un predio de la universidad que es un campo con miniatura, los estudiantes hacen sus trabajos ahí. La mayor parte de mis poemas son de esa zona.

LA LITERATURA DE LOS PUTOS

Blatt dispone la belleza masculina juvenil en un lugar preponderante, los poemas están centrados en relaciones que suceden en la calle con un intercambio de camisetas de fútbol del ascenso o en medio de una fiesta electrónica en la que están drogados. Si la expresión de amor homoerótico antes estaba desplazada a un lugar marginal o ghetto, acá aparece en el barrio después de comprar pan, liberado como lo ha permitido el empuje de las minorías forzando esta contemporaneidad.

-Si bien has descartado que tus poemas sean autobiográficos, hay experiencia vertida allí.

Voy integrando la belleza masculina que miro. Por lo general se considera que son biográficos mis poemas. Ojalá lo fueran, es una autobiografía deseada. Le robo mucho a los amigos cosas que me parecen divertidas y ocurrentes y voy mezclando; siempre está esa cosa de inspiración que no se sabe cuándo va a ocurrir. Es la vida de los putos, de las noches de Buenos Aires. Mis amigos son djs, fotógrafos, cadetes; mucho puto, podría nombrar miles. Son amigos o son putos de Buenos Aires los que me inspiran.

¿Qué significa el fútbol para ti?

Siempre fui muy fanático del fútbol, siempre sentí mucha fascinación por el deporte pero sobre todo con el contexto que se da en los estadios, dentro de las hinchadas, de las tribunas. Siempre me gustó más cuando las condiciones son más precarias, el fútbol de ascenso, la segunda división, la tercera o la cuarta. Todo ese contexto se vuelve más luminoso para mí, los estadios son más chicos, lo que rodea el estadio es más suburbano, me gusta la competencia y también las imágenes que se ven, los colores, las luces. Un atardecer en una cancha de fútbol, el pasto y demás y por la situación homoerótica que hay en una tribuna; eso de cientos, de miles de hombres alentando a otros veintidós hombres físicamente superdotados, con cuerpos esculturales de futbolistas profesionales. En la tribuna los hombres sin polera, festejando, cantándole a los del frente, amenazando que se van a pelear, toda esa situación me atrae mucho y me parecía muy llamativa y muy hermosa. De todas maneras en estos últimos años me fui desencantando, la gente en Argentina es muy violenta con el fútbol. Siempre ha habido un folclor del fútbol de la rivalidad, pero que en estos últimos veinte años se convirtió en mafia, en delincuencia, en asesinato, en violencia y esto llevó a que a los estadios argentinos solo van los hinchas locales porque era insostenible la situación por lo costoso del operativo policial, y ningún gobierno se quería hacer cargo que se matara gente en el fútbol. Ya perdió el encanto, no hay nadie a quien gritarle. Quizá me di cuenta que siempre estuvo así, yo idealizaba porque la cancha es machista, de fachos, masculina, exacerbada, es una mierda. Pero siempre hay encanto, los cuerpos de los chicos drogados en cueros sostuvo mi atractivo por el fútbol por mucho tiempo.

¿Te sientes parte de una tradición queer latinoamericana?

Ojalá esté en ella. El puto que escribe le encuentra de grande la salvación a cosas que pueden haberte traumado de chico. El destino de escribir cosas da la oportunidad de reivindicar lo puto. Néstor Perlongher y Pedro Lemebel son maestros en eso, en épocas mucho más difíciles que ser puto ahora. Escribir sirve a otros putos para darse valor.

Nos podrías contar de De Parado, tu otro proyecto editorial.

Son relatos de pornografía gay. Le pedí a amigos que escribieran, algunos son escritores y otros que no. Hace un par de años refloté la editorial y sacamos una novela llamada “Gualicho”. Creo que es un proyecto que puede crecer mucho; no hay necesidad de hacer una editorial de ghetto gay porque hay editoriales con sensibilidad gay, pero es bueno volver al ghetto. Como las páginas de porno gay en las que siempre había una sección de relatos, y era gente contando cosas como que se juntó con su primo que me encantaban, quiero reflotar ese espíritu.

ESCRITORES ATRAPADOS EN LA RED

Hacia el final de “Mi juventud unida” los poemas se convierten en dos versos o caen en la repetición, recurso utilizado transversalmente antes, en textos que asegura seguir escribiendo para siempre. La repetición es como el sonido de la fábrica que adormece al lector para deslumbrarlo cuando cambia, ahondando la escritura. El proceso es de incrustación de elementos fuera de la inspiración o lo interrumpido abre los problemas del escritor en tiempos modernos. Lo que tanto da -Fotolog y Youtube en este caso-, quita cuando el tiempo y el mismo lugar del escritor generan expectativas en los desesperados usuarios de redes sociales, tema que atraviesa la generación. Blatt incluye poemas que describen sus relaciones cuando no existía el celular, un recuerdo que varios aún llevamos con nosotros.

¿Cómo es tu relación con las redes sociales y la exposición pública?

No puedo aceptar a más amigos en Facebook. Se dio un fenómeno con mi poesía en Argentina que trascendió y han tenido que reimprimirlo de a mil copias. Me doy cuenta por eso que me escribe gente con Instagram diciendo que no lee poesía pero que le encantó mi escritura. No sé por qué, no soy quién para explicarlo. A la vez tengo la editorial Blatt y Ríos a la que escribe mucha gente para publicar, en un momento eran demasiados mensajes de Facebook, demasiadas invitaciones a leer. No desprecio las lecturas pero bajé mucho mi productividad de escritura en los últimos tres o cuatro años. La gente me invita mucho a leer y ya leí miles de veces los poemas y me cuesta conectarme con ellos. Ya no leo en Buenos Aires. Quiero escribir ahora, no quiero leer. Se me trabó mucho la chispa. Son etapas, aparte tengo treinta y cuatro años, ya tengo una editorial y ya estoy en otra. Estudié una carrera de edición de libros y me dedico a eso. Hago servicios editoriales para otras personas, la editorial misma no nos mantiene. La primera vez que leí en vivo, Damián Ríos me encaró y me dijo que me seguía en Fotolog. El dirigía Interzona con Edgardo Russo. Como él sabía que estudiaba edición me llevó a trabajar. De ahí editamos juntos hace un montón de tiempo.


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