Gonzalo Geraldo (ed.)
Cinosargo
104 páginas
Por Juan Francisco Urzúa
En el mapa de la lectura nacional, Perú está borrado. Y destaca tal supresión, dado que hemos incorporado de buena manera otras experiencias literarias de la zona, como las provenientes de Argentina o México. La razón de que al enumerar escritores peruanos no pasemos de César Vallejo y Mario Vargas Llosa, puede radicar en el amplio racismo expuesto por la clasista sociedad chilena, que arrastrando odiosidades históricas, miopemente vio en la migración peruana más una oportunidad de sometimiento que de nutrición cultural.
Esta invisibilización nos ha impedido poder apreciar generaciones de autores prolíficos, que han entregado obras absolutamente relevantes para las letras latinoamericanas, como los pertenecientes a grupos neovanguardistas como Hora Zero, Kloaka y Neón, sincrónicamente articulados por Gonzalo Geraldo (Santiago, 1989). Aunque en palabras de Luis Chueca, poeta, académico y quien introduce la presente edición, podemos considerar solo dos de estos grupos como netamente neovanguardistas, Hora Zero y Kloaka, quienes están además unidos por la utopía como leitmotiv, hipótesis planteada como eje medular a desentrañar por la compilación:
“En ambos casos se observa la conjunción de dos aspectos que considero centrales en todo proyecto de vanguardia o de neovanguardia: la apuesta por ampliar radicalmente los rasgos de escritura establecidos en un momento dado y en una actitud beligerante que pugna por cuestionar lugares, convicciones y premisas arraigadas en el campo del arte y, con ello, de sus vínculos con la sociedad y con la vida”.
El libro dispone primero una selección de entrevistas, algunas recuperadas de revistas literarias latinoamericanas, pero en su gran mayoría registradas por Geraldo, quien busca levantar respuestas o tópicos en base a marcadores provocativos, permitiendo a los poetas interpelados articular una reconstrucción del momento fundacional, cruzado por las vivencias personales y convicciones políticas que abarcaron transversalmente estos movimientos. Sin embargo, al momento de reunir más de una experiencia de cada generación, se debiese buscar mayor variedad en los tópicos de las respuestas, ya que en algunas entrevistas se logran distinguir discursos repetitivos, que dan la idea de obedecer al moldeamiento posterior propuesto por la academia.
“A diferencia de los grupos de las décadas anteriores, como Hora Zero en los 70, Kloaka en los 80, a Neón le tocó una época de total ausencia de utopías políticas. Ya los partidos, a los que en su época pertenecieron poetas de generaciones anteriores, estaban mermados por la guerra interna. La izquierda más radical estaba en lucha, o sea, Sendero Luminoso y MRTA, que venían librando una sangrienta lucha contra el Estado. La generación de Neón, no creía ni en partidos políticos legales, ni ilegales. Neón, en medio de ese desencanto y de violencia, apostó por la poesía como lucha por la vida, por el arte y por un país justo” (Miguel Ildefonso, poeta y crítico literario).
Creo que el punto más alto del libro se encuentra en su segunda sección, la cual compila una excelente curatoría de poemas, algunos de ellos registros inéditos de autores de la talla de Enrique Verástegui, Héctor Ñaupari, Domingo de Ramos, Roger Santiváñez o Eloy Jáuregui, logrando articular una nutritiva muestra de los que estas neovanguardias aportaron en fuerza a la poesía peruana, así como un amplio barniz de autores arriesgados, crudos en muchos casos, y de una poética desencantadamente cercana.
“Tu tesoro, Carlos Oliva, es el amor que perdiste
en tus manos de navegante ebrio,
de náufrago sobre un tronco a la deriva,
de marino agotado de tanto nadar contra la corriente,
para llegar tenuemente hacia la resaca.
Mi poesía en sí no tiene nada que ver con la poesía:
es un clamor de condenado.
Es una protesta, pero esta protesta es principalmente
contra mí mismo.
El canto por el canto en sí no existe (ni siquiera en los pájaros).
El objeto de mi canto –lo que sea– es liberarme de mí mismo,
negarme a mí mismo, es decir, salvarme de mí mismo.
De mi propia autodestrucción que está a punto de desintegrar mi vida.
Es una protesta contra mi condición humana, narcisista y sórdida
y decadente.”
(Carlos Oliva – S/T)
Los nuevos lectores en Chile han tenido un renovado interés por descubrir autores del Perú, principalmente alentados por libros como este y por proyectos editoriales fronterizos que han acogido esta literatura de manera preocupada. Destaca el trabajo del escritor y editor Daniel Rojas Pacha, quien desde Editorial Cinosargo ha impulsado el intercambio y visibilización de escritores peruanos y de frontera.
Desde el mismo prisma se propone “Entre las utopías y el desencanto”, compilatorio que denota una gran convicción de querer convertirse en la puerta de entrada a medio siglo de poesía peruana desconocida. Guía de autores imprescindibles que aparte de situarnos en su contexto, y entregar un excelente poemario, pasa a recordarnos que no hemos sabido leer a nuestros vecinos del norte.
Geraldo se propone ampliar el mapa de la poesía peruana más allá de Vallejo, que en palabras de Eloy Jáuregui «es un monte inmenso, un volcán que está ahí con nieve encima y lo hemos trepado. En este sentido hemos vencido el síndrome de Vallejo; Vallejo es muy fuerte, muy pesado, muy huesudo como decía el poeta Alejandro Romualdo. Para ser poeta en Perú, tú tienes que vencer al hueso Vallejo, derrotarlo, ser mejor que él. Esa ha sido nuestra tarea». Esto demuestra la urgencia que tiene la literatura del Perú – y que en general cruza todas las manifestaciones literarias modernas – en derrotar viejas obligaciones canónicas, acercando su óptica a escritores situados en las verdaderas problemáticas sociales, marginales de la academia y revolucionarios en su esencia.
Volver a nutrir de poetas las letras latinoamericanas es una tarea importantísima, más aún en tiempos en los que la poesía cuenta cada vez menos con posibilidades de publicación debido al despiadado mercado internacional que se niega a incluirlas.