El simulador ayuda a mejorar las predicciones sobre la intensidad de los huracanes, el punto débil de la meteorología hasta ahora.
En el interior de la Escuela de Ciencias Marinas y Atmosféricas Rosenstiel de la Universidad de Miami (UM), se desarrolla una tormenta, en una improvisada casa sobre pilotes y sus cimientos golpean con furia por el viento olas de categoría 5, mientras un conjunto de sensores recolecta datos sobre el comportamiento de los huracanes y la estabilidad de la estructura.
Se trata del simulador de huracanes más grande del mundo que está actuando, para ayudar a salvar a los países de los efectos de estos fenómenos naturales que van dejando a su paso inundaciones, destrucción, pérdidas económicas multimillonarias y personas heridas o fallecidas.
Gracias al uso de innovadoras tecnologías, los científicos del centro universitario han logrado crear los más potentes huracanes para conocer su comportamiento, evolución y debilidades.
El científico Brian Haus, es el director del centro de investigación, y desde niño vivió en carne propia el efecto del paso de huracanes en el sur de la Florida, pero nunca experimentó uno de la magnitud del que genera el simulador.
«Nunca vi olas consumir una costa o escuché la terrible fuerza de los vientos de 157 millas por hora», dijo citado por El Espectador.
El Sustein (abreviatura de Surge Structure Atmosphere Interaction Facility) es un simulador tan grande como una casa, que puede ser activado con solo presionar un interruptor.
Cuando Brian Haus, enciende la máquina con un motor de 1.700 caballos de fuerza, se produce un sonido atronador y los remos comienzan a agitar 144.000 litros de agua fresca.
Mientras las olas de color aguamarina chocan cada vez con mayor ímpetu contra las ventanas acrílicas, la máquina reproduce los vientos de 250 km/h que un huracán de categoría cinco desataría.
Dentro del tanque de 23 metros de largo por 6 de ancho y 2 de profundidad, una casa miniatura verde y blanca recibe la fuerza del ciclón.
La máquina, un acuario gigante que permite producir vientos y oleaje en su interior, requirió una inversión de 15 millones de dólares, además de los 47 millones que se usaron para erigir del edificio que la alberga en la Escuela de Ciencias Atmosféricas de la universidad en Miami.
Haus explicó que «toda la fluctuación que vemos en el aire es el resultado de interacciones con las olas», por lo que al estudiarlas el equipo espera saber cómo los huracanes ganan fuerza y qué tipo de estructuras pueden crear los ingenieros para ayudar a disipar la marejada ciclónica, el evento similar al tsunami que causa la mayoría de las muertes.
Recordó que «el agua tibia es como combustible para los huracanes, por lo que a medida que el cambio climático se intensifique y las temperaturas de los océanos aumenten, los huracanes serán menos frecuentes pero más poderosos», profundizando la crisis climática.
Con estos simuladores de última generación, los investigadores esperan obtener información que ayude a mejorar los modelos de pronóstico y a fortalecer las ciudades costeras antes de que llegue el próximo gran huracán, como es el caso del Dorian que amenaza a Bahamas y La Florida.
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