Las organizaciones que han participado en la Cumbre de los Pueblos 2013 de Santiago de Chile le apuestan a ser alternativa y a frenar el “bloque de poder” que oprime a los pueblos. Coordinación, decir adiós a los sectarismos y pasar de la resistencia a la construcción de alternativas son los puntos fuertes de la Declaración Final.
La declaración final de la Cumbre de los Pueblos 2013 llegará a los jefes de Estado que hoy también concluían la cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea. Unos jefes de Estado que, según este texto, abonan unas relaciones “que priorizan los privilegios y ganancias de los inversionistas frente a los derechos de los pueblos a través de acuerdos comerciales y acuerdos bilaterales de inversiones, profundizan este modelo que perjudica a los pueblos de ambas regiones”.
Si los Estados actúan así, coordinados con el capital financiero y las empresas transnacionales, las organizaciones de base deben buscar un grado de articulación tan o más potente. Hasta ahora, estos movimientos “han logrado tensionar y agrietar las actuales lógicas y nos dan la esperanza de que otro mundo es posible”. Ahora hay que pasar a la construcción de las alternativas.
Por eso, la Declaración llama las organizaciones populares “a pasar de ser resistencia y movimientos reivindicativos a una alternativa que contenga una propuesta política-social integral” en cada país. Eso para recuperar los “derechos y los bienes naturales arrebatados”, por medio de “la nacionalización, la comunitarización de los bienes y servicios y los medios de producción y el reconocimiento constitucional de la naturaleza como sujeto de derecho”.
Las y los participantes en la Cumbre le apuestan al “paradigma del buen vivir” frente al modelo capitalista extractivo que actualmente impera en nuestros países y exigen la ponerle apellidos s la democracia para que sea “directa, participativa y popular”. Para que esa democracia sea real, las organizaciones se comprometen a “promover la integración en la participación política de los niños y niñas y las juventudes, desde un enfoque de género”.
La declaración se pronuncia a favor de la “autodeterminación de los pueblos originarios” del planeta para romper, entre otras cosas, con el modelo colonial de “territorialidad” y promover el concepto y las acciones que lleven a pueblos y comunidades a lograr la “soberanía alimentaria”.
Es evidente que en la Cumbre se ha tratado la escalada en la criminalización de los movimientos sociales y populares y, ante ésta, plantean la necesidad de que las organizaciones se articulen “de tal manera que se genere la fuerza necesaria para frenar el avance de leyes antiterroristas y la inserción en las comunidades indígenas de nuestros pueblos, como a su vez la militarización imperialista que ha instalado bases militares en America Latina, Europa y el Caribe”.
En el documento final de la Cumbre también se apuesta por “posicionar el feminismo con un proyecto político antipatriarcal y anticapitalista” y por la recuperación de la “soberanía” de los cuerpos “como territorio propio de las mujeres”.
Hay todo un aparte dedicado a la solidaridad con causas concretas de pueblos que enfrentan el imperialismo o graves problemas de militarización y/o bloqueo.
En todo caso, la conclusión más reiterada en esta declaración de la Cumbre de los Pueblos es que las causas, los discursos y las alternativas deben ser unitarias y globales, porque globales son los desafíos y las amenazas. Ante esa realidad constatan: “No podemos dividir más las instancias organizativas en las que estamos, conducir hacia un proyecto en la diversidad es el mayor desafío que se nos presenta para la generación de una alternativa real de poder popular. Romper con los sectarismos que fragmentan, dividen e impiden la construcción de unidad del campo popular, es una tarea urgente”.
Por Otramérica