Por Equipo Triagrama Instituto
Estamos experimentando la OPRESIÓN de una PERSECUCIÓN por parte del Ministerio Público, con intención o sin ella; el resultado es que afrontamos su casi incontrarrestable poder para hostigar penalmente.
Después de 2 años y medio de investigación, con el antecedente desde 2015 de una correcta interpretación y aplicación del Derecho y la Ley 20.000 en estos casos, y específicamente en el caso de Triagrama, el Ministerio Público está pidiendo una pena de 25 AÑOS DE CÁRCEL para uno de nosotros, para un profesional que se encuentra ejerciendo su soberanía esencial sin causar daño, ocupando el espacio que la Corte Suprema ha confirmado existe para realizarnos de un modo autónomo en el cumplimiento de los derechos y deberes esenciales, sin interferencia del Estado.
Un espacio que la unidad técnica especializada del Ministerio Público también ha reconocido y comunicado a la ciudadanía y al Poder Legislativo en octubre de 2016, en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, en nombre de la institución… Estos son los antecedentes, las señales oficiales que hemos recibido, que hemos estado siguiendo, que en conjunto con las autoridades hemos estado difundiendo.
Pero resulta que el Ministerio Público ha continuado su persecución como si tal antecedente no existiera, resistiéndose obtusamente a integrar la inteligencia develada por la jurisprudencia. Así, mientras la máxima autoridad de la justicia Penal en Chile, la Sala Penal de la Corte Suprema, respalda unánimemente nuestra identidad fundamental que goza de soberanía, el persecutor nos niega tal reconocimiento y busca imponernos sometimiento a una interpretación errada de la norma, a una aplicación mañosa que descarta desde el comienzo toda posibilidad de inocencia.
Nosotros los ciudadanos somos víctimas de esta falta de coherencia del Estado, se nos da un sí fundamentado, pero una vez adentro se nos persigue sin razón jurídica válida. Somos víctimas de un mensaje doble-vincular, de una comunicación contradictoria respecto a quienes somos y cuáles son nuestras facultades como personas. Por esto es tan grave la vulneración, tan insidioso el daño, porque afecta veladamente el despliegue de nuestra real condición, el despertar de nuestra ignorancia respecto al poder que verdaderamente tenemos para conducirnos en la vida.