El Centro Cultural López Elías genera su propia electricidad y agua a través de paneles solares y un sofisticado sistema para recoger el agua de lluvias
Las bibliotecas son espacios para aprender, divertirse, para soñar con nuevos mundos y construir un mejor futuro.
En un bonito fraccionamiento del municipio de Tepoztlán, ubicado al norte del estado de Morelos, el abogado y economista Pedro López Elías construyó la que es considerada la primera biblioteca sustentable en México, un espacio que aspira también a impulsar la cultura en este ayuntamiento en donde el 49,6 % de los habitantes vivía en pobreza en 2010.
El Centro Cultural Pedro López Elías parece una elegante mansión con muros blancos, enormes ventanales y diversas plantas verdes que embellecen con el cielo transparente de Tepoztlán. Con la ayuda de dos arquitectos, el fundador del recinto construyó una biblioteca que se diferencia de las más de 7.500 que existen en México, gracias a la autogeneración de agua, luz y un sistema de aire que mantiene fresco el lugar.
Diseño sustentable
En el exterior del edificio, una enorme figura de alebrije —coloridas criaturas fantásticas recreadas por artesanos mexicanos— resguarda una fuente con mucha vegetación que, más que adornar el lugar, funciona como una cascada que, por medio de tubos escondidos entre las plantas, capta el aire fresco y lo redirecciona al interior de la biblioteca para mantenerla siempre entre 22 y 26 grados de temperatura.
Los más de 55.000 libros de todas las categorías —incluyendo algunos tesoros antiguos— están resguardados en este edificio inteligente que constantemente «está respirando de forma natural», según explica Alejandro Machorro, coordinador del centro cultural.
El suelo del exterior está conformado de piedras cortadas como un gran rompecabezas que, junto con algunos conductos que recogen el líquido en los techos, termina por trasladar el agua hacia una cisterna de 36 metros de largo, 6 metros de ancho y 3 metros de fondo, con una capacidad para 650.000 litros, suficiente para hidratar a 800 personas durante un año.
En este proceso, el agua pasa por tres secciones: un asentamiento de sólidos para separarla de la tierra; el filtrado por presión para limpiarla; y el sistema que, a través de tanques y bombardeos de rayos ultravioleta, termina por desinfectar y purificarla.
El agua que se recoge va a los baños, a la biblioteca y para consumo potable, a través de los bebederos instalados en el jardín, junto al área infantil.
Algunos metros por encima de la cisterna, sobre el techo, hay 42 paneles solares que generan más energía eléctrica que la que consume el Centro Cultural Pedro López Elías. Los lectores, niños o adultos, también pueden aprovechar la luz natural que durante todo el día entra a la biblioteca.
La historia
En un principio, López Elías pensó en construir una biblioteca privada para albergar los títulos que tenía porque la colección en su hogar fue creciendo tanto que su esposa le lanzó la advertencia: «Cabemos nosotros, pero no tus libros«.
Cuando le comunicó al arquitecto que quería una biblioteca con capacidad para 100.000 libros, el ingeniero no lo recibió bien. Pero López Elías, necio como él mismo se define, logró que finalmente se construyera, pese al «calvario» que fue durante el diseño y los primeros cimientos, según cuenta.
Primeras lecturas
La obsesión de Pedro López por la lectura comenzó desde muy chico, con las revistas de historietas infantiles ‘Memín Pinguín’ y ‘La pequeña Lulú’. «Yo también leía y fue como me empezó a gustar la lectura, con estos cuentos que todavía tengo por ahí», cuenta desde su oficina en el Centro Cultural.
A los problemas de construcción superados, se sumó la traba burocrática para incorporar el proyecto a la red de bibliotecas públicas nacionales, hasta que el 30 de agosto de 2014 finalmente les entregaron un reconocimiento como integrante de la red.
Con cinco años de vida, el Centro Cultural que lleva su nombre cuenta con un anfiteatro para conciertos —construido con materiales reciclados—, una sala de cine, un espacio para lectura infantil, juegos para niños y un pararrayos en el techo, que fue uno de los extraños requisitos que les exigieron pusieron para integrarse a la red de bibliotecas nacionales.
Ejemplares históricos
La biblioteca tiene algunos tesoros, como mapas antiguos de México (del siglo XV al XIX), monedas de la época romana y griega y algunos ejemplares históricos que permanecen bajo resguardo, en un cuarto acondicionado, para mantenerlos en óptimas condiciones:
- Ocho incunables, como se le llama a los libros que se hicieron entre la aparición de la imprenta —por Johannes Gutenberg en 1450— hasta 1500.
- Una carta del general de la Revolución Mexicana, Francisco I. Madero, escrita a su novia un mes antes de casarse.
- Escritos del expresidente Porfirio Díaz, quien gobernó México interrumpidamente entre 1876 y 1911.
- Textos con la firma original de Emiliano Zapata, el líder de la Revolución Mexicana que luchó por la defensa de los campesinos.
Transformación en la comunidad
El Centro Cultural tiene otro tesoro, uno abierto que no permanece resguardado ni tiene un valor histórico. Este lugar se ha convertido en un espacio de encuentro para los niños de la comunidad.
«Si un niño quiere salir y subirse a los juegos, puede hacerlo, nadie le va a decir nada (…) Va, juega, regresa, lee, se mete a la sección infantil y no pasa nada, pueden hacer lo que quieran», asegura el fundador.
Afuera de la oficina de López Elías, camina el cliente consentido de Alejandro Machorro, el coordinador de la biblioteca. Se trata de un chico de 10 años, que vive a unas cuadras del sitio, y que en pocos meses se ha vuelto un visitante frecuente. Mientras el pequeño sale al jardín, una niña de aproximadamente 9 años se sienta a colorear en su cuaderno, a unos pasos del área de lectura infantil, en donde solo se puede entrar descalzo.
Por medio de talleres, cursos y visitas a escuelas, el Centro Cultural intenta crear lazos de amistad entre los niños de Tepoztlán y pequeños ‘homeschoolers’ (infantes de otras ciudades o países que estudian en casa). Por el nivel de compenetración que muestran, Machorro cree que se ha logrado el objetivo: «¡ahora hay que mantenerlos separados! Llegan a los talleres y hay que separarlos, son la pandilla, el barrio», bromea.
Entre los planes a futuro del Centro Cultural está lanzar ‘el bibliobus‘, una biblioteca itinerante en un autobús con pantalla de cine para llevar libros, contar cuentos y ofrecer cine a niños de comunidades apartadas del cerro de Tepoztlán. Y, por qué no, ayudarlos a soñar con nuevos mundos.
Cortesía de José Beltrán RT
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