En un boomerang para Eduardo Frei pueden convertirse sus acusaciones a Sebastián Piñera por la estrecha relación que mantiene con los grandes intereses económicos. Si de conflictos de interés se trata, el DC tiene como su segundo a bordo al pibe de oro en esta materia, Guillermo Pickering, el lobbysta mejor cotizado por los grandes capitales y chucheteado alguna vez por Gladys Marín. En su prontuario está la muerte del estudiante Daniel Menco, pasar del ‘servicio público’ a directorios de mineras, sanitarias y empresas de telefonía.
Eduardo Frei, candidato presidencial del bloque DC-PS-PPD, cuenta en su equipo programático con nombre de libro de marketing, Océanos Azules, con un batallón de expertos en diversas materias. Hay de todo, decés, pepedés, un socialista e independientes, pero hay algo que los une más que ser parte de la Concertación: son profesionales del slalom entre los intereses públicos y privados.
El más versado en esa práctica es el DC Guillermo Pickering, coordinador del equipo de Gobierno Nacional de Océanos Azules, quien se desempeñó en diversos cargos públicos durante las administraciones de Frei y Lagos. Fue miembro del directorio de EFE, director de la corredora de bolsa del Banco Estado, subsecretario del Interior, subsecretario del MOP y director de Metro. Hoy, sin embargo, se levanta en las mañanas con otros fines.
Luis Mariano Rendón, lo llama “el niño símbolo de la puerta giratoria” por su especial habilidad para ir y volver del sector público al privado sin siquiera ruborizarse. El abogado ecologista guarda una disputa con el susodicho desde 2008, cuando Pickering se querelló en su contra por haberlo llamado a él y Sergio Henríquez, coordinador del equipo económico del candidato Frei, “especuladores inmobiliarios”.
El Juez del Décimo Juzgado del Crimen de Santiago, sin embargo, estimó en agosto pasado que la explicación dada por el ecologista era suficiente para desechar el delito de injurias que le imputaban. Pickering y Henríquez. La explicación de Rendón aceptada por el juez fue: “ellos crearon una empresa consultora para gestionar los intereses de propietarios de la zona que buscan desarrollar en esos terrenos agrícolas proyectos inmobiliarios».
El juez absolvió a Rendón concluyendo que los acusantes no habían presentado antecedente alguno para determinar la falsedad de sus dichos. En definitiva, a pesar de su alharaca, no es mentira que Pickering y Henríquez sean especuladores inmobiliarios.
En efecto, los freístas crearon la firma “Pickering, Henríquez y Asociados” para asesorar a inversionistas inmobiliarios en el sorteo de las trabas que pone la legislación sobre uso de suelos y condiciones de urbanización. La firma es hoy una muy rentable empresa con Pickering a bordo, pero sobre todo con Henríquez, un conocedor de estos temas por el no poco relevante hecho de haber sido ministro de Vivienda y Urbanismo entre 1997 y 1999.
El lobby es mi copiloto
Pero la participación de Pickering en el arte de la especulación inmobiliaria es sólo un pelo en la cola de intereses privados a los que este abogado de la Universidad de Chile sirve. Desde el trampolín de su último cargo público, saltó directo al asesoramiento técnico y político de grandes empresas, principalmente en el rubro sanitario y de las telecomunicaciones. Lobbysta, que le llaman.
Además de consejero de la SOFOFA, Pickering es presidente ejecutivo de la Asociación de Grandes Proveedires Industriales de la Minería, presidente de la Asociación de Telefonía Móvil (ATELMO), que agrupa a Movistar, Claro y ENTEL, y presidente de la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Sanitarios (ANDESS), que agrupa a las 19 dueñas del agua de Chile, principalmente transnacionales y algunas sanitarias privatizadas que fueron del Estado hasta que se toparon con el gobierno de Frei.
El de la telefonía móvil y el de las aguas son dos de los rubros más rentables en Chile. Ambos, por depender de concesiones de distinto tipo que otorga el Estado, cotizan muy bien a los profesionales conocedores de los secretos de sus reparticiones. Pero a Pickering ser juez y parte nunca le ha quitado el sueño. Por el contrario, lo motiva, al punto de estar disponible para defender los más bochornosos episodios de sus representados.
Uno de los más recordados fue su defensa de La Farfana, cuando la planta de tratamiento de aguas servidas, que aseguraba estar a la altura de las más modernas del mundo por sobre lo que Latinoamérica había conocido en su historia, comenzó a emitir olores fétidos que afectaron a las miles de familias que vivían de mucho antes allí. Pickering acusó a la comunidad y al Estado de “sobredimensionar” el hecho y de “ser injustos” con la empresa y su esfuerzo.
Firme junto a las lucas
Tampoco se arruga con los magros resultados de la privatización de las sanitarias, inventando originales argumentos para escudarlas. Según el estudio «La modernización del sector sanitario en Chile», hecho por el Sistema de Empresas Públicas (SEP), las ganancias percibidas por el Estado a cinco años de privatizado el sistema sanitario bajaron en un 20% respecto de 1998, cuando aún era el dueño. Y eso que casi el 100% de las ganancias del Estado a través de la participación de la CORFO igual se devuelve a las empresas, porque el Estado subsidia a los más pobres las tarifas que fijan los privados.
Como si fuera poco, en el aniversario de los diez años de la privatización, las tarifas del agua se incrementaron en un 25% y la rentabilidad conseguida por las empresas se disparó. Una muestra: entre 2006 y 2007 las utilidades del sector alcanzaron el 35,5%.
Mi antena me habló
Para Pickering, sin embargo, estas cifras y el aumento de la cobertura validan la decisión del gobierno de Frei de privatizar las empresas sanitarias de Valparaíso (Essval), del Bío-Bío (Essbio) y de Los Lagos (Essal). «El sector privado hace mucho mejor las cosas que el Estado en algunas materias. Y el sector sanitario es una de esas”, dijo por esos años a El Mercurio.
Tampoco le quita el sueño defender la instalación de antenas celulares hasta en el patio de su madre. Para escudar a las empresas de la telefonía móvil, Pickering tiene la misma soltura que Mr. Burns protegiendo su central nuclear. Este verano libró una dura batalla contra los ‘alaracos y sobreideologizados’ ciudadanos que se creen con el derecho a no padecer cáncer antes de los 50 y más encima a mantener el precio de sus propiedades.
En innumerables cartas al director dirigidas a El Mercurio y La Tercera, Pickering insistía en que no hay ningún estudio científico que confirme que las antenas provoquen daños en la salud humana. No mencionó nunca que la Organización Mundial de la Salud recomendó prohibir su construcción cerca de poblaciones humanas mientras los estudios no descarten los daños que, a partir de todos los antecedentes científicos que existen, provocarían en la salud humana.
En la promoción de las antenas el episodio más notable ocurrió en una reunión de la Comisión de Transporte y Telecomunicaciones. Cuentan fuentes que estuvieron presentes en la ocasión, que Pickering reconoció a los asistentes que “yo no viviría al lado de una antena de telefonía móvil”.
Una bala de acero
Guillermo debe recordar ser la primera ‘autoridad’ chucheteada en democracia. Ocurrió en una manifestación junto al palacio de gobierno una fecha cercana a un 11 de septiembre, cuando luego de recibir un chorro de agua la entonces líder comunista, Gladys Marín, ofuscada y empapada dijo: “¡Pickering es un conchesumadre!”. Luego agregó a los sorprendidos reporteros: “Pónganlo con todas sus letras”. Y es que Guillermo, en su calidad de subsecretario del Interior, había despachado la orden de que nadie pasara frente a Morandé 80.
Pero sin duda la mancha más oscura en su currículum data del 19 de mayo de 1999, cuando siendo subsecretario del Interior ordenó la represión sin miramientos de los estudiantiles de la Universidad de Tarapacá que se movilizaban en Arica por el crónico déficit del Fondo Solidario y la crisis estructural de la Educación Superior chilena.
Se acercaba el último discurso del 21 de mayo de Frei y era año de elecciones. El Ministerio del Interior resolvió no permitir que las movilizaciones estudiantiles empañaran el clima de consenso social y se propuso no darle aire a las movilizaciones. Pickering debía ejecutar la política y ese día, cuando Arica era el centro del conflicto, no vaciló.
El resultado de la violencia de las Fuerzas Especiales de Carabineros, que responden a Interior a través de su subsecretaría, fue la muerte del estudiante de Auditoría de la Universidad de Tarapacá, Daniel Menco. Una bala de acero, que Carabineros aseguró que era de goma, entró en su cabeza, lo mantuvo dos días agonizante y el 21 de mayo terminó con su vida.
Guillermo Pickering, no sólo no se dignó a renunciar a su cargo, sino que afirmó a los medios de comunicación, a modo de advertencia a los estudiantes universitarios, que “el joven no habría muerto de no estar protestando en la calle”. Por parte de la clase política, la frase sólo se ganó los reparos de un puñado de parlamentarios. Levantó polvo entre algunos ministros, pero no pasó de un infortunio comunicacional.
A juicio de los lectores y a la luz de la trayectoria de la mano derecha de Frei, queda la justicia de los cánticos que en las semanas siguientes a la muerte de Menco le dedicaron los universitarios. Durante mayo y junio del ‘99, en las principales avenidas del país se pudieron escuchar miles de voces gritando al unísono “¡Pickering, Pickering, chupa el Pickering, Pickering! (bis)”.
Francisco Figueroa Cerda
El Ciudadano