La hija del expresidente Manuel Zelaya reflexiona sobre la situación sociopolítica en su país, pocas semanas después de anunciar su intención de postularse para presidir la nación
Cuando unos 200 militares encapuchados irrumpieron el 28 de junio de 2009 en la casa presidencial de Tegucigalpa para secuestrar al entonces mandatario hondureño, Manuel Zelaya, y ejecutar así el histórico golpe de Estado en el país centroamericano, Xiomara Hortensia Zelaya, su hija, era la única pariente que se encontraba en la residencia. Aún recuerda el terror que le produjo la incertidumbre sobre si los disparos que escuchó habrían matado a su padre.
Diez años más tarde, tras completar una extensa formación en comunicación social y política, y labrar su propio camino dentro del partido Libertad y Refundación, ‘la Pichu’ (como se le conoce cariñosamente en su tierra) se siente preparada para tomar el relevo de su progenitor al frente del país, algo que ya intentó sin éxito su propia madre, Xiomara Castro, que perdió las elecciones de 2013, en lo que ella misma describió como un «fraude electoral de proporciones incalculables».
Sin embargo, tal como Xiomara hija explica a lo largo de esta entrevista, lo importante ahora no es tanto la materialización de su candidatura personal como la recuperación el Estado de Derecho en Honduras, del que a su juicio sólo quedan ruinas. Y para llevar a cabo esa tarea, dice, es necesario un plan de nación articulado entre todos los sectores de la sociedad, algo que requiere un esfuerzo común y desborda ampliamente el marco de competencias individuales de cualquier candidato o presidente.
¿Cuál es su diagnóstico sobre las condiciones de la política hondureña desde la llegada de Juan Orlando Hernández al poder?
Hay que partir de que es un golpe de Estado lo que habilita la llegada de Juan Orlando Hernández al poder, y desde ese contexto, observar cómo el modelo neoliberal ha mostrado su verdadera cara en Honduras. Habíamos visto, en ese sentido, el comportamiento de las empresas, que priorizan su beneficio y sus mercancías sobre la vida humana, pero en Honduras se palpa la cruda realidad del sistema capitalista, que ha mostrado cuál es su verdadero rostro. Y no es por la desigualdad, que históricamente ha existido en Honduras, sino porque realmente se montó un régimen autoritario que ha privatizado los servicios básicos –la salud, la educación…–, que ha otorgado licencias ambientales de manera desenfrenada, que ha entregando nuestros recursos naturales y ha puesto en peligro los territorios donde residen los pueblos originarios y comunidades afrodescendientes.
En Honduras se ve que tanto las compañías transnacionales como la élite política o la élite empresarial utilizaron el golpe de Estado como un mecanismo de apropiación de nuestros recursos y de nuestras instituciones, para saquearlas a través de la corrupción, provocando la parálisis total del Estado. El Estado ya no puede responder a las necesidades de los hondureños, que sufrimos altos niveles de inseguridad alimentaria y altos niveles de violencia. Honduras se ha convertido en el país más violento para los defensores de los derechos humanos, en el país más violento para ser mujer, y en el país más violento para ejercer el periodismo.
Todas estas condiciones han sido provocadas para permitir que obtenga más poder una minoría integrada exclusivamente por las élites en Honduras, mientras las mayoría sufre la catástrofe de su propia vulnerabilidad.
¿En qué proporción son los poderes transnacionales responsables de la situación en la que se encuentra Honduras?
Durante casi dos siglos hemos sido dependientes de las potencias extranjeras. Y esa condición ha agravado siempre los problemas de los hondureños. Pero el golpe de Estado es un hecho concreto en nuestra historia claramente marcado por la participación de los EE.UU., mediante la aprobación de la ejecución de ese golpe de Estado y el patrocinio de los golpistas a través de sus compañías transnacionales. La injerencia norteamericana ha convertido a Honduras en un territorio que opera como una oficina de negocio para las transnacionales –en un contexto de pérdida de nuestra soberanía– y como un laboratorio para las nuevas formas de colonización en América Latina.
Ejemplo claro: después del golpe de estado en Honduras se desató una cadena de golpes de Estado en America Latina, en los que prácticamente se iba perfeccionando la técnica. Esto se vio con el golpe contra Fernando Lugo en Paraguay, en 2012; con el injusto proceso judicial contra Lula en Brasil, y con Dilma después, y también en el intento contra Correa en Ecuador. Es decir, Honduras es un territorio en el que EE.UU. utiliza como laboratorio de experimentos para poder desarrollar este tipo de acciones en América Latina y frenar la integración latinoamericana y los proyectos solidarios que se impulsan a través de la unidad de gobiernos progresistas en la región.
¿Cree que los medios de comunicación internacional muestran suficiente interés en conocer y divulgar esa realidad a la que se refiere?
Entiendo que cada contexto prioriza sus propios temas. A un nivel global parece tener más importancia, por ejemplo, la guerra comercial entre China y EE.UU.; en España, la prensa se ocupa de si habrá Gobierno o tendrán que repetirse las elecciones… y eso es normal. Pero la razón por la que no se aborda la realidad de Honduras es porque en su territorio simplemente se está implementando el capitalismo y no resulta relevante, porque opera y funciona bajo la lógica que quieren imponer los grandes poderes.
Ahora bien, los medios de comunicación tienen la responsabilidad de divulgar la información y buscar los mecanismos de solidaridad entre nuestros pueblos. En cualquier caso, el problema de Honduras se hace visible, por ejemplo, cuando surgen las caravanas de migrantes porque es alarmante ver una cantidad enorme de centroamericanos transitando por esas rutas, totalmente desprotegidos y orientados hacia lo incierto. Son personas dispuestas a enfrentarse con políticas anti-inmigración en fronteras militarizadas, auténticos muros levantados para evitar la solidaridad con estas personas, que llegan huyendo de la tragedia que viven en sus países.
La cobertura mediática de ese fenómeno migratorio no visibiliza, sin embargo, las causas, y eso es lo que debemos analizar: cuáles son las causas de la migración y detener la mirada sobre los problemas que la originan. Eso podría ayudar a que las condiciones de nuestros países mejoren y así la migración no sea un tema que afecte negativamente a otros países.
En todo caso, la migración es un derecho humano y cada cual tiene derecho a elegir donde quiere vivir, pero estamos en un momento en el que para mucha gente la migración no es una elección, sino una obligación: te expulsa tu país, te expulsa tu tierra, por las condiciones de inseguridad, de desempleo… y, particularmente en Honduras, por la falta de Estado de Derecho y de orden constitucional. Los medios de comunicación deben poner más énfasis en visibilizar esas condiciones.
A principios de este mes trascendió en la prensa hondureña su intención de presentarse como candidata a la presidencia de Honduras como líder de su partido, Libertad y Refundación. ¿Qué le motivó a tomar esa decisión?
Un movimiento interno del partido hizo la nominación y en este momento estamos aún analizando en qué condiciones vamos a entrar en la dinámica electoral. Hemos estado construyendo y exigiendo reformas electorales para poder ir a un nuevo proceso. Una de nuestras exigencias es tener representación en los órganos electorales, y es una conquista que por fin logramos hace una semana, tras varios meses denunciando nuestra exclusión.
Con un representante en estos organismos, ya entramos en una dinámica diferente, y a partir de ahí buscaremos los mecanismos para proteger el sistema y su transparencia para que no se vuelva a repetir lo ocurrido en los últimos procesos electorales. Queremos asegurar que la decisión y el voto del pueblo sea respetado. Eso es lo importante ahora, mi candidatura aún está en proceso y se definirá con el tiempo: iremos a un proceso interno del partido, a unas primarias.
En caso de que ese proceso culminara con su llegada al poder, ¿no teme que su destino sea el mismo que el de sus padres y determinadas fuerzas hostiles frustren su mandato?
Yo creo que el momento en Honduras hoy es muy diferente al de hace diez años, por ejemplo. Hoy necesitamos que todos los sectores estén involucrados en construir un plan de nación. Es decir, una candidata o un candidato no va a poder comprometerse a realizar los cambios que quisiera porque el contexto de Honduras no lo permite. En Honduras no hay un Estado de Derecho, hay un Estado fallido. Un Estado contaminado completamente por el crimen organizado y el narcotráfico, desde sus fuerzas armadas y su policía hasta sus instituciones. Sin ir más lejos, hay un fiscal en Nueva York que levanta un proceso contra el hermano del presidente por sus vínculos con el narcotráfico. Es un contexto bastante preocupante.
Así que, solamente si se construye una unidad entre los distintos sectores y partidos políticos, los movimientos sociales y los sectores productivos podrán recuperar el Estado de Derecho y organizar un gobierno de transición hacia la democracia. Ahora vivimos bajo un régimen autoritario y hay que recuperar el pacto que se rompió con el golpe de Estado. Por eso, no es un asunto de una persona. Es algo que se debe construir entre todos.
Entonces, como respuesta a la pregunta: no, yo no tengo temor de que las fuerzas se levanten contra mí: siempre han estado así. Siempre ha habido una resistencia enorme al cambio y a la transformación, pero en este momento estamos haciendo un llamado a la unidad, un llamado para poder reconstruir la base democrática de Honduras y recuperar la esperanza para un pueblo que ha sido muy golpeado durante estos últimos dos años.
¿Contra qué poderes fácticos concretos se enfrenta un político progresista y dispuesto al cambio en Honduras?
Contra poderes transnacionales, que son los principales en Honduras; contra el poder militar, que todavía sostiene su creencia en que las armas resuelven los conflictos; contra los poderes económicos internos, que no quieren ceder ni sensibilizarse ante las condiciones de las mayorías; y, obviamente, contra el sistema de explotación existente que opera por debajo de todo esto.
Lo más duro, lo más crítico, sin embargo, es enfrentarse a la resistencia al cambio, a transformar las cosas, por temor, por inseguridad. Yo creo que tenemos que vencer eso, tenemos que lograr que la población comprenda que un cambio es necesario.
Y para eso hace falta un modelo construido por la base, por la propia población: yo creo en el poder popular y creo que las organizaciones y los movimientos sociales, los movimientos ambientalistas, las mujeres, los grupos originarios, toda nuestra comunidad debe encontrarse en la creación de un nuevo proyecto, de un nuevo modelo de nación en Honduras. Y hacia eso debemos apuntar para involucrar a la gente en crear una solución real que atienda las necesidades de cada uno. Pero hay que construir ese poder popular, hay que vencer esos temores y empezar a transformar desde tierra adentro.
¿Acaso predomina por ahora en Honduras esa mentalidad popular que también se resiste al cambio por miedo?
Es, en todo caso, una resistencia impuesta. Es decir, la agenda mediática se encarga de establecer unas condiciones muy poco favorables a cualquier proceso de cambio o de transformación.
El mismo sistema crea unas medidas de manipulación por medio de las que trata de evitar que la mayoría de la población entienda que el cambio es necesario y que deben involucrarse en él. En ese caso, los medios de comunicación ocupan un rol que consiste en sostener con su actividad al sistema actual.
Aunque ha dejado claro que la solución no se haya en las decisiones de un mandatario concreto y que es necesaria una articulación social a gran escala para producir la transformación, me gustaría preguntarle cuál sería la primera medida que tomaría si lograse acceder a la presidencia. O dicho de otra manera, ¿cuál cree que es la necesidad más urgente del pueblo hondureño?
Lo esencial es reconstruir el Estado de derecho. Y creo que un nuevo pacto, en el que se involucren todos los sectores, puede crear ese nuevo contrato social. Eso es lo más urgente: retornar a la democracia.
Y luego tenemos distintos conflictos, entre los cuales nuestra prioridad fundamental debe ser la inseguridad alimentaria. Porque la hambruna es causa esencial de que la población tenga que buscar otras formas de subsistir, y se vuelve más propensa a ser captada por el crimen organizado y sus estructuras.
Ha venido a Madrid invitada por la asociación de Mujeres de Guatemala para dar una conferencia titulada «Honduras: de caravanas de migrantes y fronteras inhumanas», que se realizó el pasado martes en La Casa Encendida. ¿Qué aspectos le parecen esenciales a la hora de explicar esta problemática al mundo?
Muchas organizaciones como la CEPAL, por ejemplo, sitúan en el cambio climático una de las grandes causas de los movimientos migratorios en América Latina, pero no proyectan una mirada profunda sobre las verdaderas condiciones de vulnerabilidad de nuestros países, que no es solo una cuestión geográfica, sino que tiene que ver con la cantidad de concesiones que se han otorgado en los últimos años.
27 días antes de que el ‘Gobierno de facto’ de Roberto Micheletti [sucesor inmediato de Manuel Zelaya tras el golpe de Estado de 2009] entregara el poder, otorgaron 150 concesiones mineras, y se han dado cientos de licencias ambientales de manera desenfrenada, iniciando todo un conflicto comunitario con los pueblos originarios indigenas y afrodescendientes. A día de hoy, existen 854 concesiones extractivistas para la explotación de minas, bosques y ríos, que realmente están afectando las condiciones en las que viven estos pueblos.
Asi que, si se plantea el cambio climático como causa, hablemos de cómo lo estamos provocando en nuestros territorios, al no proteger nuestros recursos naturales, y entonces ahí sí vamos a encontrar una causa esencial de la migración.
¿Cree usted que la mujer es un colectivo especialmente vulnerable en Honduras y en el resto de América Latina?
La cifra más alta de feminicidios en América Latina está en Honduras. El 98% de los casos de violencia por razones de género permanecen en absoluta impunidad. Esos datos ya hablan por sí solos. Pero, además, estamos hablando de un Estado que vulnera totalmente los derechos de la mujer: derechos laborales, de participación política, desigualdades en materia salarial y económica.
Sin embargo, en paralelo, en Honduras es la mujer la que está liderando la defensa del medioambiente, y las más afectadas por hacerlo. Hace poco más de una semana asesinaron a Mirna Suazo [destacada líder de la comunidad garífuna, un grupo étnico afrodescendiente que se sitúa a lo largo de la Costa Norte de Honduras] y así han asesinado a varias ambientalistas que defienden sus territorios.
La agenda de las mujeres debe ser un eje transversal en un plan de nación: no sólo hay que identificar los derechos puntuales que una mujer debe asumir o adquirir, sino que toda la política de una nación debe estar implementada bajo un enfoque de género, bajo una mirada femenina sobre cómo debemos construir una nación. Yo siento que el momento para eso se está dando en honduras, porque la mujer está liderando procesos, y está dando un paso al frente para poder construir.
Este 20 de septiembre [día preciso en que tiene lugar la entrevista] su padre cumple 66 años. ¿Qué diría de él en este momento?
Es mi padre, es mi amigo y es un gran consejero para mí. Su experiencia y su trayectoria le da aún mucha relevancia en el proceso que queremos construir a partir de ahora.
Es un hombre que se entregó a su pueblo y decidió luchar por el pueblo; yo veo esa entrega, y la admiro, la respeto y la acompaño. Como figura y como líder, me inspira, porque construye un proyecto para las futuras generaciones y para la generación que viene ahora como relevo también.
Cortesía de David Romero RT