El ultraderechista arremetió contra la Agencia Nacional del Cine (Ancine) que se encarga del fomento, regulación y fiscalización de financiación pública de la producción audiovisual nacional
De acuerdo con la Constitución brasileña, no debe existir la censura y la libertad de expresión tiene que estar asegurada. No obstante, a juicio del presidente de la nación suramericana, Jair Bolsonaro, en su gesión no se aplica la censura, sino «filtros».
Desde su asunción, el ultraderechista ha protagonizado diversos episodios de censura de datos públicos y de producciones que alaban la diversidad.
En los últimos 10 meses, su administración criticó la difusión de datos sobre desempleo, deforestación y política de drogas. También prohibió la difusión de contenidos publicitarios como una publicidad del Banco de Brasil con personas afrodescendientes, homosexuales y transexuales; suspendió una convocatoria para la producción de series que aborden temas relacionados con la población LGBTI y promovió el control de los temas en la televisión pública.
Estas y otras acciones de censura, además de la violencia de sus discursos, se remontan a otro período oscuro de la historia de Brasil: la dictadura militar.
Guerra contra la cultura
El autoritarismo ha sido la constante de la administración de Bolsonaro, pero se ha hecho más palpable en el campo de la cultura y las artes.
Al asumir el poder, el 1 de enero de este año, suprimió el Ministerio de la Cultura y lo convirtió en una secretaría especial dentro del Ministerio de la Ciudadanía.
A finales de abril, propuso recortar la inversión en las facultades de Filosofía y Sociología, debido a que esos recursos serán destinados a carreras que generen ingresos inmediatos como “veterinaria, ingeniería y medicina”, un hecho que desencadenó marchas y protestas por parte de los estudiantes.
El ultraderechista arremetió contra la Agencia Nacional del Cine (Ancine) que se encarga del fomento, regulación y fiscalización de financiación pública de la producción audiovisual nacional.
Esta institución ha sufrido una drástica reducción de su presupuesto y una modificación de su estructura, además de la dimisión de su antiguo director, Christian de Castro, por investigaciones contables.
Un director interino ocupa el cargo, a la espera del nombramiento de uno definitivo que, según ya defendió el Presidente, podría ser alguien con valores cristianos que promueva un aumento de las producciones audiovisuales de este corte, reportó Actualidad RT.
Bolsonaro busca callar al cine brasileño
El denominado «Trump del Trópico» tomó la decisión de no financiar la realización de películas que aborden la temática LGBTI y otras consideradas “inmorales” por su Gobierno.
El Mandatario puso como ejemplo a la película Bruna Surfistinha (2011) que cuenta la historia de una prostituta y que recibió fondos del Ancine. Así, anunció que “no vamos a gastar dinero público en películas pornográficas”.
Como consecuencia de una política de austeridad sobre incentivos a la cultura, el Gobierno brasileño redujo en un 43 % los recursos del Fondo Sectorial del Audiovisual (FSA), que se alimenta con tributos de productoras y empresas de telecomunicaciones, y está gestionado por la Ancine.
«Hace seis meses que trabajo en una serie financiada por el FSA, frente a los recortes vamos a tener que inventar otras formas de viabilizar estas producciones. Este mercado no es fácil pero, independientemente de las políticas, los cineastas vamos a continuar realizando nuestros proyectos, sea con ‘crowfunding’, incentivos privados, colaboraciones o, incluso, por amor al arte», explicó la cineasta Marcela Morê, quien alertó sobre las amenazas del Gobierno para acabar con la ley de cotas, que obliga a que una parcela de la emisión de televisiones por cable y de salas de cine se dedique a la producción nacional.
«El Festival de Río, tras 20 años de existencia y éxito nacional e internacional, pasa por su mayor desafío en términos financieros», acotó.
La organización del Festival de Cine de Río de Janeiro destacó la situación de crisis por la falta de inversión pública en este sector y lanzó recientemente una campaña de financiación colaborativa para intentar evitar que uno de los más importantes eventos cinematográficos del país desaparezca.
Adicionalmente, una medida oficial alteró la composición del Consejo Superior de Cine que ha pasado a estar mayoritariamente compuesto por miembros del Gobierno, en detrimento de lo que anteriormente era una composición equitativa con representantes del audiovisual y de la sociedad civil.
Dictadura y comunidad LGBTI, los temas prohibidos
El Gobierno de Bolsonaro ha aplicado la censura drásticamente, comenzado especialmente en el cine y ha vetado, en principio, dos temas: la dictadura y todo lo relacionado con la comunidad sexodiversa.
‘Chico: un artista brasileño’, documental del premiado director Miguel Faria, que relata la vida del cantante brasileño Chico Buarque, opositor de la dictadura militar (1964-1985), fue invitado a participar de un festival de cine brasileño que se realizará en Montevideo. La embajada de Brasil en Uruguay, una de las patrocinadoras del evento, determinó que la película fuese eliminada de la programación.
Sin embargo, la productora cultural Inffinito, una de las organizadoras del evento, afirmó que se debía a motivos administrativos de fechas de realización de las películas y negó la censura.
El enojo del gobierno con Chico Buarque es público y notorio. Cuando él fue galardonado con el premio Camões, Bolsonaro explotó en cólera. Quiso saber quién había nombrado a los brasileños que integraron el jurado. No para felicitarlos, desde luego: para exigir la decapitación del entonces Secretario de Cultura, responsable por la selección.
Otro caso a destacar, es el de la película ‘Marighella’, del director brasileño Wagner Moura, tabién sufriese un revés. Con financiación aprobada de Ancine la producción recibió la negativa del desembolso de una parte del dinero así como la anulación del estreno previsto para noviembre.
Mientras que su llegada a las grandes pantallas brasileñas continúa bloqueada, la película –que cuenta la historia de Carlos Marighella, político y guerrillero durante el periodo dictatorial– continúa rodando por varios festivales internacionales.
«Es imposible no pensar que existe una articulación política para crear este tipo de ambiente», afirmó el director Moura a la revista Época en septiembre pasado.
Otras once películas brasileñas, entre documentales y obras de ficción, serán exhibidas en festivales internacionales. La propia Ancine había aprobado cubrir los gastos de traslado de los directores y productores, pero en los últimos días la institución anunció que los recursos anteriormente aprobados fueron anulados, usando como argumento la falta de dinero, pese a lo bajo de los valores destinados, alrededor de 13 mil dólares.
No por coincidencia, tres de las películas abordan temas homo-afectivos y otra la realidad de la juventud negra en Brasil.
No obstante, esta decisión no sorprendió a nadie, ya que a través de sus redes sociales, Bolsonaro había anunciado que si los contenidos con temáticas LGBTI quieren ver luz, deberán buscar recursos privados.
El 15 de agosto, durante una transmisión por Facebook Live, enumeró los proyectos que se verían afectados, leyendo las sinopsis con una sonrisa irónica.
«El filme es sobre una exmonja lesbiana», dijo el mandatario. «Confieso que no entendí el porqué de gastar dinero público, qué puede agregar eso a nuestra cultura, a nuestras tradiciones. No estoy persiguiendo a nadie, cada uno hace lo que le parezca con su cuerpo, pero gastar dinero público para hacer ese tipo de películas…», sostuvo antes de descartar la hoja de papel.
Bolsonaro se refería a «Religare Queer«, que trata sobre la presencia de homosexuales entre los fieles de las grandes religiones «tradicionalmente homofóbicas».
Su guionista, Kiko Goifman, se indignó con la medida. «Nos suspendieron por un gesto completamente arbitrario«, afirmó. «Entendemos esto como un acto de censura».
Sobre otra de las películas vetadas, el ultraderechista afirmó que «la vida privada de cualquiera no le importa a nadie, pero hacer una película mostrando la realidad vivida por negros homosexuales en el Distrito Federal no es comprensible. (…) No procede hacer una película con esa temática».
Al referirse otra de las producciones rechazadas, declaró: «Mira el tema, ‘sueños y realizaciones de cinco personas transgénero que viven en Ceará (estado del noreste de Brasil)’. Conseguimos abortar esa misión».
Ante la censura, Henrique Pires, quien fue secretario especial de Cultura hasta finales de agosto, renunció a su cargo, luego de que el Gobierno le informara que había decidido suspender una convocatoria que buscaba propuestas para la creación de contenidos televisivos sobre temas asociados a la comunidad LGBTI.
«Quedó claro que tengo divergencias con el Gobierno sobre libertad de expresión. No admito que la cultura pueda tener filtros. Por eso, como estoy anunciando, prefiero salir», aseguró.
Pires sostuvo que la cancelación del concurso que buscaba incentivar las producciones de interés del público homosexual agotó su relación con el Gobierno. «Tengo el mayor respeto por el presidente de la República, pero no voy a respaldar la censura», sostuvo al informar su renuncia.
“No voy a hacer apología de filtros culturales. Para mí, eso tiene nombre: es censura (…) No voy a aplaudir este tipo de cosas. Si tengo que aplaudir la censura, prefiero estar desempleado», subrayó.
Censura o autocensura en la TV
La autocensura es una constante entre las personas que realizan contenidos audiovisuales, incluso antes de que el Gobierno ejerza la propia censura, planteó un miembro de la TV Brasil, red brasileña de televisión pública propiedad de la Empresa Brasil de Comunicación (EBS), que solicita anonimato por miedo a represalias.
«Antes incluso de sufrir una censura de arriba para abajo, existe entre los trabajadores públicos un sentimiento de autocuestionamiento y de miedo a producir contenidos que no agraden al Presidente, que generen enemistad con el Gobierno, justamente porque existen rumores de que la EBS pueda cerrarse», explicó Alcántara.
“El mayor cambio desde que llegó este Gobierno es la estrategia de intentar eludir contenidos más sensibles, como el de los derechos reproductivos o el de la dictadura militar. Estos contenidos, cuando abordados, se toman con pinzas», indicó el productor, al tiempo que explicó que la EBS es desprestigiada por Bolsonaro desde la campaña electoral con diversas amenazas de despido o cierre de la institución.
«Ha habido censura en todos los medios de la EBC, en algunos con mayor o menor intensidad, va desde temas censurados hasta palabras vetadas», afirmó Carol Barreto, directora del sindicato de los periodistas de Río de Janeiro.
«En el momento de la ‘des-conmemoración’ del aniversario del golpe militar hubo una polémica interna porque no se podían usar las palabras ‘golpe’ y ‘dictadura’, a no ser que fuese para negar la existencia de dictadura en Brasil, por lo que los periodistas tenían que cambiar las palabras por otras más suavizadas como régimen militar», declaró Barreto, quien recordó que la EBC recibió un comunicado del Gobierno pidiendo sustituir la palabra «fusilado» por «afectado por 80 tiros» en la cobertura del asesinato de un músico a manos de militares.
«Vivimos una situación de censura también en relación a algunos asuntos, escasamente cubrimos temas de manifestaciones, movimientos sociales, derechos humanos, asuntos de género, indígenas, LGBTI, que antes tratábamos bastante. Todo para no desagradar al conservadurismo que gobierna», enfatizó la presidenta del sindicato, citada por Actualidad RT.
Temor en el teatro
La «guerra cultural» impulsada por el presidente Bolsonaro también ha llegado a las salas de teatros.
«Sabíamos que la llegada al poder de Bolsonaro iba a ser un giro dramático, pero ni en mis peores pesadillas habría imaginado que sería tan terrible», indicó a la agencia AFP Artur Luanda Ribeiro, de la compañía teatral gestual Dos à Deux, fundada en París en 1998 e instalada en Brasil desde 2015.
De acuerdo con la compañía, la obra «Gritos» (2016), en la que Ribeiro interpreta a un transexual,fue retirada en septiembre pasado de la programación del teatro del banco público Caixa en Brasilia.
En un correo electrónico enviado a AFP, Caixa afirmó que la compañía había ofrecido dos espectáculos, «Gritos» y «Aux Pieds de la lettre» (2001), y que el teatro escogió solo este último, sin detallar el motivo.
Ribeiro expresó que teme que cualquier nuevo proyecto que presente su compañía sufra las mismas decisiones.
«Tenemos miedo de que la compañía sea fichada. Ellos bien pueden decir: ‘Dos à Deux, no'», afirmó.
«Trabajé durante la dictadura militar a inicios de los años 80 y recuerdo que los censores asistían a los ensayos y nos interrumpían diciendo: ‘eso, no’. La diferencia ahora es que (la censura) está oculta, se sobrentiende», añadió su compañero y socio André Curti.
Mientras tanto, Bolsonaro niega que en su administración se esté censurando, aunque insiste en la necesidad de aplicar «filtros» en las subvenciones destinadas a proyectos culturales.
«Nosotros no vamos a perseguir a nadie, pero Brasil ha cambiado. Con dinero público no veremos más ciertos tipos de obras. Esto no es censura, esto es preservar los valores cristianos, es tratar con respeto nuestra juventud y reconocer la familia», declaró el ultraderechista este sábado, durante su participación por videoconferencia en un simposio conservador en Sao Paulo.