A 100 años de la fundación del Partido Comunista Mexicano (PCM), el 24 de noviembre de 1919, los herederos de esa tradición se debaten entre la nostalgia y las puertas del poder, dijo Joel Ortega Juárez, quien integró el Comité Central de esa formación.
«Es necesario reflexionar críticamente y no quedarse en la melancolía o en la entrega de su historia a las filas de [el presidente] Andrés Manuel López Obrador», dijo el exdirigente que escapó de la persecución al movimiento estudiantil de 1968 huyendo a Moscú.
De las batallas del PCM disuelto en 1981 para sumarse al Partido Socialista Unificado de México, que a su vez se integró en 1989 al Partido de la Revolución Democrática (PRD, centroizquierda) fundado por Cuauhtémoc Cárdenas, sobreviven figuras que ahora están con López Obrador, formado en la tradición del nacionalismo posrevolucionario.
Entre ellos, Pablo Gómez, decano del Congreso en las filas del oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Luciano Concheiro, subsecretario de Educación Pública, Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, y el historiador y asesor cultural del mandatario, Enrique Semo.
«Sobreviven viejos camaradas que se sienten los albaceas de la tradición y consiguen ser reconocidos por el presidente, en un juego de espejos: él ve en ellos a los herederos de la izquierda militante, y de facto, ellos le dan un título de izquierda del cual carece», dijo Ortega Juárez, de 73 años e intelectual que estudió en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú, entre 1969 y 1970.
Este polemista que impulsó corrientes renovadoras y libertarias entre los comunistas aseguró que las celebraciones del centenario serán «un canje de herencia por pragmatismo, a cambio de espacios en el poder».
Coloquios y foros se han organizado para evocar, oficialmente, un siglo de aquella tradición política e intelectual.
El ensayista aseguró que el escritor comunista José Revueltas (1914-1976) tuvo razón al afirmar que el PCM «a diferencia de otros países, en este país tuvo una inexistencia histórica, fue fantasmal, nunca pudo jugar el rol de dirigir un partido revolucionario de la clase obrera«.
El precio de la marginalidad
Una de las paradojas mexicanas es que «al proletariado lo tenía organizado el PRI (Partido Revolucionario Institucional)», comentó. «El hombre elegido de Moscú en este país fue el sindicalista Vicente Lombardo Toledano, y los soviéticos preferían tratar con el Gobierno y la [oficialista] Central de Trabajadores de América Latina», recordó el historiador Ortega Juárez.
Los comunistas mexicanos debían conformarse con menos.»Dormían en un hotel de dos estrellas, cuando el estalinista Lombardo Toledano era recibido en el Kremlin», afirmó el intelectual.
El PCM fue parte de «una iglesia mundial al servicio de un Estado y no de la revolución mundial, era representante de una fuerza geopolítica durante la dualidad de la Guerra Fría», prosiguió.
El autor de «Adiós al 68» aseguró que los comunistas se opusieron al asilo otorgado por el entonces presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) al fundador del Ejército Rojo, León Trotski.
«Lo acusaron [a Trotski] de agente del imperialismo, y el muralista comunista David Alfaro Siqueiros perpetró el (y fallido) primer atentado» contra el dirigente soviético.
En 1960, estaban registrados en todo México unos 500 comunistas, cuando este país ya tenía 35 millones de habitantes. El PCM nunca alcanzó el 5% de votos. Y en cuanto a su arrojo, «los comunistas fueron ambiguos ante las organizaciones guerrilleras».
Los comunistas cubanos prefirieron la relación con el Gobierno del PRI, que les ofreció refugio durante la dictadura de Fulgencio Batista.
«Para Cuba, México fue su retaguardia; en un pacto tácito, Fidel Castro abandonó a la izquierda mexicana y este fue el único país donde los cubanos nunca patrocinaron a un grupo armado; ahora pienso que nos ahorró miles de jóvenes muertos», reflexionó Ortega. Castro nunca condenó las masacres estudiantiles de 1968 y 1971, ni la era autoritaria del PRI.
Fidel Castro fue la estrella de la toma de posesión del presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari en 1988, cuando los comunistas gritaban con Cárdenas: «¡Repudio total al fraude electoral!».
«Los comunistas sobrevivientes han canjeado sueños libertarios por migajas de poder, postrados ante un Gobierno que no es socialista ni nada parecido, que aplica una política económica neoliberal, que persigue a migrantes, que impone una Guarda Nacional y se rinde ante EEUU», criticó Ortega.
El comunismo, en cambio, produjo muchos intelectuales que ahora están entre los críticos más agudos de López Obrador, como los escritores Roger Bartra y Jorge G. Castañeda.
Cortesía de Sputnik