Los gases de efecto invernadero son causantes de la contaminación del aire, que provoca millones de muertes al año, por lo que el cambio climático debe ser percibido como una amenaza sanitaria ya en marcha, dijo la directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, María Neira.
«Hasta ahora cuando hablábamos de calentamiento global el ciudadano lo veía como algo muy lejano para proteger el planeta, el medioambiente o los osos polares; pero tanto los ciudadanos como los gobernantes deben saber que no es algo lejano, que tiene que ver con el día a día, que ya lo podemos sentir en nuestros pulmones», afirma Neira.
Esta directiva de la Organización Mundial de la Salud (OMS), médica de profesión, concede la entrevista con motivo de la XXV Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Cambio Climático de la ONU (COP25) que se celebró la semana pasada e en Madrid, donde las negociaciones entre las partes estuvieron centradas en cerrar aspectos técnicos del Acuerdo de París para su implementación en 2020.
En opinión de María Neira es necesario actuar de forma urgente para frenar el calentamiento global porque se puede decir «con rotundidad» que «ya nos está matando», algo que argumenta señalando que «la contaminación del aire es responsable de siete millones de muertes prematuras cada año en todo el mundo».
«Son siete millones de razones que tenemos para invertir más en el sector de salud (…) y acelerar la lucha contra las causas del cambio climático, sobre todo en lo referente el uso de combustibles fósiles», añade Neira.
Las muertes que la OMS atribuye a los problemas de calidad del aire pueden parecer, a primera vista, fallecimientos por causas naturales sin relación con el problema climático ya que en su mayoría se deben a dolencias como el asma, el cáncer de pulmón, los infartos de miocardio o los ictus.
Por ello la directora de Salud Pública de la OMS insiste en la necesidad de hacer conciencia para que todo el mundo entienda que la mano humana está detrás de millones de muertes prematuras.
«El humo negro que sale de los tubos de escape acaba en nuestros pulmones», expone de forma gráfica antes de subrayar que «estamos expuestos a niveles de contaminación que no son aceptables».
Los datos de la OMS señalan que el 92% de la población mundial vive en lugares en los que hay niveles de contaminación atmosférica que la organización considera insalubres.
Los informes del organismo prevén que el cambio climático causará unas 250.000 defunciones adicionales cada año debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea o el estrés calórico.
«Las proyecciones son catastróficas, pero yo prefiero pensar en la cantidad de vidas que se pueden salvar si actuamos, que en las que se perderán si no lo hacemos», apunta María Neiro.
En ese esfuerzo por abordar la cuestión con un enfoque positivo, Neiro afirma que las abultadas cifras de muertes prematuras ayudan a exponer el calibre del problema en unos términos más fácilmente entendibles que los que habitualmente se usan en relación al cambio climático.
Es decir, el ciudadano medio se siente más interpelado cuando se habla del aire contaminado que ya está en sus ciudades y en sus pulmones, que cuando se debaten propuestas de neutralidad climática con horizontes en 2050.
La propuesta de Neiro es simple: poner las cuestiones de salud pública en el centro del discurso climático para conseguir un mayor apoyo social y, de esa manera, forzar a los gobiernos del mundo a abordar la problemática en todas sus aristas.
«Cuando a la gente le hablamos de salvar el clima o de acción climática a lo mejor se pierden porque les parece algo lejano, algo que le toca a la siguiente generación, pero es algo que nos toca todos los días», insiste.
Para exponer el impacto cotidiano de la cuestión ambiental en la salud de las personas, Neira cita ejemplos recurrentes como la contaminación en los grandes núcleos urbanos, pero también otros más desconocidos como el hecho de que «el océano está lleno de plásticos que acaban en las barrigas de los peces y que luego damos de comer a nuestros hijos».
Este tipo de circunstancias —según demostró un reciente trabajo de la universidad australiana de Newcastle para WWF— hace que cada persona ingiera de media de cinco gramos de plástico a la semana, lo que equivale a comerse una tarjeta de crédito.
«Cuando el ciudadano entienda cómo afecta todo esto a su salud, se pondrá mucha más presión a los políticos para actuar», concluye la directiva de la OMS.
Finalmente, Neiro expone que si el cuidado de la salud de las personas no es percibido como motivo suficiente para actuar, también cabe la posibilidad de enfocar la problemática como un asunto de eficiencia económica, ya que reduciendo las emisiones también caería el número de personas enfermas, lo que supondría un enorme ahorro para el sistema sanitario global.
Cortesía de Sputnik