El planeta Tierra el más denso y el quinto mayor de los ocho planetas del sistema solar, y hasta ahora el único habitado por seres vivientes, tiene los días contados. Posiblemente, las causas derivan de la acción humana, entre ellas la deforestación, o tala de árboles, un proceso en el que se destruye la superficie forestal y que, de acuerdo con los expertos está generando más enfermedades infecciosas en los seres humanos.
Después de un año en el que los incendios dieron muestra de lo abrasivos y destructivos que pueden ser sobre la superficie terrestre, la advertencia es que a medida que se talan más y más bosques en todo el mundo, los científicos temen que la próxima pandemia mortal pueda surgir de lo que vive dentro de ellos.
En las últimas dos décadas, un creciente cuerpo de evidencia científica sugiere que la deforestación, al desencadenar una compleja cascada de eventos, crea las condiciones para una variedad de patógenos mortales, como los virus Nipah y Lassa, y los parásitos que causan la malaria y la enfermedad de Lyme —para extenderse a las personas.
Pero, ¿cuáles son esos eventos a los que se refieren los científicos? Pues bien, al deforestar una zona tropical y se procede a la quema de árboles para dar paso al agricultura, el proceso natural se altera, generando una estampida de animales que buscan preservarse, procurando un nuevo hábitat y llevando consigo enfermedades tanto conocidas como desconocidas. El efecto de estas enfermedades se potencia hasta alcanzar a los seres humanos. Luego de esto, no hay marcha a otras en este proceso y las pandemias están a la orden del día.
Un ejemplo de este proceso que pasa desapercibido ante los ojos de las personas es la primera aparición conocida del virus Nipah en los seres humanos (1999), que desde aquel entonces ha causado una serie de brotes recurrentes en todo el sudeste asiático.
Así, las enfermedades infecciosas generalmente se limitan a la vida silvestre que se ha extendido a las personas en áreas que están siendo taladas rápidamente.
Georeferenciados
Mientras continúa la quema generalizada en los bosques tropicales del Amazonas y en algunas partes de África y del sudeste asiático, los expertos han expresado su preocupación por la salud de los seres humanos que viven en las fronteras de la deforestación.
Los científicos también temen que la próxima pandemia grave pueda surgir de los bosques de nuestro mundo.
«Está bastante bien establecido que la deforestación puede ser un fuerte impulsor de la transmisión de enfermedades infecciosas«, dice Andy MacDonald, ecólogo de enfermedades del Instituto de Investigación de la Tierra de la Universidad de California, Santa Bárbara.
«Es un juego de números: Cuanto más degrademos y despejemos los hábitats forestales, más probable es que nos encontremos en estas situaciones donde ocurren epidemias de enfermedades infecciosas», agregó.
Advertencia en números
Considerando el pasado reciente, en Brasil, si bien los esfuerzos de control han reducido drásticamente la transmisión de la malaria (reduciendo 6 millones de casos al año en la década de 1940 a solo 50.000 casos en la década de 1960), los casos han vuelto a aumentar constantemente en paralelo con la rápida tala de bosques y la expansión de la agricultura.
En retrospectiva, los datos acerca de este particular indican que a principios de siglo había más de 600.000 casos al año en la cuenca del Amazonas. Un análisis complejo de datos satelitales y de salud publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, MacDonald y Erin Mordecai, de la Universidad de Stanford, informaron un impacto significativo de la deforestación en la cuenca del Amazonas en la transmisión de la malaria.
Esto quiere decir que entre el 2003 y el 2015, en promedio, estimaron que un aumento anual del 10 por ciento en la pérdida de bosques condujo a un aumento del 3 por ciento en los casos de malaria.
Los últimos datos, que se publicaron esta semana, revelan que un área 12 veces más grande que la ciudad de Nueva York ha sido destruida en lo que va del año.
Pero el problema no se concentra solo en este punto. De hecho, el 60 por ciento de las nuevas enfermedades infecciosas que surgen en los seres humanos, incluido el VIH, el Ébola y el Nipah, todas ellas originadas en animales que viven en los bosques, son transmitidas por una variedad de otros animales, la gran mayoría de ellos animales salvajes.
En un estudio llevado a cabo en el 2015, los investigadores de Ecohealth Alliance, una organización sin fines de lucro con sede en Nueva York que rastrea las enfermedades infecciosas a nivel mundial, encontraron que «casi uno de cada tres brotes de enfermedades nuevas y emergentes están vinculadas al cambio en el uso del suelo como deforestación”, tuiteó el presidente de la organización, Peter Daszak, a principios de este año.
Muchos virus existen inofensivamente con sus animales huéspedes en los bosques, porque los animales han evolucionado junto con ellos. Pero los seres humanos pueden convertirse en anfitriones involuntarios de patógenos cuando se aventuran o cambian el hábitat del bosque.
Los expertos alertan que también se han visto roedores portadores de virus en áreas deforestadas en Panamá, Bolivia y Brasil.
«Estamos cambiando por completo la estructura del bosque», señala Carlos Zambrana-Torrelio, ecólogo de enfermedades de Ecohealth Alliance.
El debate en el mundo científico es: si estas enfermedades permanecen confinadas en los márgenes del bosque o si ganan su propio espacio en las personas, ¿desencadenar una posible pandemia depende de su transmisión?.
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