Mauricio Bravo A*
Algo profundamente inquietante y perturbador produce la lectura del libro de Edward Snowden Vigilacia permanente: la casi nula atención que la sociedad civil y el mundo político le presta a este tema crucial para los derechos humanos, la libertad y la democracia.
El estadounidense nos relata, a veces con sabrosos detalles, sus inicios en la informática y cómo la internet pasó en los años 90 de ser un espacio global que prometía democratizar el mundo a convertirse en un medio controlado por grandes transnacionales que aliadas con EE.UU principalmente, aunque no únicamente, han instalado a nivel planetario un aterrador sistema de vigilancia permanente sobre la población de todo el mundo.
Cuando él ingresó a la CIA y después a la NSA, lo primero que le llamó la atención era la enorme cantidad de empresas privadas que les prestaban toda clase de servicios y que además les servían de tapaderas. Él mismo trabaja para la CIA pero como empleado de Dell. Esta alianza resultaba indispensable para ambas partes. El gobierno norteamericano es un formidable cliente que les aporta millones de dólares, pero además les aporta la seguridad y la protección política necesaria para el desarrollo de estos negocios en todo el mundo. Ambos comparten un mismo objetivo político-comercial: vincular el personaje online de un usuario con su identidad jurídica offline. Como dice el autor, la vigilancia gubernamental estaba teniendo el efecto de convertir al ciudadano en súbdito, la vigilancia corporativa estaba convirtiendo al consumidor en un producto. Es la mayor amenaza a la libertad que podamos concebir. La consumación de Orwell.
Frente a ello, el argumento habitual que escuchamos es “no me interesa que alguien pueda ver mis datos o mis comunicaciones, no tengo nada que ocultar”. Dice el autor que eso equivale a decir no me interesa la libertad de expresión porque no tengo nada que decir; o que no me importa la libertad de prensa porque no leo los diarios. Es la astucia del nuevo capitalismo de vigilancia: dominar, manipular, accionar de manera subrepticia, invisible….
Las revelaciones de Snowden del 2013 de que el sistema PRISM permitía la NSA recopilar de forma rutinaria datos de Microsoft, Yahoo!, Google, Facebook, You Tube, Skype, Apple (mails, fotos, conversaciones de vídeo y audio, contenidos de navegación, etc.) todo con la complicidad de estas empresas. Pero además el sistema Upstream les permitía recoger datos rutinarios directamente de la infraestructura de internet del sector privado, esto es de los conmutadores y enrutadores que derivan el tráfico de internet de todo el mundo, mediante los cables de fibra óptica y satélites. Junto con XKEYSCORE una interfaz que permitía la NSA hacer búsquedas en “en casi todo lo que un usuarios hace en internet”, introduciendo la dirección, el número de teléfono o la dirección IP de casi cualquier persona, y luego repasar el historial reciente de su actividad online. El agente técnico de mayor rango de la CIA se jactaba por ese tiempo en una conferencia al decir: “Tenemos prácticamente a nuestro alcance la posibilidad de procesar toda la información generada por el ser humano”.
Han pasado mas de seis años de esto, y nada indica que esos programas (con otros nombres) sigan operando. Y que además en seis años (una eternidad en el mundo de la computación) se hayan desarrollado nuevos hardware y software. La población mundial se duplica mas o menos cada veinticinco años. La capacidad de vigilancia mundial se duplica cada dieciocho meses. Entonces surge la pregunta ¿Por qué en el mundo político de la izquierda, el progresismo e incluso entre los liberales, este gran tema ocupa un lugar de quinto orden? Probablemente alguien nos diga que los políticos (todos) perdieron el control de la agenda y que es la ciudadanía (redes mediante) la que está poniendo los temas, y que allí la jerarquía de los enunciados opera con otras lógicas Temas como el feminismo, las minorías étnicas, la igualdad de género, etc.; todos los cuales están muy bien, tienen la característica de eclipsar el programa ciudadano e invisibilizar otros grandes temas estructurales de la sociedad. Es probable. Además hay que sumar a este desinterés al mundo académico. Por ello personalidades como la de Snowden, Assange, Manning, Appelbaum, Müller-Maguhn, Zimmermann, Domscheit-Berg entre muchos otros, constituyen voces que merecen nuestra mayor atención por su lucidez, valentía y coraje para enfrentar una amenaza inminente para la libertad, los derechos humanos y la democracia.
*Mauricio Bravo A.
Licenciado en Literatura
Magíster en Comunicación y Políticas Públicas
Es autor del libro “Wikileaks: teoría y práctica de un desacato” (Nuevas Fojas)