Trabajo, trabajo, trabajo. ¡Estamos cansados, pero seguimos resistiendo! E insistimos en que el cambio no vendrá de la autoridad ni de los partidos actuales, sino de movimientos ciudadanos no tradicionales como el MAS que impulsó Evo Morales o la V República que llevó adelante Chávez, tomando así una imágen del régimen republicano francés. Esta realidad que los “grandes” medios nacionales tratan de opacar, haciendo burla de la figura de Chávez, es parte del juego descifrable, donde no se le quiere dar el lugar que merece a un movimiento que terminó fundando el más grande y votado partido de Venezuela. Un movimiento que defiende y dio voz a sus pueblos originarios y que logró superar a poderosos partidos tradicionales como el del Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) que pertenece a la internacional de la Democracia Cristiana.
Algo no distinto es lo que se da rumbo al bicentenario en Chile. Un movimiento ciudadano del cual nos sentimos parte y que toma fuerza poco a poco sin que tal vez, nunca, llegue a tomar forma de partido. Un escuadrón donde no hay militantes ni abanderados, pero si muchos ciudadanos convencidos de que no podemos dejar que se sigan riendo en nuestra cara, una masa que parece aún no tener muy claro el cómo pero que con el avanzar y el dialogar de sus redes, poco a poco va afinando la estrategia democrática que lleve a redefinir el injusto y desigual país que tenemos.
Son otros los tiempos y la organización se vuelve cada vez más grande y diversa. Con nuestros puños alzados y sin dejar de cantar hasta la Victoria, cruzamos partidos políticos y sumamos movimientos grandes y pequeños.
En Chile es necesario urgentes y profundas reformas, un «Nuevo Trato» que no llegará del cielo, reformas para las que hoy no coopera el nominal presidencialismo del que goza Chile.
Los parlamentarios se quejan continuamente de tener poco poder para iniciar acción legislativa, nuestra Presidenta, en la que tantos creímos, parece estar sorda o tal vez carcomida por Belisario Velasco, el Mephisto, que vela por el silenciamiento ciudadanista y el mantenimiento del orden centralista y represor, cual sombra del dictador Augusto Pinochet. La figura dejada por el hombre que dividió al país amargamente, y que esperamos no nos siga separando por difícil que resulte, es en la que aún pena en los textos de la Constitución. Seguimos sin Defensor del Pueblo y el abuso a los ciudadanos; con tributos excesivos a las Mypes; e impotentes frente al paraíso que se otorga a la inversión extranjera; la clase gobernante está con sobrepeso gozando del banquete de las negociaciones internacionales, lucrativas ventas del territorio de Chile, de las que otros, en tiempos de dictadura, también gozaron; la diferencia entre ricos y pobres sigue creciendo; el Transantiago no se transparentó; tampoco Chile Deportes y el diputado Jaramillo; el descaro de la autoridad que continúa, su soberbia para sostener tanta mentira, hasta que no se les abra más puertas por donde salir arrancando.
Es esta la «Espada Ciudadana» que pone contra la pared al poder mezquinamente administrado, la revolución hecha carne que no hemos dejado de anunciar y que se atreve a enrostrar a la Iglesia mirando a la cara a sus devotos.
Somos comunicadores, profetizamos y llevamos dentro el recuerdo de este mayo trabajador, como un mes que ha estado movido por las fuerzas productivas reclamando sus derechos. Retomaremos aquello que nunca debimos perder: la esperanza y el tesón para dar la batalla por la revolución social que Chile se merece: una revolución democrática y libertaria.
Bruno Sommer