No me gusta la autoayuda. Literalmente nadie en el mundo me ha preguntado si me gusta o no, pero no me gusta.
Me gusta la sororidad, me gusta el concepto de mujeres ayudando a otras mujeres con vivencias afines y con dolores parecidos. Porque es verdad, hay un poco de sabiduría en mirar un corazón roto que se parece al tuyo. Pero no me gusta la autoayuda.
He estado mirando los libros que están disponibles en algunas plataformas para encargar, porque soy de provincia y porque a veces hay buenas ofertas. No hay sitio en el que no me haya aparecido el libro de Carmen tuitera, que se llama Weona Tú Podí. Ustedes podrán pensar que esta columna está escrita a partir de la envidia y la verdad es que en parte es cierto: Carmen tuitera cobra por un tazón lo que yo cobro por una sesión. Pero también está escrita en relación a la responsabilidad ética que siento con lo que queda de mi oficio. Como una mujer que atiende a otras mujeres en contextos clínicos, me siento perfectamente capacitada para decirles que: Weona, no siempre podí, y les voy a contar por qué.
Creo que una de las constantes que más he escuchado de mis pacientas, es la tendencia a tener un diálogo interno que les repite constantemente que no son suficientes. Que en la pega podría irles mejor, que deben sobre exigirse, ser brillantes, sensuales, hermosas, oler delicioso y cocinar como las diosas. Inculcándoles una culpa cristiana sobre lo que comen, sobre lo que hacen o dejan de hacer. Muchas de estas mujeres luchan todos los días por construir diálogos internos que les permitan una conversación menos juzgadora y más amable consigo mismas. El emblema del weona tú podí, es que inconscientemente las hace sentir peor. Perdedora, todas pueden y tu no. Te acaban de despedir, te acaban de dejar, pero tu podí.
La verdad es que no pasa nada si puedes quedarte unos días descansando y luego salir al mundo. Puedes tomar licencias psiquiátricas. Puedes sentirte pésimo. No pasa nada si tienes que tomar antidepresivos. No pasa nada si algo dentro de ti se rompe y no vuelve a ser lo mismo. Las personas nunca volvemos a ser las mismas, la vida nos cambia, porque la vida es horrible y es fantástica. Siempre trata de volver. Busca ayuda. Porque contra toda propaganda y frase motivacional en Instagram: a veces no podemos. Necesitamos gente, y, a veces la gente nos necesita.
Entiendo que en función a lo cara y poco accesible que es la salud mental en Chile, la autoayuda se erige como una posibilidad al alcance de todes. Me alegro mucho y si te sirve, pues bienvenido sea. Esta no es una apología a dejarse caer. Es más bien una apología a lo que nos constituye como humanos y nos permite crear relaciones significativas, profundas y de confianza con otras personas: La vulnerabilidad.
El único espacio en el que las otras personas pueden vernos por lo que verdaderamente somos, porque estamos siempre circulando ahí, en el binomio entre lo invivible y lo fantástico.
No podemos vivir en esa negación absurda de que todo pasa por algo. La gente tiene que enojarse, tiene que sentirte triste y tiene que sentirse abatida. Esta fantasía capitalista de que las personas debemos enfrentar todo como una oportunidad es ridícula, porque eso, más allá de validar y naturalizar que en distintos contextos como el trabajo o nuestras relaciones aceptemos condiciones que no nos corresponden, nos introducen en un loop de repetición cuya única finalidad es funcionar. Hay que ponerse la polera por la empresa. Trabaja 44 horas y extras sin pago. Hay que funcionar. No hay nada más atroz que no funcionar…
No hay nada más humano que no funcionar.
Al final de todo, después de evadir, siempre hay que enfrentar.
Por Consuelo Hermosilla