La historia y cultura del café: de las cabras etíopes a la droga de los hippies viejos

  El escritor Honoré Balzac en sus tiempos de estudiante tenía un dealer de  granos de café y Federico el Grande creó una escuadra policiaca especial para reprimir las casas de café

La historia y cultura del café: de las cabras etíopes a la droga de los hippies viejos

Autor: Mauricio Becerra

 

El escritor Honoré Balzac en sus tiempos de estudiante tenía un dealer de  granos de café y Federico el Grande creó una escuadra policiaca especial para reprimir las casas de café. Así lo cuentan Bennett Alan Weinberg y Bonnie K. Bealer en El mundo de la cafeína (FCE), quienes hacen notar que el auge del café en Europa va de la mano con la Revolución Industrial, siendo la cafeína el analéptico indispensable a las vidas gobernadas por relojes. No en vano la generación de las flores reemplazó la cafeína por los eufóricos al momento de envejecer.

A principios del siglo XIX Goethe exhortó a Ferdinand Runge para determinar los constituyentes químicos de los granos de café. La idea de un poeta a un científico que poco antes había investigado la belladona, es una de las tantas historias en torno a la cafeína, la droga más popular de la historia recogidas por Bennett Alan Weinberg y Bonnie K. Bealer en  El mundo de la cafeína (FCE), un enciclopédico libro que no sólo recorre la historia del alcaloide, sino que además traza sus características culturales, revisa su composición química y los efectos sobre la salud de una sustancia tan popular que gran parte de sus usuarios ni siquiera aceptarían que se le etiquetara como droga.

 Bennett Alan Weinberg es abogado de la Universidad de Nueva York y fue profesor agregado de Herencia cultural en la Universidad Temple de Tennessee. Bonnie K. Bealer es psicóloga, antropóloga y con estudios en Administración y Finanzas; hoy se dedica al diseño y el desarrollo de sistemas de administración financiera computarizados.

 LAS CABRAS ETÍOPES

 La leyenda del descubrimiento de las propiedades del café es protagonizada por un pastor en la antigua Etiopía que se dio cuenta que sus cabras tras comer los frutos de una hierba se ponían inquietas y corrían con gran vitalidad. Los árabes fueron los primeros devotos del café, convirtiendo su hábito en una institución: La casa de café, espacios desparramados en la antigua Arabia, Anatolia (hoy Turquía) y Moca (hoy Yemen).

 Otra historia cuenta que el gato de algalia llevó las semillas de café desde África central a las montañas etíopes. Café viene del árabe qahwa y recién fue conocido en Europa  a fines de la Edad Media.

 B. A. Weinberg y B. K. Bealer amplían su investigación a todas las plantas con cafeína. Así no sólo tenemos capítulos enteros consagrados a la oscura bebida de origen yemení, también los hay dedicados al , con toda su tradición en China y Japón; al chocolate, traído de los cielos por Quetzalcóatl para el disfrute de su pueblo; y el guaraná.

 El cacao, base del chocolate, además de cafeína tiene teobromina, sustancia que provoca efectos parecidos a estar enamorado. Ya los Olmecas (1200 a. C. al 400 a. C) lo cosechaban en las fajas costeras de México.

 Carlos Lineo llevó las primeras plantas de a Europa en el siglo XVIII. Se cuenta que  para abastecer de té a Rusia bajo Catalina la Grande, caravanas de 6 mil cargas de camello traían el té desde China, alcanzando su tamaño máximo hacia 1860. “La última caravana de camellos que llevó té de Pekín a Rusia llegó en 1900”- cuentan los autores del libro. Ya en ese año una trayectoria que durante casi dos siglos demoraba 16 meses sería reemplazada por el ferrocarril transiberiano. Hoy Rusia es el mayor consumidor de té en Europa.

 LA ADICCÍON DE BALZAC

 Promovido por los mercaderes en Europa, el café también tuvo sus detractores: los productores y comerciantes de vinos. El papa  Clemente VIII (1535-1605) a petición de los mercaderes de la vid y clérigos conservadores que pedían que fuese prohibido para el área de influencia cristiana, accedió a probar la oscura bebida. El sabor y efecto le agradaron al punto que dijo que sería una lástima dejar su disfrute a los infieles y ‘bautizó’ la bebida como adecuada para el consumo cristiano.

También las tazas de café albergan historias de intrigas de palacio y espionaje. Solimán Aga, enviado por el sultán turco Mohamed IV en 1669 a la corte de Luis XIV, luego de ser ninguneado por el monarca, arrendó una casa palaciega en un distrito rico de París. A su mansión llegaban las mujeres de la aristocracia a probar un fuerte café servido por jóvenes esclavos nubios en tazas de porcelana. Seducidas por el ambiente de casa oriental y las dosis de cafeína sus lenguas eran compelidas a hablar, lo que dieron a Aga un completo panorama de las intrigas de la corte francesa.

 El escritor Honoré Balzac en sus mozos tiempos de estudiante tenía un dealer que le providenciaba los granos de café prohibidos. Estimulado por la cafeína escribía sus novelas durante la noche. Uno de sus libros fue Traité des excitants modernes (Tratado de los estimulantes modernos), publicado en 1839.

 Ya en nuestra época, la generación de las flores reemplazó la cafeína por los eufóricos al momento de envejecer, según cuentan los autores del libro. Las tazas de café fueron la droga de preferida en la senectud de la primera generación que se lo probó todo.

 EL RELOJ Y LA CAFEÍNA

 B. A. Weinberg y B. K. Bealer lanzan la tesis de que el auge de la cafeína en Europa está emparentada con la Revolución Industrial. Hasta el siglo XVIII a falta de agua potable en el viejo continente, la cerveza era la bebida más usada en el mundo occidental.

 El desayuno se iniciaba con una sopa de cerveza. El historiador de las mentalidades, Wolfgang Schivelbusch, autor de Tastes of Paradise, comenta que en una familia promedio inglesa en el siglo XVII se consumían 3 litros diarios de cerveza por persona, incluyendo los niños. Preparar la cerveza era una de las tareas habituales de los dueños de casa.

 Los autores dan cuenta de un cambio en relación con el alcohol que trajo la sociedad industrial. Ya el naturalista Carlos Lineo decía en el siglo XVIII que el café “puede considerarse útil para aquellos que otorgan un mayor valor a ahorrar su tiempo que a mantener su vida y su salud y que se ven obligados a trabajar hasta entrada la noche”.

 Los autores comentan que “quizás con la llegada de las máquinas y la era industrial, Europa descubrió la necesidad de una disciplina correspondiente en el ámbito civil: en el siglo XV la gente seguía calculando la hora por la altura del sol o las posiciones de las estrellas, pero a medida que el siglo XVII llegaba a su fin, todo el continente empezó a funcionar cada vez más en base al reloj, y la cafeína fue el analéptico indispensable que permitió a los hombres vivir gobernados por el reloj, entretejer la vida de trabajo de unos y otros y acoplarse entre sí como los dientes del engranaje de una máquina”.

Imagen de la primera cafetería de Viena, abierta por Franciszek Jerzy Kulczycki, quien se valió de los granos de café dejados por los turcos otomanos en su retirada de 1683. Imagen de Zu den Blauen

 Hacia 1660 se hizo común en Inglaterra el uso del minutero, que incrementó 15 veces la precisión del tiempo a la par que el consumo de cafeína se expandía en Venecia, París, Ámsterdam y Londres. “En esa Europa aturdida por el alcohol, se proclamaba las bebidas con cafeína como los grandes agentes de la sobriedad que podían liberar al hombre de la intoxicación y los sufrimientos provocados por las bebidas alcohólicas”- relatan B. A. Weinberg y B. K. Bealer.

 Ya entrado el siglo XIX en las ciudades se hizo común el chocolate y el café al desayuno, mientras que en el campo se mantuvo por un buen tiempo el tradicional desayuno de pan con queso acompañado de cerveza o sidra

 LA CONDENA DEL REY

 La prohibición del café más antigua que se tiene data es la de Kha’ ir Beg, jefe de la policía de La Meca en 1511, quien vio

Típica casa de café en Londres durante el siglo XVIII

en las conversaciones que se prolongaban en las tradicionales casas de café el germen de revueltas sociales y políticas y un peligro para la salud de los súbditos

 Federico el Grande (1712-1786) hizo una campaña contra el grano “promulgó bandos, impuso gravámenes, e incluso creó una escuadra policiaca especial para mantener a sus súbditos a salvo de las amenazas del café a su salud y sus bolsillos”- comentan B. A. Weinberg y B. K. Bealer.

 En 1746 en rey Gustavo III de Suecia decretó ilegal el consumo de café y, enfrentado al obvio contrabando que conllevan las prohibiciones, para demostrar los perniciosos efectos del café  ordenó hacer beber tazas de café a un convicto hasta que muriera. Puso a otro convicto bebiendo té como control y dos médicos encargados del estudio. Paso el tiempo, el rey fue asesinado, los médicos murieron, el condenado a beber té falleció a los 83 años. Sólo sobrevivió el condenado a beber café.

 La prohibición duró hasta 1820 y hoy Suecia es uno de los principales consumidores de café del mundo.

 En diciembre de 1675, Carlos II de Inglaterra promulga un edicto que prohíbe las casas de café en Londres. La proclama real decía ”el gran recurso de personas ociosas y desleales (…) ha generado muchos efectos malos y peligrosos; tanto para muchos mercaderes como para otros; que allí pierden mucho de su tiempo, que podría emplearse, y probablemente se emplearía, en profesiones y negocios lícitos, pero también porque en tales casas (…) se elaboran diversos informes falsos, maliciosos y escandalosos que se distribuyen en el extranjero para difamar al gobierno de su Majestad y para la perturbación de la paz y tranquilidad del reino”.

Enfrentado a los comerciantes, el edicto de Carlos II duró sólo 11 días.

 La preocupación por la salud de las poblaciones muchas veces esconde el miedo al debate y el disenso. Así como en La Meca de Kha’ ir Beg o el Londres de Carlos II, los espacios de socialización y las bebidas que acompañan la plática no son adecuadas para los ojos del poder. “La casa del café, que cambia, se adapta y diversifica, merece el reconocimiento como la institución más proteica de la historia. En la casa del café se reunían los hombres que planearon las revoluciones estadounidense, francesa, rusa y china” – comentan los autores de El mundo de la cafeína.

 Hoy la idea de intercambio de ideas como un foro es  el origen de que a los  cibercafés les llamemos como tales.

 AFEMINAMIENTO E IMPOTENCIA

 El médico alemán Simon Pauli publicó Commentarius de Abusu Tabaci et Herbae Thee (1635) que entre el listado de efectos negativos que atribuía al café, al té y al chocolate era provocar afeminamiento e impotencia. Otros médicos hablaban de esterilidad en las mujeres.

 Octave Guelliot publicó Del cafeísmo crónico 1890, descrito por los autores del libro como “una extraña amalgama de la ciencia victoriana y una recapitulación de la casa del horror del siglo XVII de Pauli”. Guelliot acusa al café de causar insomnio, dispepsia, estremecimientos, melancolía (como en esa época se le llamaba a lo hoy rotulado como depresión), neumonía, pérdida de apetito, dolores de pierna, pérdida de la libido y ojos brillantes.

 Como todas las drogas, la cafeína también tiene su Prohibition Party hoy. En EE.UU. está Caffeine Anonymus, algo así como Cafeinómanos Anónimos, con un programa de doce pasos para los adictos a la cafeína. Otros más radicales son los de Caffeine Prevention Plus (Prevención Ultra Cafeína), cuyo horizonte es la prohibición del café. Y argumentos no les faltan a estos templados contemporáneos: dicen que la cafeína es responsable del 25 por ciento de malas decisiones en los negocios británicos y del 50 por ciento de que se agraven las disputas maritales en EE.UU.

 CAFEÍNA

 Según B. A. Weinberg y B. K. Bealer, el 75 por ciento de los niños nacen con cantidades detectables de cafeína en el torrente sanguíneo. No en vano el alcaloide, ya sea en una taza de café, en bebidas energéticas, en latas de gaseosas o en pastillas, es la droga más cotidiana del mundo actual.

 Bennett Alan Weinberg y Bonnie K. Bealer concluyen el libro con una pormenorizada revisión de los efectos de la cafeína en los sistemas cardiovascular y respiratorio, la fertilidad, las enfermedades congénitas, el ejercicio, la depresión, el sueño, la memoria y los estados de alerta. También entregan un completo cuadro que transparenta las dosis de cafeína en los alimentos.

 Mauricio Becerra R.

@kalidoscop

El Ciudadano

* Imagen portada: Robert Therrien


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