Michelle Bachelet ha vuelto al país y la encontramos ya de lleno abocada a su segunda campaña presidencial. Durante su ausencia el país ha vivido momentos de agitadas movilizaciones estudiantiles y otras de caracter reivindicativo y social, con las cuales el país entero se ha visto identificado e involucrado. Los ciudadanos han hecho suyas esta movilizaciones, fundamentalmente porque son sus hijos quienes han constituído el motor de ellas y porque las demandas planteadas son problemas que afectan a toda la familia. Consecuentemente, aunque las caras visibles de las demanadas estudiantiles han sido los jóvenes, los ciudadanos han estado siempre tras de ellos. Este es un asunto importante de considerar, al momento de plantearse estrategias y programas políticos dirigidos a conquistar voluntades para un cambio social o para lograr una presidencia.
El regreso de Bachelet ha despertado en este sentido muchas interrogantes. Las hemos planteado en un artículo anterior (“Bachelet: de cara al pudridero”) y -como todos los chilenos- estamos ahora atentos a sus propuestas y a los pasos que da para lograr la anuencia y el apoyo de la ciudadanía a sus propósitos políticos. La mayor de las interrogantes han sido, primero, su relación con la Concertación y luego con la ciudadanía o bien -usando la palabra proscrita- con el pueblo, que se supone es quien tendría que elevarla de nuevo a la presidencia del país.
La primera ha quedado rápidamente dilucidada, pues Bachelet ha reconocido prontamente su pertenencia al conglomerado político y, no menos al ser aclamada como candidata del PS y del PPD. En cuanto a su relación con el pueblo, que ya la hizo presidenta anteriormente, las cosas no aparecen tan promisorias, pues se advierte en la actitud de la candidata un evidente distanciamiento de la masa ciudadana. Las razones para esta observación, estan contenidas en los párrafos siguientes.
Bachelet y las lealtades equivocadas
Es un hecho palpable que los ciudadanos que han apoyado a Bachelet durante todo este tiempo no han tenido en ningún momento la menor idea acerca del pensamiento de su candidata, ni de su posición frente a la situación política creada por las movilizaciones de estudiantes y regiones. Basados en su experiencia anterior como presidenta, ellos han supuesto que lo sabían, sin saberlo realmente, pero igualmente le han entregado su confianza y apoyo. Y aquí podríamos hablar de lo que podría llamarse “el misterio Bachelet”. Pues hemos constatado que a pesar de su ausencia del país durante cerca de 3 años, su popularidad se mantuvo siendo mayoritaria en las encuestas de opinión. Siempre fue una carta preferente como candidata presidencial y este hecho adquiere tintes claros de fenómeno social con ribetes de misterio. No es posible explicar las causas de tan sostenido apoyo ciudadano, pues no podrían ser marginalizadas circunstancias bastante concretas, como lo son la ausencia de todo contacto con la ciudadanía, su falta de opinión sobre lo que ocurría en Chile durante su ausencia y su tenaz silencio sobre su posible candidatura presidencial.
He aquí el misterio. Las sostenidas preferencias ciudadanas por Bachelet se han producido simultáneamente con un masivo y nacional rechazo de la ciudadanía a la Concertación como fuerza política, pues ésta es identificada como co-creadora y sustentadora de la injusticia social y de la corrupción, junto a la derecha. En consecuencia cabe concluir que la ciudadanía que la ha apoyado ha separado subjetivamente a Bachelet de la Concertación y creído con absurdo entendimiento, que basta con tener a Bachelet para lograr hacer cosas que la Concertación no quiere ni nunca quiso hacer.
Sin embargo ocurre ahora que Bachelet regresa al país y se coloca de inmediato bajo el alero de la Concertación, desmintiendo así totalmente la convicción de sus simpatizantes acerca de su supuesta independencia del desprestigiado conglomerado, anunciando además que su próximo gobierno será planificado y dirigido con y desde la corrupta y muy justamente vilipendiada Concertación. Por tanto, Bachelet advierte a sus simpatizantes que ella no es sólo Bachelet, sino también Concertación y que éstos deben aceptar tanto la política, como la “moral” propia de ésta.
La medida del agravio que la deslealtad de Bachelet ha inferido hacia quienes confiaron en ella durante años, sólo puede ser comparable y proporcional a la decepción que ella crea en millones de ciudadanos que pensaron que la conciencia ciudadana de Bachelet era más grande e impoluta que su apego y dependencia de la Concertación. Pero, ya no hay cómo equivocarse: entre el pueblo que ha apostado por ella y la Concertación, Bachelet ha optado por la Concertación.
Bachelet y los luchadores marginados
Durante la ausencia de Bachelet, han ocurrido cosas muy importantes en el país. Después de la movilización de 2006, los estudiantes irrumpieron de nuevo en 2012 con una fuerza inusitada en el escenario político y social para exigir un cambio trascendental en la estructura educacional y en las políticas de educación. Su movilización ha sido la expresión del resurgir de una nueva conciencia social y política que rechaza no sólo el sistema educacional, sino el sistema político creado por las generaciones anteriores, el que dificulta e impide no sólo el desarrollo de los jóvenes como personas y ciudadanos, sino atenta contra del desarrollo y el futuro del país. Por tanto, su movilización ha sido expresión de un descontento que va mucho más allá de las reivindicaciones relacionadas con la educación. Ha sido el rostro visible del descontento profundo y generalizado de la masa ciudadana con la realidad política, social y económica del país. La ciudadanía, impedida de organizarse sindicalmente o de cualquier otra forma, se ha aglutinado espontáneamente tras la única fuerza social con capacidad de organización, de movilización y de lucha existentes. La lucha estudiantil ha concitado el apoyo de hasta el 80 % de la población.
A este movimiento se han sumado en distintas ocasiones diversos movimientos reivindicativos de carácter regional, laboral y étnico. Es decir, con los estudiantes a la cabeza, la ciudadanía ha comenzado a movilizarse tras importantes cambios políticos y sociales y ha debido luchar contra la indiferencia, la sordera y la represión de la derecha y del gobierno. No menos, de la Concertación, la que es igualmente responsable de la política educacional vigente y parte interesada en el mercado de la educación.
La movilización ha creado y sacado a la luz una legión de dirigentes estudiantiles y sociales que son el hito de un nuevo momento histórico en la vida social y política del país. Ellos marcan el inicio de una nueva etapa post-dictadura y son exponentes de una nueva inteligencia en la comprensión de los fenómenos sociales. Desde luego, no contaminados por las políticas, intereses y vicios post-dictatoriales. Ellos se han erigido sin quererlo en légitima expresión de la conciencia de cambio que se extiende por el país y, consecuentemente, en interlocutores válidos, legímos, para todo proyecto de modificación de las estructuras políticas y sociales del país.
Por lo visto, Bachelet hace caso omiso de ellos y de cuanto ha ocurrido en el país durante su ausencia. Prescindir de los jóvenes luchadores en la construcción de un nuevo Chile, es no sólo una omisión de lesa humanidad, sino una falta de respeto por la ciudadanía y una forma de conspirar en contra de sus intereses, pues estos dirigentes estudiantiles y sociales -portadores de su sentir y aspiraciones- son sin la menor duda, alma, cerebro y corazón de ese pueblo movilizado. No lo es la Concertación, pues como sabemos, ésta no representa a nadie.. Seguramente, todavía no es tarde para que se abra un diálogo entre Bachelet y quienes representan calificadamente a la ciudadanía. Es lamentable que estemos constatando que frente a las circunstancias que comentamos, Bachelet aparezca dando la espalda al pueblo al cual apela para llegar a la Moneda.
La agenda del pueblo, en manos de sus enemigos
Durante los años de ausencia de Bachelet, la lucha estudiantil y la movilización social instalaron sobre la mesa de discusión diversos temas de carácter político y social que señalaron la necesidad de cambios trascendentales en el modelo político y económico. Todas las demandas han tropezado con el único y verdadero muro de contención de todo cambio: la Constitución Política de 1980. Diversos casos escandalosos de corrupción han avivado el fuego opositor contra la realidad política y social que avalan el gobierno y la clase política. La oposición feroz de éstos a toda corrección, hace que la lucha continúe y la problemática se mantenga.
La agenda por los cambios es una bandera propia de los estudiantes y de la ciudadanía movilizada tras de ellos. Ha sido levantada en lucha contra la derecha y no menos en contra de la Concertación. Esta mantiene una responsabilidad fundamental en la problemática educacional y en la existencia del lucro en la educación. Nunca ha manifestado alguna oposición por principios en contra de la Constitución fraudulenta de Pinochet, al contrario se ha prestado gustosamente para su reforma, pero jamás se ha manifestado por su abolición. La razón es que se sabe benefiada por ella. Todavía más, el senador Escalona se ha hecho aún más tristemente célebre en el último tiempo por su oposición frontal a la posibilidad de una asamblea constituyente, que trajera aparejada una nueva Constitución. –Sería como fumar opio – ha dicho.
Enseguida ha aparecido Bachelet y ha comenzado a hacer propia la agenda de los estudiantes y de los ciudadanos y a decirnos lo que ella supuestamente desea hacer para convertirla en realidad. Sin hacer alusión alguna a la gestación de dicha agenda ni a la lucha ni a los protagonistas de ésta que la han instalado en el escenario político nacional. En lo particular, esto no debería tener mayor importancia ni tendría que haber nada negativo en ello, si no fuera -si no fuera, repito- porque pretende hacer realidad los temas de la agenda entregando su planificación y realización a quienes son enemigos de ellas: la Concertación y sus representantes.
Un solo ejemplo: Bachelet ha anunciado que considera importante modificar la actual Constitución Política y que por ello lo más “democrático” que se le ha ocurrido es designar una comisión de “expertos” para que estudien el asunto y hagan proposiciones al respecto. Una vez más, los supuestos “expertos” desplazando a los ciudadanos. Ya sabemos que el nombramiento de comisiones de estudio es un viejo recurso político para arrojar “por el desvío” asuntos inconvenientes. O no llegan jamás a algún resultado o se demoran años en llegar a resultados discutibles. Justamente, es el senador Escalona quien con sorna evidente y hablando en nombre de Bachelet, ha notificado lo que cabe esperar: “Nombraremos una comisión bicameral cuanto antes, porque estas materias se demoran años”.
La Concertación se llena en estos momentos de frases rimbombantes, de promesas trascendentales, anunciando la proximidad de un mundo nuevo y feliz. Y Bachelet a la cabeza llama a la unidad, a aunar fuerzas para obtener una mayoría parlamentaria y para “buscar un país más inclusivo”… Pero, es imposible comprender cómo se puede construir un país inclusivo desde una minimal agupación política y apartando deliberadamente de su quehacer a las masas ciudadanas. Es imposible aceptar que “hay mucha gente a la que tenemos que escuchar”, si esa gente no es reconocida como interlocutora. Es inaceptable el pensamiento de que “hay que acercar la política a la gente”como piensa Bachelet, es decir, llegar hasta ella desde afuera, cuando lo que la gente quiere es dejar de ser objeto de la política, para ser sujeto de ella.
Hasta ahora, Bachelet nos está demostrando con su actitud que no posee ninguna intención de superar la veinteañera tradición de la Concertación de “trabajar medidamente por el pueblo, pero sin el pueblo y lo más lejos posible del pueblo”. §
Por Elías Vera Alvarez
El Ciudadano