Los desfiles del Carnaval de Río de Janeiro deslumbran al mundo con todo su esplendor, pero en la edición 2020 destacan por un marcado acento en crítica política y social, pese a la supresión de subvenciones de la tradicional fiesta que para el evangélico alcalde de la ciudad huele a azufre.
Con bailes y canciones sobre un Jesús nacido en la favela, homenajes a indígenas, a artistas negros y a las religiones afro-brasileñas las escuelas de samba han desfilado desde el domingo con una dosis extra de protesta.
Haciendo un derroche de purpurina, carrozas alegóricas, miles de integrantes y una poderosa «batería» de percusión, las trece escuelas han aprovechado su desfile de 70 minutos para encantar a los jurados y a las más de 70 mil personas presentes en la avenida Marqués de Sapucaí, el famoso «Sambódromo».
La situación política y social siempre ha estado presente en el Carnaval de Río, pero el tono de protesta se ha incrementando debido a la crisis generada por el actual gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Jesús de rostro negro, sangre india y cuerpo de mujer
Una de las escuelas de samba más importantes de Río de Janeiro, Mangueira, encendió la polémica al presentar un tema inspirado en la teología de liberación.
El espectáculo estrenado el domingo en el sambódromo de Río fue protagonizado por un dios polimorfo “de rostro negro, sangre india y cuerpo de mujer”, según la letra de la nueva samba de Mangueira, encarnado en el desfile por la reina de la batería afrobrasileña Evelyn Bastos.
Antes del desfile, una campaña orquestada en las redes sociales bolsonaristas y los grupos religiosos ultraconservadores tacharon la producción de blasfemia.
El portal evangélico Gospel Prime acusó a Mangueira de “fomentar el marxismo cultural”, un termino acuñado por el gurú ultraconservador de Bolsonaro Olavo de Carvalho para denominar una supuesta conspiración para corromper los valores tradicionales cristianos.
Sin embargo, Mangueira estuvo preparada para la confrontación y en una obvia referencia al bolsonarismo y la ultraconservadora bancada de la Biblia en el Congreso, en su nueva canción de samba incluyó la letra: “¿Por qué, de nuevo, los profetas de la intolerancia clavan mi cuerpo?”.
La presentación de la escuela de samba trasciende al carnaval. Mangueira es una fuerza cultural y política importante en Brasil.
«Ganó el concurso del carnaval el año pasado. La samba de aquel carnaval, que incluyó un homenaje a Marielle Franco, la concejal de izquierdas asesinada por paramilitares de ultraderecha presuntamente relacionados con la familia Bolsonaro, fue la canción más escuchada del año», recordó La Vanguardia.
«En una época en que se preconiza tanto un Jesús bélico, intolerante y controlador, Mangueira trae el Jesús del Evangelio: amoroso, amigo, compañero de los oprimidos», afirmó el teólogo y pastor bautista Henrique Vieira, que milita en la izquierda y asesoró a Mangueira en el estudio de la Biblia para crear el desfile.
Tolerancia religiosa
Mangueira no fue el único grupo en abordar el tema religioso. La escuela de samba Grande Río causó conmoción en el sambódromo de Río de Janeiro cuando personas a bordo develaron una enorme pancarta que decía «RESPETA MI AXÉ» ante el público entusiasta.
Axé es la fuerza vital cósmica de la religión afrobrasileña candomblé, y Grande Río hizo un llamado a las decenas de miles de espectadores en las gradas del sambódromo y a las decenas de millones de personas que observaban desde casa a que acepten a las personas de fe afrobrasileña mientras el país suramericano es presa de una ola de acosos relacionados con la propagación del evangelismo.
Miembros de la escuela Grande Río, como Jaciel Henrique, dijeron que aprovechaban la tradicional competencia de escuelas de samba de Río para decirle al mundo que las religiones con influencia africana, como el candomblé, necesitan ser respetadas y protegidas.
«Queremos ser respetados, y el Carnaval se trata de eso. El respeto donde todos se unen y se junten en favor de un poder: la felicidad «, dijo Henrique, citado por AP.
Carnaval de protesta
Si bien la situación política y social está presente en los contenidos de las distintas expresiones culturales del Carnaval de río de Janeiro, el contexto de un Presidente de ultra derecha y de un alcalde evángelico que se ha declarado en contra de la tradicional fiesta, ha acentuado las protestas.
Este año, Marcelo Crivella, alcalde y obispo evangélico del Partido Republicano, decidió retirar los fondos para esta tradicional fiesta.
Desde que asumió las riendas de la ciudad en 2016, Crivella dejó claro que no simpatizaba con el Carnaval y llevó a cabo un corte progresivo del financiamiento público a estos grupos, que pasaron de recibir dos millones de reales cada uno en 2017 a no contar con ningún apoyo este año.
La falta de recursos obligó a las escuelas a reinventarse y parte de ese proceso fue la aparición de directores creativos más jóvenes, que están haciendo «un carnaval que es arte, que es una fiesta, pero también es un carnaval político, comprometido», apunta Luiz Antonio Simas, historiador y autor de varios libros sobre carnaval.
«Es un carnaval con muchas protestas para que el mundo vea lo que está sucediendo aquí», apuntó la joven Camila Rocha antes de salir a desfilar.
El Payaso Bolsonaro
Uno de los desfiles que más captó la atención fue el de la escuela de samba Académicos de Vigário Geral, que mostró a un payaso portando la banda presidencial del país, en una clara alusión a Jair Bolsonaro.
La escuela Portela rindió un homenaje a los indígenas tupinambá, que vivían en la región de Ríoo antes de la colonización portuguesa.
«Nuestra aldea no tiene partido ni facción, no tiene obispo ni se rinde ante ningún capitán», canta la tradicional escuela, en unos versos que pueden interpretarse como un recado a Bolsonaro, cuya política ambiental es denunciada como una amenaza para las tribus de Brasil.
Otros grupos como Uniao da Ilha, cuestionaron las promesas incumplidas en materia de salud, empleo, educación y vivienda; y Sao Clemente, hizo referencias a las «noticias falsas» y otros episodios de la campaña electoral y el primer año de gobierno de Bolsonaro.
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