Pudiese tratarse de la mayor «fake news» que intentaron convertir a la fuerza en una realidad durante 2019. Incluso, aún se dice mucho del ‘reconocimiento’ de Juan Guaidó por más de 50 gobiernos del mundo como «jefe de la Asamblea Nacional» de Venezuela, sobre todo después que su autoproclamación como «presidente interino o encargado» de la nación suramericana, un año después, parece haber perdido peso tras los continuos fracasos del diputado del estado La Guaira, en sus planes sediciosos que financió -principalmente- el Gobierno de Estados Unidos, con el aliento de la Unión Europea.
Desde enero de 2019 se intentó legitimar a Guaidó con el título de «presidente interino» o «encargado» para hacerlo pasar como jefe de Estado de un gobierno paralelo en Venezuela.Ese plan se fundamentó en la masificación de noticias falsas y manipuladas en torno a Guaidó, que intentaron tergiversar la realidad de la estructura del Estado venezolano, sobre todo lo relacionado al orden constitucional.
La base utilizada por Guaidó para autojuramentarse como «presidente», careció de toda legalidad y nulidad de sus actos, pues la institución a la que pertenece -el Poder Legislativo- se encuentra deslegitimada desde enero de 2016. Eso sucedió luego de que su directiva desobedeciera y desacatara una orden del Poder Judicial, derivada de una decisión del Poder Electoral para repetir unos comicios relacionados a diputados que sobornaron y compraron votos para ser electos en el estado Amazonas (sur).
Entonces, la autoproclamación de Guaidó se da -no solamente en desacato al orden constitucional- sino también en desconocimiento al voto de la mayoría de la población (más de nueve millones de venezolanos) que eligieron en mayo de 2018 a Nicolás Maduro como Jefe de Estado para el periodo 2019-2025.
Guaidó -apoyado por Estados Unidos financieramente y alentado por la Unión Europea y la Organización de los Estados Americanos (OEA) en lo político y diplomático- se autojuramentó en una plaza pública como «presidente» con el argumento de que Maduro usurpa el Poder Ejecutivo, y así comenzó todo un plan sedicioso que con la fachada de la creación de un Estado paralelo violatorio de la Constitución.
El autoproclamado buscó y aún insiste en cambiar el Gobierno a la fuerza y apoderarse de los recursos del país, como ya lo viene haciendo con las filiales de Petróleos de Venezuela (PDVSA) en el extranjero, las transacciones multimillonarias congeladas en la banca privada internacional y el recrudecimiento del bloqueo «total» que impone arbitrariamente EE. UU. y que ha generado pérdidas al país valoradas en más de 116.000 millones de dólares.
Así nace la imagen edificada de este diputado electo en 2015, desconocido de la escena política venezolana y que con la promoción de la mediática internacional llegó a convertirse en «líder» de la oposición extremista e, incluso, llegó a contar con apoyo de distintos sectores opositores que actualmente se han dividido en múltiples versiones.
Su apoyo llegó a contar con la convocatoria de importantes concentraciones en el este de Caracas que posteriormente se convirtieron en escenario de violencia focalizada, momento en el que la mediática señalaba que a Maduro le quedaban horas.
Así fue como Guaidó prometió acabar con «el régimen» y «la dictadura», lo llamaba «el cese de la usurpación» y tuvo distintas fechas, pero -en conclusión- no pudo. Su falso poder político y sus limitaciones quedaron expuestas después de varios meses, al punto que su credibilidad cayó al mínimo y su popularidad perdió convocatoria.
Sin embargo, en la mediática internacional se insiste en decir que Guaidó -quién perdió la presidencia de la Asamblea Nacional el 5 de enero de 2020 y creó una paralela para tratar de seguir justificando su supuesta presidencia interina- es apoyado por 54 «países», pero la realidad es otra.
Guaidó para la foto y Maduro para lo serio
A Guaidó -en realidad- lo reconocen como «presidente» muy pocos gobiernos, pues a pesar que estos le dan trato como tal en los medios y en sus vocerías, al momento de realizar trámites legales con Venezuela, acuden es al Gobierno constitucional que lidera el presidente Nicolás Maduro.
Por ejemplo, de estos más de 50 gobiernos que dicen reconocer a Guaidó, 27 de ellos aún mantienen embajadores del Gobierno de Maduro y reciben «embajadores» de Guaidó solamente para reuniones políticas, es decir, legalmente tratan con Maduro y de simpatía con Guaidó.
En pocas palabras, las relaciones diplomáticas y consulares quienes las ejercen son los embajadores, cónsules y encargados de negocios designados por Maduro. Igual ocurre con el personal diplomático de esos países en Caracas, quienes deben tratar con Miraflores cualquier tipo de eventualidad.
Entre los países que reconocen a Guaidó, otros 20 Estados decidieron tener dos representaciones de Venezuela: la del diputado y la de Maduro, algo que en términos reales no le da reconocimiento pleno al diputado. Algunos de estos países son: Australia, Austria, Bélgica, Brasil, Chile, Croacia, Dinamarca, España, Francia, Hungría, Luxemburgo, Portugal, Reino Unido, Grecia y Panamá.
En el caso de Alemania, la cancillería optó por reconocer a Otto Gebauer, como representante «personal» de Guaidó, pero Orlando Maniglia Ferreira, designado por Maduro, es quien se encarga realmente de la embajada.
En República Dominicana, Suecia y Suiza, Guaidó designó funcionarios, que pese a estar en esos países no tienen credenciales diplomáticas, y aunque esas naciones lo apoyan, mantienen como representantes diplomáticos a los del Gobierno de Maduro.
Además, de los gobiernos que «respaldan» a Guaidó, hay un grupo de siete en los que solo está el personal diplomático designado por Maduro y son: Albania, Corea del Sur, Finlandia, Japón, Haití, Macedonia y Montenegro.
Contradicciones en el reconocimiento
Hay otros 17 gobiernos que dicen poseer solamente representantes de Guaidó, entre ellos Canadá, que desde 2017 rompió relaciones con Venezuela; Israel, con el que Venezuela no tiene vínculos diplomáticos desde 2009.
A estos se suman El Salvador, Costa Rica y Guatemala, que expulsaron al personal de la embajada venezolana designado por Maduro y permitieron que otros civiles usurparan funciones en la sede diplomática venezolana.
Sin embargo, la contradicción de estos gobiernos en torno al reconocimiento de Guaidó surge porque siguen trabajando con Maduro al mantener representación consular en Venezuela que debe relacionarse con Miraflores, bajo el argumento de que deben velar por sus ciudadanos.
En el caso de Argentina, el nuevo presidente Alberto Fernández retiró las cartas credenciales que le había dado en condiciones especiales el Gobierno de Mauricio Macri a Elisa Trotta Gamus, representante designada por Guaidó.
Por otro lado, la dictadora de extrema derecha que encabeza el gobierno de facto de Bolivia, Jeanine Áñez, quien se autoproclamó «presidenta interina» luego del golpe de Estado contra Evo Morales, rompió relaciones con el Gobierno de Maduro, reconoció a Guaidó y le conminó a nombrar un representante en ese país, pero hasta el momento no ha ocurrido.
De acuerdo con la encuestadora venezolana Datanalisis, la popularidad de Guaidó cayó de 63 % en enero de 2019 a 38,9 % en diciembre del mismo año.
¿Los pasaportes vencidos sirven a los que apoyan Guaidó?
Un ejemplo del falso reconocimiento que le dan a Guaidó los gobiernos de otros países se evidencia en los trámites de migración para venezolanos.
Solamente cuatro países, Estados Unidos, Canadá, Perú y Ecuador, aceptan pasaportes vencidos de venezolanos, pero les exigen visas para entrar.
Además, Canadá, Panamá y Costa Rica aceptan los pasaportes vencidos como identificación dentro de sus territorios, pero no permiten la entrada de venezolanos con pasaportes que han caducado.
Los únicos países a los que se puede entrar con pasaporte vencido -únicamente por vía terrestre- son Colombia y Argentina; mientras que otros como México, Brasil y Uruguay aún no tienen reglas claras sobre el proceso.
En el caso de vuelos al extranjero, ningún venezolano puede salir del país con el pasaporte vencido, así al país destino lo acepte, pues es violatorio del proceso migratorio. En conclusión, la farsa -por más que Guaidó y Estados Unidos quieran- no se hace verdad.
Hablar de verdad y mentira en este caso no parece ser tan complejo como lo presenta la mediática internacional y los sectores vinculados al plan sedicioso que gira de Guaidó. Basta con indagar un poco para entender lo que realmente ocurre sobre lo que puede parecer a primera vista.
Con Venezuela hay una verdad científica e incluso filosófica con la que Guaidó no tiene cómo enfrentar. No sólo los datos desmienten su discurso, también lo refuta la ley, los hechos, la realidad.
Ni siquiera la sentencia atribuida a Joseph Goebbels, jefe de campaña y propaganda del partido Nazi y Adolf Hitler, que indica que «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad», tiene sustento ante tantas pruebas de su irrealidad.
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