A fines de enero fue despachada del Congreso la Ley Gabriela y promulgada por Sebastián Piñera la primera semana de marzo. La normativa surge a raíz del femicidio de Gabriela Alcaino, quién fue violada y asesinada por su ex pareja, luego de que éste diera muerte a su madre, Carolina Donoso.
Así, esta ley abre paso y amplia el marco legal de femicidio, que se traduce en que será considerado como tal aquel asesinato que, motivado por razones de odio, menosprecio o abuso por razones de género, se perpetre más allá del contexto de convivencia o matrimonio, incorporando a aquellas personas sin vínculo alguno.
En la ceremonia de promulgación de la Ley Gabriela, Sebastián Piñera señaló: “A veces no es solamente la voluntad de los hombres de abusar, sino que también la posición de las mujeres de ser abusadas”, agregando: “(…) tenemos que decirle a la persona abusada que no puede permitir que eso ocurra y que la sociedad entera la va a ayudar en respaldar en denunciar y evitar que esos hechos sigan ocurriendo”.
El comentario del Presidente de la República de Chile sin duda alguna no tan sólo desconoce, sino que evidencia explícitamente, la incapacidad tanto de él como también la de sus asesoras/es políticos, con respecto a la capacidad de dimensionar la existencia de una estructura hetero-patriarcal-capitalista que permea transversalmente a la sociedad, pero más aún a aquellos cuerpos que, en su existencia, suman, vivencian o llevan consigo diversas variables de opresión, como orientación sexual, identidad de género, condición socio-económica, etnicidad, entre otras.
Cómo decirle que no. Qué ni las mujeres, ni las corporalidades feminizadas estamos en posición de ser abusadas. Que las personas -independiente de su orientación sexual- no quieren ser violentadas por sus parejas o ex parejas. Que las lesbianas no andan en las calles buscando ser atacadas por los machos lesbofóbicos por tomarle la mano a sus compañeras. Que las trans no pretenden ser embestidas por esa inusitada oda biologicista de ser mujer que expele por los poros este antagónico país. Como decirle a este hombre burgués que hay mujeres que no van a salir del ciclo de la violencia con una denuncia, muy por el contrario, siendo muchas veces peor la bofetada que en casa les esperará al llegar, y digo bofetada con suerte, si es que el macho no osa manifestarse mediante otro tipo de violencia.
Siguiendo el hilo conductor de los desafortunados comentarios de Sebastián Piñera, si habláramos de posición o posiciones, se podría entender desde dónde estos se enuncian. Y es que él es un hombre, heterosexual, católico, burgués, catalogado por el ranking Forbes como una de las cinco personas más ricas del Chile, junto a algunas familias como los Paulmann, Angelini y Luksic, tan de clase media como en alguna oportunidad él mismo se autodenominó.
Como decirle al Presidente de la República, quien además es Jefe de Estado, la máxima autoridad del país, que las mujeres y corporalidades feminizadas no pretendemos la violencia machista, puesto que sabemos no se nos debe agredir, axioma que ni su institucionalidad misma respeta, al ser violentadas/es y asesinadas/es tanto en la casa, en la cama, como también las calles.
El discurso reaccionario de la derecha chilensis, del cual hace suyo y es parte el Ejecutivo, se inmiscuye fuertemente en sus lineamientos políticos los cuales, por un mínimo de decencia, debiesen conllevar cierta corresponsabilidad para esta administración. Pero lo olvidaba, y es que, si hablamos de posiciones, señor Presidente, su escuálido grado de gobernabilidad -del cual tanto se aferra y en otrora, del que tanto se vanagloriaba- no ha devenido precisamente de su capacidad para escuchar, y mucho menos atender las demandas -políticas, económicas, sociales, entre otras- de todo un pueblo, sino más bien es la respuesta a su violencia machista y burguesa, que ha permeado históricamente su forma de gobernar. Ese distópico 6% de aprobación ciudadana habla de que su legitimidad se esfumó, como los días en que el Chile post dictatorial dormía con hambre de justicia, pero placido, en su almidonado sueño neoliberal.
Por Sujeith Vargas López
Trabajadora Social Feminista
Mg. © en Estudios de Género
[email protected]
Verano de 2020, El Tabo, Chile.