¡Asamblea Constituyente!

Quienes se rotan en La Moneda, en las cámaras legislativas e, incluso, en los tribunales es hora que sientan el desdén ciudadano, la vigilancia de los medios comunicación dignos y el repudio de los regímenes democráticos del mundo para sacarlos de la complacencia con el orden injusto que hemos heredado y que ni siquiera la […]


Autor: Director

Quienes se rotan en La Moneda, en las cámaras legislativas e, incluso, en los tribunales es hora que sientan el desdén ciudadano, la vigilancia de los medios comunicación dignos y el repudio de los regímenes democráticos del mundo para sacarlos de la complacencia con el orden injusto que hemos heredado y que ni siquiera la bonanza económica logra alterar sustantivamente.


El fracaso de la iniciativa de otorgarle voto a los chilenos que viven en el extranjero, cuanto aquella que se proponía modificar el sistema electoral, reiteran que la actual Constitución no sólo es ilegítima en su origen sino en su mismo contenido. Aunque existe una evidente mayoría que reclama estos cambios, la legalidad pinochetista que todavía nos rige se demuestra exultante en sus trampas y en la imposibilidad de derogarla o modificarla severamente. Las enmiendas hechas a este texto durante los largos 17 años de Transición, y que culminaron con la firma de un texto cosméticamente corregido por el Presidente Lagos, sólo indican la incapacidad de nuestros últimos gobiernos para enfrentar a los sectores políticos y grupos fácticos que se favorecen de una normativa antidemocrática. Con mucha razón, hay quienes concluyen que en el oficialismo predominan quienes se sienten cómodos con el sistema binominal, justamente por la excusa que en el Parlamento éste les ofrece para perpetuar el modelo económico, la concentración escandalosa de la riqueza, la postergación de las demandas sociales y la cupularidad de la política.

Con entusiasmo debemos recibir, entonces, la iniciativa de un grupo de demócratas que convocan a la suscripción de un manifiesto a favor de una Asamblea Constituyente que, tal como en otros países del continente, elabore un nuevo Texto Fundamental refrendado por el pueblo. Aunque esta demanda es antigua, esta vez se propone a los ciudadanos que en las próximas elecciones, junto con marcar su voto, anoten “Constitución Democrática Ahora” lo que no invalida el sufragio emitido. De esta forma puede quedar en creciente evidencia una de las demandas nacionales más consistentes, toda vez que los convocantes se proponen exigir la contabilidad de las papeletas con dicha leyenda. Una experiencia similar patrocinada por los estudiantes colombianos culminó con una Constitución que se estima un modelo en América Latina. Imaginamos que universitarios y secundarios chilenos tienen una oportunidad histórica de hacer propia esta iniciativa que, con una nueva Constitución Política del Estado, abra la posibilidad de contar con políticos que representen verdaderamente a la nación y se comprometan con los cambios económicos, culturales y sociales ahogados por el autoritarismo vigente.

Lo anterior deberá estar acompañado por la movilización social, la protesta en las calles y la rebeldía cotidiana de los auténticos demócratas. El movimiento “pingüino” las espontáneas manifestaciones en contra del Transantiago y otros tantos eventos nos confirman que, cuando no hay respeto a la soberanía popular, la única forma de estimular los cambios y remecer la inercia culpable de los políticos es manifestarse de muchas y contundentes maneras. De estos pueden dar cuenta los otrora manifestantes contra la Tiranía y que hoy duermen en los laureles de la alternancia de los mismos de siempre, el cuoteo partidario y la corrupción que ya se hace tan impune como muchos de los crímenes de la Dictadura Militar.

Quienes se rotan en La Moneda, en las cámaras legislativas e, incluso, en los tribunales es hora que sientan el desdén ciudadano, la vigilancia de los medios de comunicación dignos y el repudio de los regímenes democráticos del mundo para sacarlos de la complacencia con el orden injusto que hemos heredado y que ni siquiera la bonanza económica logra alterar sustantivamente. La propia Presidenta de la República que tan acertadamente fustiga a los “agoreros del pesimismo” debe asumir que después de 17 años y 4 gobiernos del mismo signo la peor manifestación de derrotismo es renunciar a una constitución democrática en su origen y contenido. Definida por una asamblea constituyente y no por un puñado de militares y civiles abyectos.

Juan Pablo Cárdenas


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