Lorena Orlando vive en el municipio de Carrizal, una especie de ciudad satélite a la capital de Venezuela. Lleva algunos años trabajando por internet para empresas extranjeras que han encontrado un mercado de mano de obra barata en el país sudamericano y que pagan por centavos de dólar trabajos como pruebas para inteligencia artificial.
No obstante, si te aplicas lo suficiente sumando centavos puedes ganar más que en un trabajo regular en Caracas, explica Orlando en entrevista.
Además, lee el tarot en línea para sustentarse. Cuando no está tirando las cartas, un conglomerado artístico complejo con la rueda de la fortuna, el arcano sin nombre que conjura la transformación, el colgado, la fuerza, diseña los contenidos gráficos y escritos de su micrositio, Mutarotista, para captar clientes. Todo lo hace ella.
Así, la rigurosa cuarentena implementada en Venezuela por el Gobierno de Nicolás Maduro para contener la pandemia de coronavirus, dice, la agarró prevenida: su estilo de vida estaba capacitado para sobrevivir al trabajo en casa.
No sucede lo mismo con su padre, acordeonista que vive de las aglomeraciones: toca en fiestas, reuniones, restaurantes, bares, depende del pago que los comensales otorguen a su talento.
Pero restaurantes, bares, espacios de baile, todo eso está cerrado, advierte. Solo se permiten los negocios esenciales: venta de alimentos, farmacias.
De acuerdo con el Ministerio del Poder Popular para la Salud, en Venezuela hay 256 casos positivos y nueve defunciones por el COVID-19, un virus que ha colapsado la cotidianidad del mundo, con especial afectación en países de Europa occidental, Francia, el Reino Unido, España, Italia, el corazón de Medio Oriente, Irán, y Estados Unidos, el más dañado hasta el momento.
Vivir del bolero, las cartas, la guitarra
Música en contacto con el ámbito artístico venezolano, Lorena Orlando ha visto desafiado su flujo de clientes porque reconoce que la suya no es una actividad esencial.
«El dinero no lo van a estar gastando en cualquier cosa y obviamente mi servicio no es algo esencial: es algo espiritual, psicológico, como de ayuda», explica.
«Tengo menos consultantes porque obviamente mucha gente se quedó sin trabajo». La cadena de consumo está rota.
Aunque temió una sequía total de actividades, ha conseguido clientes, lecturas. A veces regala sus tiradas o tuvo que recurrir a la estrategia de bajar el precio a la mitad para captar más personas.
No obstante, respira porque, como ofrece sus trabajos en línea, tiene clientes en el extranjero, no todos son de Venezuela.
Para su papá es distinto, quien depende 100% de salir a tocar. Ni siquiera puede viajar a Caracas porque necesita un salvoconducto para salir de Carrizal y hacer el recorrido. La cuarentena ha sido estricta, explica Orlando.
«De hecho no podemos salir del municipio tampoco después de cierta hora, mi papá obviamente se vio afectado, ya él tuvo un recorte total de sus ganancias» y ahora se sostiene con ahorros, con los que afortunadamente contaba, explica la tarotista.
El acordeonista requiere que las fiestas vuelvan a Venezuela para tener mejor oxígeno. «Vamos a ver cómo va a resultar eso», acota su hija.
COVID-19 en la inflación
Las restricciones de la pandemia se suman al resto de dificultades en Venezuela, como la inflación, un desafío cotidiano. Las cosas suben de precio en medio de la emergencia sanitaria y a pesar de la situación laboral de tantos, advierte Orlando.
Además, la vulnerabilidad de los servicios públicos se ve subrayada por el confinamiento, explica.
«Con las condiciones que ya veníamos teniendo aquí, hay muchas cosas que se dificultan, como esta cuestión del agua corriente: somos una gran, gran mayoritaria cantidad de gente que no tenemos agua corriente día a día aquí en la casa», dice.
Una situación especialmente difícil cuando la higiene es uno de los principales factores para contener la propagación del virus, relata.
Tienen ya la costumbre de guardar el líquido, pero los cortes y la amenaza sanitaria crispan los nervios.
El suministro eléctrico también suele fallar, hay un deterioro que queda evidenciado al pasar más horas en casa, comenta.
«Si veníamos ya con cierta dificultad en nuestro día a día, lo que ha hecho [la pandemia] es acrecentarla mucho más».
Otro problema delicado es que la gasolina está racionada, también se necesitan salvoconductos para cargar los tanques de los vehículos.
Aprender rumbo al futuro
El tarot trabaja con los cambios y busca comprender los sentidos soterrados de un hecho. La tarotista Lorena piensa que toda esta desaceleración derivada del impacto del coronavirus es una oportunidad para reflexionar a través de las cartas y extraer elementos que puedan ayudarnos a entender el escenario.
¿En qué arcanos podemos dialogar con el virus?, piensa.
Antes del impacto de la enfermedad, la también música percibía un ímpetu cultural en Venezuela, deseos generalizados de trabajar entre los integrantes del ámbito artístico.
«Realmente yo sí veía un ímpetu por hacer eventos, exposiciones, cosas, todo lo que tiene que ver con eso, sí veía la cosa muy movida», relata; un entusiasmo en contraposición a cierta sequía cultural registrada antes.
Cuando la enfermedad pase, ¿los artistas venezolanos volverán a experimentar el mismo ímpetu?, se interroga Orlando.
«Mi mayor expectativa es que todos podamos sobrevivir a esto, que no cobre tantas vidas aquí».
Y que la crisis sanitaria deje algún tipo de enseñanza sobre la solidaridad, el valor de la vida, entender la importancia de verse, abrazarse, tocarse, desea Orlando.
«Creo que realmente eso es lo que espero que pase, que esto nos ayude a entender el valor de muchas cosas que antes dábamos por sentado, el valor de estar juntos, de reunirnos», apunta.
Considera que la recuperación será muy difícil, no espera una reactivación acelerada, pero quizás la situación se transforme en una oportunidad para diversificar las maneras del sustento.
Quizás podría permitir a las personas acercarse más a lo que desean hacer. Y no solamente cumplir con un trabajo, apetece la tarotista.
Cortesía de Sputnik