Los avances de la derecha en los últimos años en Sudamérica, y muy en particular en los países integrantes del Mercosur (Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina), unida a la suspensión de Venezuela del espacio de integración en agosto de 2017, auguraban un giro del bloque hacia los tratados de libre comercio. Era la época en que se hablaba de una confluencia con la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, México y Colombia), cuyas políticas eran comparativamente más aperturistas. Fruto de este proceso fue el destrabe de las negociaciones para un TLC entre el Mercosur y la Unión Europea, que se habían mantenido congeladas por 20 años.
Sin embargo, ese itinerario se vio interrumpido este viernes. La delegación argentina informó de la decisión en la reunión de Coordinadores Nacionales del Grupo Mercado Común sobre relaciones exteriores, que se realizó por videoconferencia. Desde la presidencia argentina se señaló que el gobierno de Alberto Fernández tomó esta medida “en atención a prioridades de su política económica interna, agravada por la pandemia del Covid-19, e indicó que no será obstáculo para que los demás estados partes prosigan con los diversos procesos negociadores“.
En un comunicado, se explicó que Argentina dejaba de participar de las negociaciones por los acuerdos comerciales en curso -junto con el de Corea del Sur, se firmarían acuerdos similares con Canadá, India y el Líbano- y los futuros. El Gobierno y la Cancillería concluyeron que las negociaciones eran perjudiciales para el país, porque se trataba de acuerdos de libre comercio con países que producen bienes que compiten directamente con la industria local. La conclusión fue que, en este escenario más complejo todavía debido a la pandemia, podría resultar letal para la producción nacional.
Los argumentos utilizados en el caso argentino podrían, al menos, ser propicios para del debate en Chile, país en el que junto con la permanencia en el Senado del TPP-11, se acaba de cerrar un acuerdo para un TLC con Ecuador y se prevé la pronta aceleración de la renovación del TLC con la Unión Europea. Según los críticos de este tipo de acuerdos, la crisis de la pandemia ha evidenciado la dependencia de Chile de las importaciones y la atomización de la industria nacional.
En julio del año pasado, Andrés Rebolledo, quien encabezó la negociación del TPP desde la Direcon, afirmó que el acuerdo era “razonable y balanceado”, pero en entrevista con Radio y Diario Universidad de Chile reconoció que “este ciclo de acuerdos comerciales de alguna manera se ha ido completando y hoy día las tareas fundamentales son más bien domésticas, internas, de desarrollo productivo, de ciencias, tecnología, educación, para aprovechar esta red”.
Fuente: Diario y Radio U. de Chile