Arauko Rock se hizo conocida en medio de la protesta, por quienes los escucharon en vivo y quienes vieron un registro que se viralizó en internet, donde aparecen tocando en Plaza Dignidad su canción “Los pacos son bastardos”, una reversión propia de “Killing In The Name” de los Rage Against The Machine.
La banda la compone Danilo Garcés en la voz, Pablo Cerda, sonidista y baterista, Pablo Millache, fundador y guitarrista, y Javier Herrera en el bajo. Llevan más de dos décadas haciendo música. Partieron con otra formación; fue una idea entre amigos que nació en la Calle Tres de Quinta Normal, en el barrio.
“Yo hace diez años llegué a la banda, como vocalista. La motivación original, y que sigue vive aún, era tocar temas de The Clash, de Los Prisioneros, de música como La Polla Records; canciones contestatarias que representaban el sentir de cabros adolescentes con ganas de hacer visibles injusticias, con ganas de decir cosas. Mucho tiempo después seguimos igual. Queremos hablar de lo que vemos, de lo que sentimos, de lo que vivimos en nuestros trabajos. En mi caso, soy trabajador social. Un Pablo es sonidista y vendedor, y el otro Pablo es profesor de música. Javier también es profe música”.
¿Con el despertar de Chile salir a la calle a tocar se dio como algo natural?
“Nos habíamos separado. Después de tanto tiempo tocando, estábamos un poco agotados. Pero el estallido nos hizo reconsiderar la opción de volver. Un día Pablo Millache me llamó y me dijo que hiciéramos algo para la primera línea, que las y los apañáramos con un tema de los Rage. Le dije -ya po’-, pero no quería hacer un cover así nomás, así que le inventé nueva letra y todo. Y así se dio. Sentíamos que estaba yendo menos gente a Plaza Dignidad, y queríamos darle un impulso a la convocatoria. Teníamos que hacer algo desde la música, y ha sido bacán. A la gente le hizo sentido”.
Por su rol, ¿han sido especial blanco de represión en la protesta?
“Los pacos nos han mojado, nos han gaseado. No sabemos mucho si tiene que ver o no con que somos Arauko Rock, pero al Pablo lo pararon en la calle y le revisaron el auto completo. Yendo a su casa, sin ninguna explicación; 20 minutos de procedimiento por nada. Le pidieron todos sus documentos, le revisaron hasta la rueda de repuesto. Y él andaba solo, como a las 12 de la noche, en una calle en Bulnes súper oscura. Fue bien intenso. Después nos escribió: -Me acaban de parar los pacos, voy cagado de miedo pa’ mi casa. No sé qué onda, no sé si me están siguiendo…”.
¿Qué reflexiones hacen en torno al plebiscito del próximo 25 de octubre?
“Somos bien críticos. Sentimos que hay un negociado y Chile ha funcionado y funciona así, históricamente. Pero también creemos que gran parte de la población siente que esta instancia se la ganaron, y no podemos fallarles. El plebiscito hay que ganarlo sí o sí. Hay una frase que repito siempre: A la derecha hay que ganarle hasta en las cartas. Eso no significa que vamos a soltar la calle, y que si ganamos el plebiscito nos vamos a relajar y vamos a pensar que ya está todo hecho. Nuestra obligación es mantenernos atentos/as, vigilantes, expectantes al devenir del proceso. No podemos esperar que nos vuelvan a engañar y que nos metan el dedo en la boca. La amenaza de un triunfo de la derecha, del rechazo, es bastante grande. Y si eso pasara, se mostrarían como los salvadores. Me hace mucho sentido cuando pienso en Brasil, por ejemplo, con Bolsonaro”.
¿Frente a una supuesta crisis de corrupción?
“Creo que es un caso muy decidor. Eso es lo que busca la derecha hoy: venderle la pomada a la gente haciéndoles creer que no es necesario cambiar la Constitución. Hacer unas leyes por aquí, por allá, y resolver todo rapidito. Hacerla corta. Es un mensaje populista, y por eso tenemos que ser claros en que ese discurso debe frenarse, y justamente el plebiscito es una herramienta para lograrlo. Pero no cambia todo; Piñera tiene que renunciar y la derecha se tiene que ir del poder. El pueblo tiene que seguir en la calle, organizado. Al menos desde lo simbólico el plebiscito es un triunfo que no nos podemos dar el lujo de perder. Tenemos que participar del proceso y no relajarnos, esté manejado o no. Para los convencidos es fácil entenderlo, pero no tal vez para la señora que nunca había salido a la calle a protestar, y que ahora se atrevió con la mejor de las intenciones, con su cacerola. Decirle que no vamos a participar en el plebiscito y dejar que gane la derecha sería contraproducente. Tal vez para ella podría significar una derrota tan grande, que podría creer que no es posible ganar nada nunca, y que todo va a seguir tal cual, que luchar es una pérdida de tiempo. Pero no es así.
Por Valentina Peña Caroca @carocavvv
Fotos: Valentina Pérez @valentinabird