Por Alejandra Parra Muñoz
¿Has conversado alguna vez con una recicladora de base, sobre su vida, cómo se inició en el reciclaje, por qué, cómo es vivir del reciclaje, cómo la trata la gente, cómo la tratan las instituciones, por qué a pesar de todo continúa reciclando? De todas las personas que se dedican al reciclaje en el mundo, la gran mayoría son mujeres[1]. Se trata de un trabajo de fondo del saco, nadie sueña desde pequeña/o: “quiero ser recicladora de base”, es un trabajo con el que te encuentras, que está disponible solo porque es despreciado por todo el resto de la sociedad, pero que te permite transformar todas las injusticias de la vida en esperanzas de un mundo mejor. Cuando conversas con una recicladora de base intentando contestar a las preguntas que encabezan esta columna, te das cuenta que sobre ellas pesan todas las injusticias estructurales del sistema cultural y económico capitalista y patriarcal. Historias de violencia sexual, de abuso laboral, de niñez truncada, de marginación, de racismo, de barreras estructurales impuestas por las instituciones públicas respetuosas del orden capitalista patriarcal para impedir que personas “de abajo” logren surgir y ser artífices de sus vidas. Pero todas esas barreras, violencias, abusos, marginación, son transformadas casi mágicamente en posibilidades de crecimiento y sanación por estas enormes e imparables mujeres. Las heridas y los golpes cicatrizan y dejan dolores y tristes recuerdos, pero también les entregan herramientas que les permiten superar cualquier dificultad que se les vuelva a presentar en la vida, e incluso ponerse a disposición para ayudar a otras y otros.
Las recicladoras de base nos entregan una lección de humildad y superación difícil de encontrar en otro grupo humano. Toman lo que desechamos, lo que tiramos porque ya no nos sirve, o no nos interesa, porque se rompió o porque simplemente pasó de moda, recogen lo que ya vaciamos de contenido, lo que ya exprimimos, lo que ya usamos, lo que nos sobra por la abundancia de materiales en que vivimos hoy, o al menos en la que una parte de la población mundial vive, las recicladoras toman nuestros residuos y los transforman en objetos valiosos, los transforman en comida, en vestuario para sus hijas e hijos, en educación, en vivienda, en resumen, los recicladores y recicladoras de base transforman nuestros residuos en los derechos que el Estado debería garantizarles, pero que se encuentran conculcados por un Estado Subsidiario que ha entregado nuestros derechos para que privados se sirvan de ellos.
Los y las recicladoras de base, transforman nuestros residuos en dignidad y justicia. ¿Son o no unas alquimistas?
Estos artistas de la transformación existen en todos los lugares del mundo donde se desperdicien materiales, incluso en los países más ricos como Alemania, donde los grupos vulnerables cada vez más numerosos han encontrado en la recuperación de materiales reciclables una forma de palear las deficiencias del sistema de seguridad social[2].
También en todo el mundo las y los recicladores de base se han organizado para conquistar derechos de manera colectiva. Uno de ellos es el derecho a que se les pague por el servicio que prestan a la sociedad. Dentro de los beneficios del trabajo de las y los recicladores de base están los ambientales: al recuperar materiales de la “basura” y dejarlos disponibles para su reciclaje, se está evitando que estos materiales se transformen en contaminación en algún vertedero o relleno sanitario (y lo mismo o peor ocurriría en una incineradora), se evita que emitan metano por la descomposición en ausencia de aire (el metano es 23 veces más potente que el CO2 en su efecto invernadero), se evita la generación de líquidos lixiviados que contaminan las aguas superficiales y subterráneas, pero sobre todo se evita la extracción de más materia prima virgen, nuestros bienes naturales comunes como las plantas, los animales, los minerales, los hidrocarburos, el agua. Al reciclar se reemplaza materia prima virgen con materiales ya usados, generando menos gases de efecto invernadero, menos residuos industriales y menos destrucción ambiental para la manufactura de bienes de consumo. Además de todos esos beneficios ambientales, los y las recicladoras de base han suplido por décadas las falencias de los sistemas municipales de recolección de residuos sólidos domésticos, que hasta el día de hoy no se ocupan eficientemente de evitar que los materiales reciclables sean enterrados o quemados, o terminen simplemente en los ríos y en el mar. Todo esto a cambio de valores irrisorios por la venta de los materiales que servirán como materia prima a las industrias. Estos valores además son manejados por oligopsonios, un reducido número de empresas compradoras que fijan los valores de venta, de manera que quienes menos se benefician son quienes más se esfuerzan: las y los recicladores de base.
Por eso en todo el mundo los y las recicladoras luchan por la conquista del pago por servicio, el derecho a ser remunerados correctamente por el tiempo y energía que invierten en la recolección y transporte de los materiales reciclables hasta los puntos de venta para su posterior procesamiento. En Colombia este derecho ya se encuentra reconocido, y ya en el año 2014 se benefició a cerca de cinco mil recicladoras/es con el pago por su servicio, lo que les permitió incluso triplicar sus ingresos y alejarse de la vulnerabilidad.[3] Este derecho en Chile aún es un sueño, y a pesar del expreso reconocimiento de las y los recicladores de base en la ley REP (Ley de Responsabilidad Extendida al Productor y Fomento al Reciclaje), hoy deben competir con medianas empresas que han surgido producto del nicho económico abierto por esta ley, lo que les ha generado nuevas barreras para el crecimiento y retribución de su labor.
Hoy en este contexto de pandemia, las y los recicladores de base se enfrentan a nuevas dificultades: las cuarentenas obligatorias les impiden salir a las calles a trabajar, la falta de reconocimiento de su labor se traduce en la inexistencia de seguros de cesantía o licencias médicas para los y las recicladoras que se enfermen o que quieran guardar cuarentena voluntaria, y el contacto con los residuos les pone en mayor riesgo de contagio que al resto de la población. Por eso la Alianza Basura Cero Chile ha levantado una campaña para recaudar fondos que permitan apoyar a las/los recicladores más vulnerables, de manera que puedan quedarse en casa el mayor tiempo posible para evitar la exposición de recicladoras/es con enfermedades crónicas y/o edades avanzadas. Te pedimos que hagas tu aporte aquí, para que comencemos como sociedad a pagar la deuda histórica que tenemos con las y los recicladores de base en Chile, y les demostremos nuestro aprecio y reconocimiento en estos momentos, cuando más lo necesitan. Porque Chile necesita a los y las recicladoras de base.
-Alejandra Parra Muñoz, Master en Planificación, Bióloga en Gestión de Recursos Naturales, Red de Acción por los Derechos Ambientales, Alianza Basura Cero Chile.
[1] Solíz, M. 2019. Reciclaje sin recicladoras es basura, el retorno de las brujas. Quito, Ecuador.
[2] https://www.youtube.com/watch?v=4VA4i727lKM
[3] Red LACRE, IRR, Chile Sustentable 2019. Políticas públicas para el reciclaje inclusivo. https://reciclajeinclusivo.org/conocimiento_abierto/politicas-publicas-para-el-reciclaje-inclusivo-pago-por-servicios/