El ex candidato de la UDI L. Golborne encarnó la síntesis perfecta del empresario-manager-político con prácticas de abuso a los usuarios de tarjetas de crédito de Cencosud además de “exportador” ilegal de dineros hacia paraísos fiscales con el fin de evitar pagar impuestos al fisco por esos ingresos, capitales o fondos. Los ex directivos concertacionistas del BancoEstado (*) encarnan la síntesis perfecta de políticos que reciben favores en forma de cargos de un gobierno y son cómplices del mismo abuso contra los clientes, con el agravante de que siendo políticos “progresistas” no resguardaron el interés de los ciudadanos usuarios. Estos son signos evidentes de un fenómeno más amplio que se llama corrupción.
Es decir, las buenas manera de proceder se ponen malas y son remplazadas por otras donde lo que prima es la búsqueda del lucro o la ganancia fácil.
Sabemos que con los prohombres de la ultraderecha todo es posible. Por mucho que Longueira se las dé de justiciero de los consumidores. Y que el gobierno de Piñera saque ahora las bombas de racimo contra el concertacionismo.
Aquí la ética no tiene nada que ver. Todos estos individuos saben que lo hecho estuvo mal para la convivencia social. El problema se sitúa en la política; en las leyes hechas para ser violadas por los ricos y políticos con redes de influencias; en la ausencia de normativa legal que penalice fuertemente a los que esquilman al pueblo endeudado y no pagan los pocos tributos exigidos por el Estado. En un país donde la regla neoliberal emblematiza que mientras más ingresos y capital tienen, menos pagan.
Estos individuos deben pagar con sus fortunas el dinero esquilmado a los ciudadanos y al fisco. Debe aplicárseles multas ejemplares y la devolución de dineros debe ser hecha por las empresas y los bancos. Además, el Estado de Chile debe exigir la abolición del secreto bancario y la entrega por parte de los paraísos fiscales de los nombres y cuentas de chilenos ricos con montos incluidos de los depósitos off-shore.
La lista sería larga de los depósitos bancarios en el exterior de empresas, entidades financieras, bancos, Isapres, AFPs y fortunas personales para fraudear al Estado y al bien común. Laurence Golborne debe ser sólo la punta del Iceberg.
Con la liberalización de los mercados financieros y la globalización capitalista se le soltaron las trenzas a la circulación de capitales que buscan escapar a las legislaciones nacionales. Y a los bancos se les abrió el apetito. Con ese dinero recuperado se podrían financiar programas sociales en gratuidad de la educación, salud y pensiones. Esta medida se inscribe en las demandas populares y sociales de distribución de la riqueza y de justicia tributaria.
Se impone hacer un parangón racional entre los delincuentes de cuello y corbata y los bandidos míticos de la pantalla chica.
Las producciones de gángsters no pasan de moda. Los infelices narcos como Pablo Escobar, el Señor de los Cielos o el Chapo, pagan siempre con su vida un previsible destino trágico que los llevó a enriquecerse en desmesura y a acumular poder en un medio de hampones.
El mito los quiere como Robin de los Bosques; dan plata a los pobres que los adoran ya que éstos no serían capaces de distinguir entre el bien y el mal, o si lo hacen, se sienten atraídos por la transgresión de la ley por parte de los superhéroes del crimen. El final del cuento en imágenes es siempre previsible: el largo brazo de la justicia los alcanza, los ejecuta, se recuperan las platas o se los mete entre rejas. El mecanismo funciona a las mil maravillas en el cerebro y la retina del espectador: ¡si no pueden gozar la plata para qué sirvió una vida de crimen entonces! Por ahí se meten los valores dominantes, para reforzar el orden y la disciplina. La ideología susurra: sea feliz honradamente, trabaje, agache el moño y aguante. Piense en su familia.
En el mundo del Chile existente los delincuentes de alcurnia de carne y hueso se enriquecen de manera fácil. Pueden ser incluso presidentes que cometen delito de iniciado con pago de multas incluidas, pero que los lava del estigma; ministros-candidatos con depósitos paradisíacos para evadir impuestos junto con abogados-políticos, rectores-empresarios universitarios, banqueros ex izquierdistas que se las arreglan para pasar desapercibidos con privilegios en entidades estatales que son verdaderas prebendas. Todos dejan herencias impunes a sus vástagos.
La diferencia con los otros es que estos últimos siempre se salvan del oprobio y reaparecen con las manos limpias hablando de ética o de la Responsabilidad Social de la Empresa para un Chile “moderno”. Buena parte de un capítulo dedicado al tema (páginas 233 a 240) en el libro de Eugenio Tironi “El Sueño Chileno”. Y los mismos nombres se repiten.
Empero, muy, pero muy pocos son los que van a la cárcel y ninguno pierde la vida enfrentándose a balazos con sus persecutores. Ni siquiera son juzgados en tribunales. Y si los hay, son defendidos por poderosos gabinetes de abogados-políticos amigos y el dispositivo mediático dominante, experto en discriminar entre los de arriba y los de abajo, los nombra un día y después los olvida. Esto porque tales fechorías desestabilizan la “confianza en las instituciones” y generan “resentimiento en las masas”. Es la reflexión espontánea de los directores de medios dominantes. Como no pierden poder y siguen teniendo influencias, a los delincuentes de cuello y corbata se los trata con pinzas.
Por Leopoldo Lavín Mujica
——
(*) Ver el artículo del periodista Héctor Cárcamo en: