La desertificación fue definida por la ONU como el problema ambiental y de desarrollo más grave que vive la humanidad. Todavía no le dedican películas como al cambio climático, pero su avance produce sequía y empobrecimiento en todo el mundo. Chile es uno de los países más afectados y todo indica que por las prioridades del gobierno lo seguirá siendo.
El 67% del territorio chileno está en estado medio-alto de desertificación y por el tipo de industrias que el Estado ha beneficiado con total desregulación, así como por la expansión desenfrenada de sus más grandes ciudades, el fenómeno amenaza con incrementarse.
No debe confundirse la desertificación con los desiertos mismos, que son ecosistemas en sí. “La desertificación consiste en procesos de pérdida de fertilidad, de muerte de los suelos, de degradación y pérdida de fuentes de agua y vida animal y vegetal por la acción humana”, explica Lucio Cuenca, director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA).
El OLCA acaba de lanzar la ambiciosa “Campaña Contra la Desertificación y la Sequía”, con financiamiento de la Unión Europea y en coordinación con más de 20 organismos de los cinco continentes, que contempla actividades en varias regiones del país y una alianza informativa con más de cien radios comunitarias y comerciales a nivel nacional.
En Chile, las principales causas de la desertificación son la deforestación, las malas prácticas agrícolas y ganaderas -como el monocultivo y el sobrepastoreo-, la desregulada expansión urbana y, sobre todo, el aumento de actividades extractivas de recursos naturales como la gran minería y la industria forestal.
Según el último censo agropecuario (periodo 1997-2007), se ha perdido un 32% de las tierras fértiles en Chile. “Se trata de una tremenda pérdida, sobretodo si el gobierno habla de ser una potencia agro-alimentaria, porque eso no tiene sustento físico para desarrollarse… a menos que sigamos con el destructivo monocultivo agrícola a costa del bosque nativo”, asegura Cuenca.
Si bien el Estado chileno suscribió a los convenios de la Cumbre de Río de 1992 adquiriendo compromisos y firmó también la convención de Lucha contra la Desertificación y la Sequía de la ONU en 1998, lo cierto es que en la práctica “no hay un plan efectivo, no se han creado instrumentos especiales para la lucha contra la desertificación. El gobierno solamente metió bajo el paraguas de la convención instrumentos viejos que ya no sirven”, sostiene el director de OLCA.
Ejemplo de esta contradicción es el último acuerdo entre el gobierno y los empresarios forestales, que convinieron doblar la cantidad de hectáreas para el monocultivo de pino y eucaliptos. Estas especies erosionan los suelos, los dejan inutilizables e impiden que otras especies vegetales se desarrollen. Sin embargo, gracias al decreto 701 de 1974, el Estado subsidia estas plantaciones, que crecen a costa de la tala de bosques nativos y la pérdida de suelos agrícolas.
A la deforestación se suma otro factor a favor de la desertificación, sobre todo en la zona central: la irracional expansión urbana. El gobierno modificó el plan regulador metropolitano para aumentar las hectáreas urbanizables. Además, proyecta desafectar otras 11 mil hectáreas en los próximos años, de las cuales cinco mil, según el propio ministerio de Agricultura, son suelos de primera y segunda categoría en cuanto a calidad. “Estamos hablando de perder los suelos de mejor calidad de Chile”, advierten en el OLCA.
Las zonas más afectadas en Chile por la desertificación son las regiones III y IV, por culpa de la gran minería y las malas prácticas agropecuarias, la provincia de Malleco y toda la Patagonia, producto principalmente de la deforestación.
Conciencia por el suelo
Por todo lo anterior es que el OLCA decidió comenzar una campaña de información y fortalecimiento de redes para luchar contra la desertificación en Chile. Se trata de “Suelos de Vida”, una iniciativa sin precedentes que contempla cuatro encuentros regionales, apoyo a proyectos innovadores en varias pequeñas localidades y una campaña informativa en radios comunitarias y comerciales de todo el país.
El objetivo de la campaña, explica Cuenca, es “tratar de aterrizar al problema concreto de cada comunidad u organización el tema del cambio climático y la desertificación, porque hay muchas comunidades afectadas, pero queremos que la gente cuando escuche a la ministra sobre que hay que apagar la luz, establezca las relaciones con sus problemas locales”.
Pero la campaña no se trabaja en frío, sino al calor de conflictos que tienen a comunidades ya movilizadas. Es el caso de la Coordinadora de Defensa del Agua de Atacama, que se organizó ante la inminente sequía del valle del río Copiapó (expertos no le ven más de cuatro años de vida), y de la Red de Defensa de la Precordillera de La Florida, que surgió como respuesta al intento de sepultar con un proyecto inmobiliario al fundo El Panul, donde existe un bosque esclerófilo único en Chile.
En paralelo a los encuentros, el OLCA desarrolla una campaña radial con alcance nacional. Son 40 microprogramas informativos sobre conflictos relacionados a la desertificación que tienen lugar hoy en distintos puntos de Chile, que incluyen testimonios, opiniones expertas, experiencias innovadoras y propuestas para combatir la desertificación y usar responsablemente los recursos.
Empezó el 22 de marzo, día internacional del Agua, y finaliza el 22 de abril, en el día internacional de la Tierra, y está siendo transmitida por numerosas radios comunitarias, las estaciones del Consorcio Iberoamerican, la Radio Universidad de Chile, la radio Tierra y las 68 estaciones de la Asociación de Radios Católicas (ARCA).
El Ciudadano
Más información en: www.olca.cl