La civilización actual ha entrado en la fase de la contradicción fundamental entre sus posibilidades económico-políticas y los objetivos estratégicos civilizatorios. Hasta un determinado momento el crecimiento económico y tecnológico de la civilización mundial aseguraba la reproducción del dominio político de las élites tradicionales, que se habían consolidado definitivamente hace algo más de cien años.
Las instituciones de la democracia representativa, relacionadas con la educación obligatoria y la igualdad (convencional-jurídica) de las oportunidades vitales, aseguraban la inclusión en el crecimiento económico de la absoluta mayoría de la población mundial, aunque de manera desigual.
Sin embargo el principal problema de la civilización occidental en el siglo veinte fue el hecho de que la crisis política y, particularmente, la crisis del orden mundial, adelantaba a las posibilidades del crecimiento de la economía real. Esta diferencia se fue compensando cada vez más por el crecimiento de la economía virtual que, a su vez, agudizaba la crisis política. A finales del siglo XX el establishment mundial se había encontrado con la necesidad de la reestructuración del orden político-económico planetario. Esta reestructuración debe estar acompañada, por un lado, por el triunfo definitivo de la economía virtual sobre la real, y por otro lado, por la supresión de los tradicionales institutos de la democracia burguesa, cuya formación constituyó el contenido de todo el período de la así llamada Historia Moderna.
La combinación de estos dos elementos es la que caracteriza el comienzo de la época de la tan cacareada sociedad de la información.
En esta sociedad el objeto de la alienación ya no es una parte del tiempo vital del individuo trabajador –el así llamado tiempo “del trabajo”–, sino todo el tiempo individual, sin distinción entre el dedicado a la esfera del trabajo y el tiempo personal.
De la producción de las mercancías a través de la producción de los servicios la economía pasa a incluir a toda la esfera de la vida cotidiana como la forma de bioproducción, que se transforma en la cantidad, en el objeto medido y valorado cuantitativamente.
La enajenación del tiempo vital del individuo en las condiciones de la economía intelectual o informacional se realiza a través de su conversión en una determinada cantidad de información valorada, que se convierte en parte del flujo total de la información. En realidad, la bioproducción social (producción de la vida) consiste en la inclusión de todos los participantes económicos en el flujo informativo.
Es cuando precisamente surge el principal problema político del nuevo orden: las 4/5 partes de la población de la Tierra por distintas causas no están preparadas para participar en semejante producción económica. El destacamento más preparado del contingente mundial de los “trabajadores” resulta ser la población de las megápolis occidentales, y no toda: en primer lugar, se trata de la clase media, relacionada con la organización de la producción.
La Historia conoce la práctica de las inversiones en la transformación social de gigantescas masas humanas. El ejemplo más claro fue la conversión en tan solo 20 años (1921-1941) de Rusia analfabeta y agraria en la URSS industrializada y totalitaria.
Hoy las clases gobernantes no piensan invertir los medios proporcionales en la transformación social de aproximadamente 5 mil millones de habitantes de la Tierra y están dispuestas a impedir con firmeza la aparición en el escenario político de las fuerzas alternativas, capaces, siguiendo el ejemplo de los bolcheviques, de encontrar estos medios en los recursos que pertenecen a los actuales propietarios.
De modo, que como mínimo 5 mil millones de los habitantes del planeta se convierten en un lastre para la nueva sociedad de la información, o en otras palabras, no pueden participar en la creación del producto informacional siguiendo las nuevas reglas económico-políticas. La democracia burguesa, que antes aseguraba la inclusión masiva de la población agraria de Occidente en la sociedad industrial y la fase inicial de la sociedad posindustrial, hoy se convierte en inútil en el papel del instrumento de desarrollo social y, en consecuencia, será desechada por anticuada. Cosa que ya está ocurriendo ante nuestros propios ojos.
La humanidad se encuentra ante la perspectiva de la implantación de la dictadura oligárquica planetaria en forma del imperio global.
El imperio global es la futura forma de la dictadura burocrático-militar que abarcará a todo el mundo. Es el instrumento que necesitarán las élites gobernantes para llevar a cabo la expulsión del 90% de la población de la Tierra del espacio de la Historia. Semejante operación global únicamente podrá realizarse en forma de una guerra despiadada contra la mayor parte de la humanidad.
Es muy importante comprender el contenido técnico de la expresión “echar fuera de la Historia”. La permanencia en la Historia tradicionalmente está relacionada con la interpretación de la actuación de cualquier ser humano o grupo de seres humanos como algo que influye sobre la trama del desarrollo del conjunto del proceso histórico. La historia escrita refleja como actuación “histórica” la acción de tan solo una pequeña parte de los hombres que han vivido en el planeta. Es aquella actuación que tuvo un significado de importancia simbólica y que ha jalonado el transcurso colectivo del tiempo, dejando huellas fijas.
Sin embargo, hasta ahora se daba por sobreentendido que no solo los protagonistas de los manuales de historia y enciclopedias, sino cada hombre nacido en general participa en el proceso histórico, cuyas acciones tienen la conexión inversa con el transcurso argumental de la Historia, entendida como proyecto. Dicha presunción se reflejaba en la visión del papel de las masas en la Historia.
Esta visión humanista aplicada a toda la humanidad sobre la importancia de cada ser humano dentro del balance general del tiempo-sentido colectivo, da por supuesto que cada acción y cada autor de la acción son absolutos y existen de manera necesaria. Dicha visión se refleja en la popular frase: “La Historia desconoce el modo subjuntivo”.
En otras palabras, hasta ahora la humanidad estaba sumergida en la esfera de la llamada posibilidad primaria, la más densa y concreta dentro de las posibilidades del ser. En esta esfera cualquier fenómeno existe porque hace falta exactamente este fenómeno en este tiempo concreto y en este lugar, sin que existan alternativas a este fenómeno.
Sin embargo el nuevo proyecto global de las élites mundiales prevé la expulsión del 90% de la humanidad a la segunda y la tercera esferas de las posibilidades, donde cualquier fenómeno tiene variantes alternativas ilimitadas o podría no suceder siquiera.
Es evidente que el hombre que podría no haber nacido, y las acciones que podrían ser tales u otras no importa cuales, se convierten en fantasmales y no ejercen ninguna influencia sobre el desarrollo argumental del tiempo histórico. Semejante situación se convierte en la “muerte histórica” para la humanidad expulsada de este modo del proceso histórico. Lo cual se diferencia poco de la muerte en todos los demás aspectos, y es por lo que hoy en medio de los así llamados “científicos” se levantan voces que hablan de la necesidad de eliminar a estos 90% de seres humanos “sobrantes” (o “no realizados”). [Recordemos que hace años el heredero británico, príncipe Carlos, presidente de la ecologista World Wildlife Fundation, declaró que “en la próxima vida le gustaría volver convertido en un virus mortal para resolver de una vez por todas el problema del equilibrio ecológico”, o sea para acabar con la “sobrepoblación” del planeta – N. del T.].
El puente entre la muerte histórica, digamos en el plano espiritual, y la muerte física de la inmensa masa de seres desgraciados es precisamente el imperio global, llamado a ejercer la violencia permanente contra la biomasa.
Esa violencia tiene que cumplir tres objetivos:
– el exterminio físico de los representantes más activos de la humanidad expulsada, que no se resignan con su colocación fuera de la Historia y del significado;
– la violencia unilateral organizada por sí misma coloca a su objeto en la situación de los animales exterminados, es decir que se convierte en el proceso operativo para quitarle el sentido a la existencia de aquellos que se convierten en las víctimas pasivas de la violencia;
– por último, la propia presión violenta sobre la biomasa representa una forma de enajenación y apropiación del recurso energético interno del tiempo biológico, que sigue transcurriendo para la humanidad reprimida, que formalmente conserva los parámetros existenciales de seres humanos que piensan y sufren.
Tampoco es casual que últimamente entre los prehistoriadores y antropólogos se ha vuelto popular la teoría de la convivencia en una lejana época de los hombres de Cro-Magnon y de Neandertal, que constituían dos versiones desiguales de la humanidad posible. Según esta visión, los cromañones (homo sapiens) se aseguraron la entrada en la Historia gracias al exterminio de los neandertales (homo faber), que representaban la forma vacía, sin perspectivas de la humanidad posible.
La única alternativa a la violencia unilateral del imperio global es la guerrilla universal – la guerra partisana en todos los niveles, que en la perspectiva ideal es capaz de provocar la crisis y el derrumbe del oligárquico Nuevo Orden Mundial.
Por Geidar Dzhemal
Fragmento del libro Daud vs. Djalut (David contra Goliat), Moscú, 2010
Traducido del ruso por Arturo Marián Llanos
Geidar Dzhemal (n.1947, Moscú) es teólogo del Islam revolucionario, filósofo, presidente del Comité Islámico de Rusia (Islamkom.org), activista político y social. Cofundador de Unión Internacional – Intersoyuz (interunion.org), miembro de la coordinadora del Frente de Izquierda – Levi Front (Leftfront.ru).
Fuente: http://www.dzhemal.com/files/daud-vs-dzhalut.pdf
Enviado a Octubre por Arturo Marián Llanos
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