Japón ataca con todo en guerra de divisas

El Gobierno nipón, bajo la dirección de su nuevo primer ministro Sheizo Abe, lanzó un ambicioso plan económico buscando superar la deflación, que acompaña al país desde hace varios años, y el estancamiento económico

Japón ataca con todo en guerra de divisas

Autor: Director

El Gobierno nipón, bajo la dirección de su nuevo primer ministro Sheizo Abe, lanzó un ambicioso plan económico buscando superar la deflación, que acompaña al país desde hace varios años, y el estancamiento económico.  Para ello el Banco de Japón puso en marcha un plan de relajamiento cuantitativo, en la línea de la Reserva Federal norteamericana, extraordinariamente más agresivo en proporción al producto de cada país.  Simultáneamente se propuso abiertamente la devaluación del yen, en otro capítulo de la “guerra de divisas” que se vive a nivel mundial.  El tercer componente fundamental de la estrategia es materializar políticas fiscales expansivas.  Estas políticas tienen efectos globales, desde ya en el plano cambiario.  Las devaluaciones en países avanzados repercuten en la apreciación de monedas como el peso chileno, frente a lo cual el Gobierno ha tomado medidas contradictorias y el Banco Central permanece a la expectativa, limitándose en su última reunión de política monetaria en constatar que estaría aún en el límite inferior de sus niveles “fundamentales”, sin considerar que la apreciación en un porcentaje importante es causada por factores externos muy poderosos, tanto es así que siguió su curso incluso en un  lapso descendente en la cotización del cobre.  La demora en intervenir tiene un claro costo país.

Japón puso en marcha una agresiva política monetaria, fiscal y cambiaria con el propósito de terminar con la deflación y revertir el estancamiento económico que sufre desde comienzos de la década de los noventa.  Se le conoce con el nombre de Abeconomía, al ser su impulsor el primer ministro nipón, Sheizo Abe.  Desde  el ángulo monetario hizo suyas las políticas llevados adelante por la Reserva Federal norteamericana de relajamiento cuantitativo, o sea creación de una gran cantidad de dinero mediante la adquisición de activos financieros, pero con una propuesta aún más agresiva.  Desde el inicio de la crisis financiera global, en el año 2007,  a marzo de 2013, la Fed incrementó sus activos en un 233%.  “Una cifra muy parecida  a la meta que ahora se ha fijado Japón –comentó Alicia González en El País-, solo que Estados Unidos tiene una economía tres veces mayor que la nipona y lo ha llevado a cabo en un plazo de cinco años frente a los dos que se ha marcado Tokio.  Hablamos –recalcó- de una avalancha de liquidez de proporciones históricas” (07/04/13).

El FMI en el informe de su asamblea semestral sobre Perspectivas Económicas Mundiales, lo calificó de una ola de liquidez sin parangón  en la historia reciente, “Esta política –señaló- impulsaría el crecimiento a corto plazo y así lo refleja nuestro pronóstico de crecimiento de 1,6% para 2013”.  La reunión del G-20, efectuada simultáneamente, puso como ejemplo de las medidas procrecimiento a adoptar las decisiones políticas recientes de Japón que “tienen la intención de frenar la deflación y respaldar la demanda interna”, destacando al mismo tiempo la decisión de Corea del Sur de anunciar un paquete de política económica.  Contradictoriamente se pronunció, al mismo tiempo, contra cualquier “devaluación competitiva” (20/04/13).  Inmediatamente los mercados cambiarios registraron nuevas caídas del yen.

Para implementarla  Abe previamente  propició la nominación de un nuevo presidente del Banco de Japón (BoJ), Haruhiro Kuroda, quien –como recordó el premio Nobel Joseph Stiglitz-  “vio de primera mano el fracaso durante la crisis de Asia Oriental de finales de la década de 1990, de las recetas tradicionales impulsadas por el Tesoro de EE.UU. y el Fondo Monetario Internacional.  Ya que no está casado –añadió- con las obsoletas doctrinas de los banqueros de los bancos centrales, Kuroda  se ha comprometido a revertir la deflación crónica (…)” (10/04/13).  La propuesta aprobada el 4 de abril  por el Boj es duplicar en dos años el balance del banco, mediante la adquisición de activos financieros, y lograr en un plazo no superior a dos años llevar la inflación en doce meses a 2, duplicando el incremento de los títulos en su poder.  Ya el día ocho de abril puso en ejecución su primera compra de bonos.

Su estrategia no es actuar gradualmente sino que adoptar, como recalcó Kuroda, “todas las medidas necesarias de forma simultánea” (11/04/13).  Entre ellas considera en un lugar destacado la depreciación del yen, en un proceso de corrección continua para revertir su fortalecimiento excesivo.  Ya al iniciarse la adquisición de activos financieros bordeaba los cien yenes por dólar, nivel que no anotaba desde abril de 2009 en el período más agudo de la recesión norteamericana.  Para conducirlo a este nivel lo determinante fue, hasta que se implementó el relajamiento cuantitativo, actuar sobre las expectativas, convencer a la población y a actores del mercado de divisas que el debilitamiento del yen se iba a producir y se saldría de la deflación, estimulando así el gasto y deshacerse de la moneda nipona.

El tercer componente básico del plan es aplicar políticas de estímulo fiscal, orientación absolutamente inversa a la impuesta por Alemania en la eurozona y que en EE.UU. no se aplica por su “parálisis política” y la falta de convencimiento de la Casa Blanca para llevarla adelante[1].

La devaluación del yen responde a la política de la Fed de debilitar el dólar.  “Esto simplemente –comentó Joseph Stiglitz- refleja la realidad de la interdependencia de la política monetaria.  Si la política de la Reserva Federal –añadió- (…) debilita el dólar, otros tienen que responder para evitar la apreciación excesiva de sus monedas.  Algún día puede ser –concluyó- que logremos una coordinación más cercana de las políticas monetarias a nivel mundial.   (…)  por el momento, para Japón lo razonable ha sido responder, aunque sea de forma tardía (…)”.  Sin embargo, con total desparpajo el Departamento del Tesoro norteamericano, en un informe semestral, advirtió que presionará a Japón para que sea el mercado quien determine las tasas cambiarias, cumpliendo sus compromisos como Estado miembro del G-7 y G-20, aunque la Reserva Federal empuja al dólar a la pérdida de valor.

Desde luego, este proceso devaluatorio tiene repercusiones globales.  De acuerdo a antecedentes de EPFR Global, en la semana después del 4 de abril ingresaron a mercados emergentes US$438 millones, el máximo nivel en el año.  Afectando en primer lugar a otras economías asiáticas, como China y Corea del Sur que compiten en los mercados internacionales con los productos nipones, que  debido al curso cambiario de su divisa ganan competitividad.  Los impactos no se producen únicamente en el plano comercial, lo cual ya constató el ministro de Hacienda de Corea del Sur al declarar que las decisiones japoneses afectaban a las exportaciones de su país. El economista chino Ligang, del banco ANZ, advirtió que también podía conducir a una “nueva ola especulativa a los frágiles mercados financieros chinos.  Los inversores –puntualizó- se endeudan en yenes  con un bajo tipo de interés e invierten en mercados con un alto tipo de interés” (06/04/13).

Al informarse por la Oficina Estadística de Beijing que la economía china creció en cifras interanuales durante el primer trimestre en un 7,7%, dos décimas porcentuales menos en comparación con octubre-diciembre de 2012, su portavoz Sheng Laiyun lo explicó por las enérgicas políticas de expansión monetaria de algunos países, lo que afecta las exportaciones de la segunda economía mundial por la magnitud de su producto.

Incluso, registró The Wall Street Journal, “los inversionistas japoneses están inyectando dinero en el mercado de deuda soberana europea (…) lo que hizo caer a mínimos históricos los intereses de los bonos de algunos países.  En las últimas dos jornadas  -agregó- los (…) endeudamientos de Francia, Holanda, Austria y Bélgica, indicados por los intereses de los bonos a diez años, cayeron a nuevos mínimos.  Incluso las economías más atribuladas se han beneficiado (…)” (09/04/13).

En América Latina, se revalúa fuertemente el peso mexicano.  A la fecha, en el año únicamente es superado por las monedas de Mauritania y las islas Seychelles, alcanzando su mayor cotización en los últimos veinte años contra el dólar, a pesar de los problemas de la economía norteamericana.  “El peso ha adquirido prácticamente estatus de culto entre los inversionistas y  es probable que se siga apreciando debido a los capitales que llegan sin cesar tras las políticas ultra expansiva de Japón”, manifestó Benito Berber del banco nipón Nomura (15/04/13).  Para revertir estos cursos revaluatorios, el gobierno colombiano anunció un plan de incrementar inversiones en el exterior, incluyendo  los de fondos de pensiones, tratando así de producir demanda por divisas.

El conjunto de las políticas de la Abeconomía deben implementarse al mismo tiempo. “Abe –detalló Stiglitz- compara este enfoque a sostener tres flechas. Si se sostiene de forma separada se puede doblar cada una de ellas, si se las sostiene juntas no se puede doblegar ninguna.  Japón –concluye el premio Nobel-  podría constituirse en uno de los pocos rayos de luz en el que al contrario es un sombrío paisaje de países más avanzados”.

La materialización de sus formulaciones condujo a Abe, en los hechos, a cuestionar la autonomía de los bancos centrales, uno de los ejes del pensamiento económico dominante, y llevándolo a que se modificase radicalmente su tradicional conducción.  Ello condujo a que se enfrentase abiertamente con el presidente del Bundesbank germano, Jens Weidmann.  “Intencionadamente o no –señaló Weidmann-, con la interferencia del Gobierno en la política del Banco Central, Japón puede desatar una guerra de divisas” (11/04/13).  En verdad, ella ya existía antes de que se pusiese en práctica la Abeconomía, lo cual conduce a suponer se vivirán nuevos capítulos aunque el G-20 negase en su ultima reunión su existencia[2].

En Chile, mientras tanto, la reunión de abril de política monetario del Banco Central se limitaba a constatar, como se expresó en su comunicado, que “el peso ha continuado apreciándose en términos multilaterales”, a pesar de constatar la caída “en las últimas semanas” de la cotización del cobre, que se acentuó transitoriamente al conocerse los datos del PIB chino en el primer trimestre.  El informe de su División de Estudios a la reunión, había señalado que “en general, las monedas de los países exportadores de materias primas se fortalecieron respecto al dólar; (…) transándose el peso al cierre de esta minuta por debajo de $470 (…)” y el “tipo de cambio real de marzo se ubicó en 87,1 (en su medida 1986=100)”.  Este nivel se encuentra en su punto más bajo de la última década.  El presidente de Asoex, Ronald Bown, y el presidente de Fedefruta, Cristián Allendes, le plantearon al presidente del Banco Central una “intervención cambiaria real”, acompañada de medidas como el encaje a los flujos de capitales de corto plazo que aprovechan el diferencial de tasas de interés entre la de política monetaria en Chile y en las economías avanzadas.

El Banco Central para no intervenir en el mercado de las divisas, como es una demanda generalizada, se aferra a que la paridad se encontraría aún en el límite inferior de determinados supuestos “fundamentales” basados exclusivamente en datos internos, sin tener en cuenta lo que acontece en el escenario externo.  “Al tipo de cambio no hay que ‘leerlo’ –señaló con razón Jorge Quiroz-, desde los indicadores macronacionales, sino desde el concierto financiero global” (14/04/13).  Por tanto, se debe considerar las tasas de interés existentes en los países avanzados y, sobre todo, sus políticas de crecimiento de las masas monetarias que debilitan sus monedas y crean tendencias muy poderosas a la revaluación cambiaria en países como Chile.  No tener presente esta realidad conlleva a no reaccionar frente a acontecimientos en curso.

Por su parte La Moneda da pasos contradictorios.  A mediados de abril activó el mecanismo que permite a inversionistas extranjeros adquirir bonos del Tesoro norteamericano por la vía de los Global Depositary Notes (GDN).  Estos bonos son emitidos en EE.UU. en dólares y para adquirirlos se requiere poseer bonos chilenos.  Los primeros días después de iniciarse las operaciones se cifró la compra diaria en US$100 millones.  Así se aumenta la oferta de divisas en la economía nacional presionando a la revaluación del peso.

El informe de Estabilidad Financiera del FMI consignó que a nivel corporativo Brasil y Chile son los dos países de la región de mayor vulnerabilidad, debido a su alto nivel de apalancamiento.  Sus relaciones deuda/patrimonio alcanzan aproximadamente al 90%.  En 2007, antes del inicio de la crisis financiera, la del país, según cifras del FMI, era de 70%.  La liquidez global, afirmó el documento, “está salpicando a los mercados emergentes”, como consecuencia de un “aumento récord del endeudamiento en las plazas internacionales, exponiendo al riesgo cambiario y a un apalancamiento creciente.  Esto hace –recalcó- que los mercados emergentes sean más sensibles a la volatilidad de los flujos de capital”.  Es una realidad necesariamente a tener en cuenta y consecuencia de la inserción corporativa en los mercados financieros internacionales, estimulada por la política económica dominante.

Por Hugo Fazio

El Ciudadano



[1] Véase, Resumen Económica Primer Trimestre 2013.

[2] Véase, Resumen Económico Primer semestre 2013.


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