A principios de la pandemia provocada por la COVID-19,el Gobierno de Suecia decidieron no aplicar ningún tipo de medida restrictiva de circulación a su población, una estrategia que supuestamente había sido efectiva porque se veía circulando a los ciudadanos de manera tranquila y sin mayor preocupación en las calles.
Suecia decidió no aplicar toques de queda, ni cuarentena, ni restricciones severas. Las guarderías, escuelas primarias y restaurantes funcionaban con normalidad.
El tránsito en las calles era libre, los restaurantes y sitios de encuentros se mostraban abarrotados, al igual que los lugares de esparcimiento y diversión pública.
Pero estas medidas «de confianza en la población», por parte del Gobierno sueco, terminaron en fracaso. Muchos llegaron a ver a Suecia con envidia, por mantener su vida cotidiana en normalidad, incluso fue tomada como «ejemplo».
Fue tanta la promoción de Suecia y su estilo de vida anticonfinamiento, que resonaron teorías conspirativas sobre la pandemia que aseguraban ser un invento creado por los Gobiernos para mantener a la gente encerrada.
La utopía se vino abajo
En rigor, las autoridades suecas apelaron a la responsabilidad de sus ciudadanos. El principal epidemiólogo del país, Anders Tegnell, recalcó que las intervenciones drásticas no tendrían buen éxito y por eso decidieron seguir la vida como si nada pasara.
“Encerrar a las personas en casa no funcionará a largo plazo”, dijo en abril pasado Tegnell, quien agregó que la gente saldría de todos modos. Una infección era tolerable “porque aumenta la inmunidad en la población”.
Pero a la fecha, la utopía del país nórdico se vino abajo y ahora está severamente afectado por la enfermedad del COVID-19. Las estadísticas de defunciones de las últimas semanas son las que muestran la magnitud del fracaso del modelo sueco.
A la fecha el comportamiento del nuevo coronavirus en Suecia, de acuerdo con el mapa interactivo de la Universidad Johns Hopkins, contabiliza más de 68.500 personas contagiadas y casi 5.500 fallecidos por COVID-19.
Aumento de muertes
Suecia registra, hasta el 30 de junio, 5.333 muertos por COVID-19, con una tasa de 50,3 por cada 100.000 habitantes, cinco veces más que Dinamarca, nueve que Finlandia y diez que Noruega; aunque por debajo de España, Italia, Bélgica y Reino Unido.
“Las cifras de muertos son terribles y deberían poder haberse evitado. Eso ha sido lo peor de la pandemia y la pregunta me sigue carcomiendo: ¿qué más podíamos haber hecho?”, recalcó Tegnell, el pasado 24 de junio cuando ofreció una entrevista en el programa “Verano en P1” de la radio pública.
“Creímos que nuestra sociedad segregada por edad evitaría una situación como la de Italia, donde varias generaciones viven a menudo juntas. Pero se demostró que estábamos muy equivocados. La cifra de muertos subió de forma dramática”, agregó en sus declaraciones.
Suecia ha marcado un repunte tan dramático que ya se ubica entre los primeros 25 países con las peores estadísticas de la pandemia.
Curva de contagios sigue en ascenso
Las estadísticas ubican a Suecia justo detrás de China, donde se diagnosticaron los primeros casos en diciembre de 2019.
Bélgica es, con mucho, el peor caso en Europa occidental, pero esto también puede tener relación con el hecho de que las personas fallecidas en los hogares de ancianos a veces se registraban como víctimas de COVID-19, incluso sin una prueba.
La mayoría de países ha logrado —o está en camino de— «aplanar la curva»; Gran Bretaña y Suecia están fuera de esa línea. Las curvas son algo más planas al final que al principio, aunque aún hay un aumento claramente reconocible día a día.
Como explicación de las muchas muertes en Suecia por COVID-19 se citan repetidamente las infecciones masivas en hogares de ancianos. Según Anders Tegnell, la mitad de todos los muertos de Suecia provienen de estos centros.
La ministra de Asuntos Exteriores, Ann Linde, respaldó esta premisa en una entrevista reciente con Deutsche Welle. Sin embargo, las muertes en hogares de ancianos no son un fenómeno restringido a este país. Hay otras razones.
Es un virus impredecible
En la emisora pública, la funcionaria también destacó que el virus es “impredecible” y es difícil saber qué métodos tienen mejor efecto, pero el aislamiento puede traer consecuencias negativas para la salud a medio y largo plazo.
“Fue como si el mundo se volviese loco y que todo lo que habíamos discutido pareciese olvidado. País tras país cerraron sus fronteras y sus sociedades completamente”, sostuvo Anders Tegnell.
“Creo que aún no tenemos una buena respuesta a qué podíamos haber hecho. Hay diferencias claras entre países, cómo se registran los muertos, porcentaje de población anciana, cómo organizamos los servicios geriátricos. Sacar conclusiones ahora puede llevar a muchas respuestas erróneas”, dijo.
Las autoridades sanitarias acusaron este viernes a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de malinterpretar datos al incluir al país en una lista de once naciones europeos donde ha resurgido el coronavirus en las últimas semanas.
El director regional de la OMS, Hans Henri Kluge, había apuntado que en esas naciones (la mayoría exrepúblicas soviéticas) se han producido “rebrotes muy significativos”, una afirmación que Suecia considera equivocada porque creen que no refleja la realidad de la evolución de la pandemia.
En las últimas semanas, el país apostó por realizar más test a la población, duplicando la cifra de personas examinadas, lo que ha provocado a su vez un aumento de casos, aunque las autoridades resaltan que la mayor parte son leves.
“Por desgracia es una interpretación totalmente errónea de los datos”, declaró a la televisión pública SVT el epidemiólogo Anders Tegnell.
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