Lonkos y autoridades ancestrales
Dirigentes comunitarios
Ciudadanos y ciudadanas de todo el Archipiélago de Chiloé
Medios de comunicación
Personas que nos escuchan o leerán
Mediante esta lectura, daremos cuenta pública de las diferentes realidades que tiene nuestro archipiélago, arrastrado de una historia regional y comunitaria que nos ha intentado mantener al margen del discurso oficial, olvidados por las políticas centralistas y excluidos de la memoria colectiva de ese país que tenemos al norte del canal de Chacao, que solamente se acuerda de nuestras comunidades cuando tienen que pedir el voto, cuando encuentran un nuevo recurso que explotarnos o cuando balbucean con los parajes prístinos y la belleza de nuestra región hacia el mundo, vendiéndonos como parte de sus paquetes de turismo, centrando su atención en lo que llaman las potencialidades de la región.
Hoy, 21 de mayo de 2013 no es un año cualquiera. Para muchos significará un año como otros, pues no verán ni en la prensa, ni tampoco cambiará nada de su vida cotidiana, las palabras pronunciadas por el presidente de Chile, que como los otros presidentes que han pasado, usan esta tradición histórica, copiada de cuando los presidentes daban cuenta a la oligarquía nacional por la defensa de sus intereses; y probablemente, tampoco, entenderán cuál es el significado de estar pronunciando una cuenta pública de los pueblos del archipiélago de Chiloé en la plaza de Chacao, mientras en Valparaíso, a esta misma hora, ahí, con los representantes de la elite política nacional, nosotros mostramos cuáles son los verdaderos relatos vividos por los ciudadanos, por nuestra gente, por nuestras comunidades, en este territorio tan, aparentemente, alejado del centro del país.
En esta ocasión, decidimos realizar un acto público, pero no solamente masivo como han sido las políticas culturales de los últimos 23 años en Chile, donde privilegian el alcance y no la profundidad de las ideas planteadas. En esta ocasión, repetimos, no nos encontramos dentro de un año cualquiera, ni de un 21 de mayo, ni de un medio día cualquiera. Hoy decidimos, desde abajo, con las comunidades organizadas, con la disposición de nuestra gente, con los recursos limitados y los medios de comunicación limitados, convocar a revisar, a hacer revista de todas las cuestiones de carácter público que han implicado cambios profundos en nuestros pueblos, en nuestro territorio y en nuestra cosmovisión. Hoy estamos haciendo historia, aquí estamos presentes los que, honestamente, de cara a nuestra comunidad, con las manos limpias, decidimos hacer política autónoma, desde los territorios con nuestra gente, no desde las grandes esferas del poder corrompido, ni aliado a fuego con los poderes fácticos empresariales y transnacionales. Esos poderes nosotros los vemos y vivimos en nuestra tierra. Vemos cómo día a día, nuestra tierra, nuestro mar, nuestros recursos, nuestro trabajo, pasan fuera de nuestras casas, en camiones y conteiner, hacia los puertos que los dirigen a los mercados lejanos, muy lejanos, vendidos al mejor postor entre los aliados estratégicos de este país. Y nosotros seguimos acá, ya no a la espera de eso que algún día llamaron progreso y que hoy llaman desarrollo, ya no esperamos, pues entendimos que era una parte más del engaño que se nos argumenta para seguir lucrando con nuestra región, y otras regiones de este país; hoy vivimos la tragedia del sistema de la dictadura económica que nos ahoga y nos roba la comida de nuestra boca.
Aquí estamos, los que nos decidimos organizar desde abajo, creando confianzas y sembrando sueños que se materializan en una forma de pensar, en un territorio que defender y en un nuevo Estado por construir, con y para los pueblos de estas tierras.
En esta ocasión, nos reunimos los representantes de la Coordinadora de Organizaciones Comunitarias y Autónomas del Archipiélago de Chiloé, organizadas en el Encuentro Pensar Chiloé que hemos diseñado para reunirnos en un parlamento multisectorial, en un espacio verdadero de participación, de las organizaciones y los movimientos sociales de nuestra tierra, de Chiloé.
No solo nosotros, sino también la gente de nuestras comunidades, que está en nuestras casas, sabe y conoce cuál es la Cuenta Pública de los Pueblos. Aquella que dice relación a cómo vivimos las comunidades, los territorios, las políticas organizadas por un pequeño grupo de burócratas, de técnicos, de políticos y de empresarios, con sus equipos asesores extranjeros, que manejan las inversiones y los negocios como un robo organizado.
Podríamos estar horas mostrando los problemas de salud que vive nuestra gente, las postas rurales, los consultorios poblacionales, los hospitales precarios. Somos un territorio que desde las islas que conforman el archipiélago; cada una de ellas, más cada una de las ciudades que conforman las 10 comunas de nuestra provincia, no contamos con un hospital básico, mínimamente normalizado, que entregue un servicio digno y oportuno a nuestra gente, pues nuestra gente sabe cómo, día a día, nuestros enfermos graves tienen que ser llevados hasta por seis horas a Puerto Montt desde la ciudad más alejada de la isla; y hasta 10 horas, desde las islas más distantes de dicha capital regional. Esto no solo nos tiene cansados, sino que nos está cobrando vidas todos los años, todos los meses, como ocurrió la semana pasado a nuestra vecina de Quellón Verónica Cosme, quien falleció en el Hospital de Castro por una supuesta negligencia médica, la pregunta es: ¿Por qué no podemos tener doctores especialistas y medicina en una universidad chilota, hoy?, ¿Por qué se nos niega la educación y salud para la comunidad en igualdad?
No es tan fácil, como decir que nuestro aislamiento se debe a nuestra distancia con la capital regional, con los adelantos de las grandes ciudades, con permanecer tan alejados del centralismo de este país. Como si ser chilotes, ser Williche, ser habitantes de este territorio fuera una desgracia que nos hubiera pasado. Como si tuviéramos que pagar por nuestra negligencia de mantenernos alejados de ellos, de su desarrollo. Como si acá, la única solución que tuviéramos sería arrastrar las islas y pegarnos al continente, tal vez así podríamos tener la dignidad que siempre nos ha negado el Estado.
Ya no creemos esos argumentos. Ahora estamos organizados y conscientes de porqué estamos acá y porqué queremos quedarnos en este lugar por siempre. Pero los que vanaglorian el poder de las riquezas, del crecimiento del producto interno bruto y del vender al mejor postor, no lo entienden, ni lo entenderán. Aquellos que hacen de la frase “pan para hoy y hambre para mañana” un problema relativo, pues no les importa dejar sin comer a nuestra gente, ni el futuro de nuestros pueblos, ni la defensa de toda manifestación de vida y las condiciones ambientales para que ello ocurra.
Les importa crecer en números, posicionarse en los mercados internacionales y exportar sin importarles nuestros montes, ni las playas que desaparecen en su comercio, por eso estos territorios hemos permanecido en el total abandono y solo nos vienen a poner industrias destructivas, insustentables social y ambientalmente. No les importa la dignidad de las comunidades locales, por eso no podemos beneficiarnos de la riqueza que generan nuestros recursos, y cuando los recursos se acaban, las industrias se van y las promesas se las lleva el viento. De eso tenemos miles de historias que compartir con ustedes, con quienes nos escuchan, historias de cesantía frecuente, de empresas que exterminan y contaminan los recursos de nosotros y de nuestros vecinos.
Ya no creemos esos argumentos. No creemos que sea necesario construir un puente, aquí, en el canal de Chacao que solucione nuestros problemas de salud, de educación, de alimentación, de agua y de mejorar las condiciones de nuestras vidas y de los que vendrán. Por eso no queremos un puente sobre el canal de Chacao. Porque la conectividad no pasa por estar más cerca de los centros urbanos o de las grandes urbes. Pasa, en primer lugar, por tener caminos decentes, públicos y en mantenimiento; pasa por construir un sistema de conectividad y movilización efectivo con el resto del archipiélago, para que la vida sea sostenible en el tiempo en cada uno de los rincones de nuestra región.
Ya no nos creemos esos argumentos, que la industria y la construcción de mega obras traerá trabajo y desarrollo para nuestras localidades, trabajo temporal ¿y después qué?; regresará el fantasma del hambre y la cesantía frecuente. Así hemos conocido la explotación en las fábricas y empresas, con pésimas condiciones laborales, sin seguridad para los trabajadores y trabajadoras, laborando en condiciones casi inhumanas, con despido permanentes, con humillaciones, con dobles jornadas para mejorar un poco los bajos salarios que encontramos en esos monopolios; no pudiendo sindicalizarnos en muchas de ellas, no pudiendo negociar colectivamente, como los demás sindicatos del resto del país. Hemos conocido la explotación, la desigualdad y la falta de protección laboral en las industrias y en los organismos públicos. Para que la gente sepa, tenemos un porcentaje de sueldo por zona, que los empleadores ocupan para argumentar que ganamos más, pero por lo mismo suben estratosféricamente los productos de primera y segunda necesidad en nuestros lugares de abastecimiento. Quisiéramos, incluso, preguntar si bien ese porcentaje hoy no nos alcanza para cubrir la especulación comercial, ¿seguiría existiendo de construirse este puente? Nadie nos explica, nadie contesta las dudas, porque desde que sabemos de su construcción, nadie nos ha preguntado, las reuniones siguen siendo entre cuatro paredes en edificios del continente. Cabe preguntarse, cómo en este y muchos otros mega-proyectos, como los parques eólicos industriales, como las centrales energéticas de paso y termoeléctricas, como las industrias salmoneras siguen siendo aprobados por autoridades incompetentes y coludidas. Proyectos que con maniobras políticas y dinero engañan a la gente, generan conflictos entre los intereses de la gente y las comunidades, para avanzar en sus objetivos económicos, con seremis e intendentes corrompidos que votan escondidos, mucho antes de hacerlo público en cuatro paredes, aprobando todas las pretensiones del empresario a espalda del pueblo. ¿Por qué será que le temen a nuestra opinión?, ¿será que esconden la mano cuando quieren lucrar con los recursos de todos y todas?… exigimos tener voz y participar de los proyectos que nos vienen a imponer, si no nos dejan proponer. En este sentido, ¿cuál es la expresión de nuestra identidad y libertad?, ¿dónde están los derechos de nuestra gente?, ¿quién determina nuestro futuro?, el pueblo insular tiene mucha historia de esfuerzo y suficiente, experiencia y trabajo. Hoy presentamos nuestras ideas y propuestas para nuestra tierra, como la tuvimos ayer y seguiremos, vivos, representando hoy y siempre.
Y estamos seguros, que el discurso que a esta hora se pronuncia en Valparaíso, tiende a perfeccionar el sistema en crisis donde nuestros derechos no valen nada. Dirán que ahora sí solucionarán nuestros problemas de vivienda, de trabajo, de salud, de educación, de nuestros hermanos de los pueblos originarios, del campesinado, de los pescadores, de los recursos minerales, de la escasés de agua, de la contaminación del mar, de la monopolización de la agricultura y todos los demás. Sin embargo sabemos que es una farsa televisiva, que nos golpea violentamente desde la distancia ya varias décadas de discursos de mentiras.
Chiloé es un territorio finito, sin montañas ni derretimientos de nieves, solo se abastece de agua dulce mediante la lluvia sagrada del sur y nos aplican la misma política forestal del resto de Chile, esa política que ha matado la tierra y hace desaparecer el agua: plantar pinos y eucaliptus para generar negocio forestal dañando irremediablemente nuestros ecosistemas; el bosque nativo que retiene esa agua que tomamos, se tala a destajo y se consume como combustible en una población cada vez mayor de habitantes llamados a venirse al boom salmonero, y el resto se envía como leña a la misma industria en la provincia de Llanquihue. Tenemos el mismo problema insostenible del resto del país, el agua es privada, a los que nos oponemos y exigimos un nuevo código de agua, soberanía isleña para uso y control público. Necesitamos proteger las cuencas y los pomponales, los montes, que son nuestras esponjas naturales para conservar nuestro recurso hídrico y la fuente de vida.
En el mar austral, como todos sabemos, ha llegado desde hace más de 20 años, desde la dictadura militar y pasando por todos los gobiernos de esta democracia empresarial, la industria del salmón, que ha ensuciado de manera irreversible nuestros fondos marinos; ha usurpado mar territorial colocando balsas-jaulas fuera de sus concesiones marítimas; ha vertido de manera indiscriminada pesticidas a los peces y ha inyectado miles de toneladas de antibióticos a los salmones, y cada vez que se ve envuelta en una crisis por las condiciones insalubres de sus mismas políticas sanitarias, deja a una masa de cesantes incuantificable de trabajadores isleños que laboran en ya precarias condiciones laborales.
Es esta industria la que controla el pensamiento de nuestra región. Con el negocio salmonero se han beneficiado dirigentes corruptos, políticos asesorados y financiados por la industria y autoridades fiscalizadoras que aplican manga ancha a toda la destrucción social y ambiental que generan, y seguirán generando. Decimos, que seguirán generando porque no hay política que resguarde al medio ambiente ni a los habitantes de esta región, y la única dirección a la que van dichas políticas son en beneficio de éstas y otras industrias. Por ejemplo, en este momento se está tramitando en el Congreso, un proyecto de ley que busca privatizar más del 27% del territorio nacional, pasando la administración del borde costero del Ministerio de Defensa al Ministerio de Bienes Nacionales, privatizando las miles de islas que tenemos en la zona de Chiloé hacia el sur, como pretenden hacerlo con la Isla Guafo, lugar de nidificación de fardelas, naturaleza única, y que intentan seguir licitando y vendiendo al poder económico. Aquí dejamos claro que la isla Guafo es, y seguirá siendo, de Chiloé. No dejaremos que los políticos del Estado de Chile la entreguen a transnacionales extranjeras y empresarios privados, que invaden nuestra soberanía.
Hoy, decimos, que este modelo avanza hacia caminos equivocados, porque si bien no tenemos leyes que se apliquen solo en nuestro territorio para el beneficio de nuestra gente, si existen leyes exclusivas para la zona que benefician a las industrial de este lugar. Leyes como la aprobada en el último día del gobierno de una de las candidatas que quiere volver a La Moneda, con otro discurso, pero con las mismas políticas y los mismos asesores, donde privatizaron el mar territorial concesionado a la industria del salmón y que, ahora, esas empresas pueden hipotecar el mar de todos los chilenos y entregárselas a los bancos privados, para su propio beneficio.
Ya no creemos esos argumentos. Simplemente las políticas van en un sentido diferente del que beneficia a las comunidades y las autoridades representan a un modelo de mercado y a una clase empresarial decadente y descarado. Ese modo de hacer las cosas está equivocado. No es tanto lo que pedimos.
Pedimos que se respete el Tratado de Tantauco, que se les devuelva a las comunidades Williche sus territorios ancestrales, entre ellos, los que hoy son parte del parque privado de Tantauco, de propiedad del Presidente de la República de Chile. Pedimos que no se contaminen los lagos del sur de la isla grande, que se deje de ensuciar los ríos donde bebemos agua, que las industrias del mar, como salmoneras y cultivos de mitilicultura dejen de arrojar sus desperdicios en las costas, que dejen de talar sin piedad, para abrir caminos y extraer materias primas para sus fábricas y las necesidades extranjeras. Pedimos tener un hospital digno donde atendernos y una universidad propia donde educarnos. Pedimos, firmemente, que nos dejen vivir en paz y libertad.
Aquí estamos lo que no dejaremos que nuestro territorio siga siendo usurpado para el lucro industrial. Aquí estamos los que queremos una educación de calidad para nuestra juventud, garantizada para cada cual por el Estado, de carácter territorial y multicultural, donde los estudiantes universitarios no tengan que emigrar de nuestra tierra para tener que estudiar, y podamos tener la medicina y los ingenieros agrícolas desarrollando la vida. Aquí estamos los que creemos que esos profesionales tienen que volver a su tierra alguna vez a entregar y compartir los conocimientos con nuestras comunidades. Aquí estamos los que queremos que se pueda vivir en estas tierras por siempre, contando con las condiciones ambientales y económicas para hacerlo, asegurando el agua para beber, regar y para las demás especies. Aquí estamos los que queremos una salud digna y oportuna, que incorpore los saberes ancestrales para el cuidado del cuerpo y la sanación de enfermedades que nos producen los alimentos de mala calidad nutricional, y la vida ajetreada de conseguir dinero para pagar las deudas que contraemos con los bancos o las casas comerciales, de necesidades ficticias. Aquí estamos los que queremos una agricultura sustentable, agroecología, de soberanía alimentaria y trabajos dignos, con saberes ancestrales, que pongan el acento en la producción de alimentos de usos comunitarios y no en la generación de agro-exportación transnacional, de monocultivos, de plaguicidas o de semillas transgénicas, tal como aprobaron por decreto la semana pasada, donde privatizan la semilla nativa, de nuestra tierra y que ahora no puede ser cultivada de manera libre y controlada por los agricultores. ¿Alguien nos preguntó?: ¿quieren comprar las semillas por la eternidad?, ¿cómo somos más libres? en sus fábricas o en nuestros campos.
Aprovechamos para decir, que las comunidades organizadas de Chiloé, no reconocemos las leyes que atentan contra la vida de los seres humanos sobre la tierra, ni de la existencia en el planeta de otras especies que se ven forzadas a la sobreexplotación o el control de la propiedad. No reconocemos la ley de pesca, creada bajo sobornos a los diputados y senadores y promovida por las empresas que concentran el negocio bajo condiciones de especulación financiera y exterminación de los recursos. No reconocemos las leyes y el código de aguas de Chile. No reconocemos las leyes ni los convenios internacionales que privatizan las semillas o el borde costero. No reconocemos las políticas de incentivo forestal, agrícola o energético, que levantan mega-proyectos para extraer energía de localidades que se ven afectadas para beneficio de la industria privada y el sector minero, generando en nuestras islas, zonas de sacrificio.
Hacemos un llamado, desde este espacio, a seguir organizándonos en los territorios, para defender la posibilidad de vida digna y soberana, donde podamos decidir qué modelo de desarrollo queremos para nuestra tierra, para nuestra gente, sin copiar recetas foráneas, sino levantado desde las comunidades, con políticas que beneficien a las mayorías que vivimos acá por decisión propia, pensando el mundo desde Chiloé y no Chiloé desde el mundo.
De igual manera quisiéramos rediseñar estas políticas mal enfocadas, desde abajo, con las comunidades organizadas, con participación ciudadana, no solo consultiva y aparente, sino real y con soberanía, con herramientas de gestión y fiscalización que no existen y que hoy no tenemos asegurada, porque cada vez que los pueblos tienen la posibilidad de hablar, decimos lo que suena en nuestros corazones: dignidad, soberanía y buen vivir. Seguiremos fortaleciendo la autonomía de la comunidad, la organización y la participación en base a una democracia directa que debemos levantar, en un nuevo Estado, en una nueva legalidad, en una nueva constitución desde abajo, en una vía social y no designada a los técnicos del poder. Esa es una tarea futura: devolverle al pueblo lo que es del pueblo.
Finalmente, seguimos diciendo que aquí estamos, y seguiremos estando, reunidos en una gran minga constante que busca nuestra libertad y dignidad como pueblo insular, aquí los que queremos un Chiloé limpio, digno, democrático, para los chilotes, williche y los que se han alojado en estas tierras de la Willimapu, de nuestras comunidades, construyendo un nuevo mañana, un futuro de tierra, montes y mar en libertad. Esta es y será la real cuenta pública de los pueblos.
Seguimos construyendo unidad, solidaridad y un archipiélago por siempre.
Coordinadora de Organizaciones Comunitarias y Autónomas del Archipiélago de Chiloé
Muchas gracias