La cúpula del Partido Comunista de Chile decidió, finalmente, dar su apoyo a Michelle Bachelet en las primarias presidenciales. Pese a las evidentes diferencias internas de la colectividad, su timonel Guillermo Teillier aseguró que Bachelet es la única candidata que puede trabajar en torno a “un programa de transformaciones profundas”.
Casi al mismo tiempo, en otro flanco, la Superintendencia de Medio Ambiente paralizaba el proyecto Pascua Lama de Barrick Gold, multándola con más de $16 millones de dólares por incumplimiento de estándares medioambientales.
La iniciativa minera había sido suspendida oficialmente por la empresa luego de un fallo de la Corte de Apelaciones de Copiapó. Esto provocó la salida del presidente de Barrick Sudamérica, Guillermo Calo; el gerente general de Barrick Chile, Robert Mayne-Nicholls, y el vicepresidente regional de asuntos corporativos, Rodrigo Jiménez.
Solicitado “desde la cúpula en Toronto”, el ex ejecutivo de las mineras de Luksic, Marcelo Awad, tomó rápidamente el mando de la operación de Pascua Lama. Awad debe ahora rendir cuentas al reemplazante de Peter Munk en la dirección mayor de la empresa, Jamie Sokalsky.
Con lo anterior, Pascua Lama encuentra su primer gran obstáculo para sobrevivir en Chile, considerando que en el pasado logró penetrar sin problemas en el gobierno ayudado por la Concertación y, especialmente, por la ex presidenta Michelle Bachelet.
Integrando una comitiva junto al rostro de ONU Mujeres, el timonel del Partido Comunista, Guillermo Teillier, viajó en 2009 a Nueva York para asistir a una cena preparada por el Council of the Americas, entidad privada fundada por David Rockefeller. El evento fue patrocinado por Barrick Gold, minera que en ese momento era cuestionada por destruir los glaciares y disminuir las aguas del Valle del Huasco.
Sólo un día antes de la cena, que terminó con la entrega de una medalla de oro a Bachelet, Barrick Gold había obtenido el último permiso para comenzar a operar en Pascua Lama.
La engañosa “nueva mayoría” de Michelle Bachelet pretende posicionarse como una alternativa rejuvenecida frente a la historia de incompetencia política de la Concertación, incapaz de proteger por tantos años los recursos naturales de Chile frente al voraz apetito de las oligarquías transnacionales.
Durante su gobierno “progresista”, Bachelet no vaciló en instalar a la periodista Karen Poniachik como ministra de Minería y Energía, pese a que ésta representara los intereses del Council of the Americas al haberse desempeñado como Directora de Programas Empresariales de esa entidad entre 1995 y 2000.
Teillier, en calidad de testigo del lobby de Barrick, no puede desconocer esta realidad.
Los neoliberales se repiten el plato
Para relanzar su carrera presidencial, Bachelet ha recurrido a colaboradores antiguos: Rodrigo Peñailillo, quien fuera su jefe de gabinete hasta el término del mandato, como secretario ejecutivo de la campaña; y Alberto Arenas, quien trabajara junto a Andrés Velasco en el Ministerio de Hacienda, como jefe de programa.
En 2006, Arenas colaboró con Velasco en la formulación de la “reforma previsional” de Bachelet, que según el economista y ahora candidato Marcel Claude, aumentó “las obligaciones de los trabajadores, marginando de responsabilidad a las AFPs” y dejando incólume el lucrativo negocio de éstas.
El programa económico de la pasada administración de Bachelet fue abiertamente elaborado por los intelectuales neoliberales de la Fundación Expansiva, que hoy preside el candidato “independiente” apoyado por George Soros, Andrés Velasco. Participante de esta organización que recibe dinero de las fundaciones Ford y Tinker es la periodista Karen Poniachik.
También se suma el economista Dante Contreras, miembro del directorio de Expansiva y personalidad que integrará el equipo asesor de Bachelet en educación.
El 1 de abril de 2013, Bachelet aseguró que “el primer proyecto que voy a enviar al Congreso va a ser para poner fin al lucro y avanzar en la gratuidad de la educación en todos sus niveles”. Exactamente una semana después, la ex mandataria señalaba que “no sería justo que a mí el Estado me pagara la universidad de mi hija”.