Durante el mes de enero, la obra Chile bi200 se adjudicó el titulo de la obra de teatro más vista de 2009 hasta la fecha. Con un trabajo de investigación de más de un año, el connotado director Ramón Griffero, pone en escena cuatro obras de teatro escritas por dramaturgos chilenos del siglo XIX, que vienen a ser un justo homenaje a los 200 años de creación artistica en nuestro país. Enmarcadas en una atmósfera atemporal y moderna, está siempre presente la inclusión de utilería y la modificación del escenario por parte de los mismos actores, lo que genera un espacio de extrañamiento inicial, pero que funciona como claro manifiesto del carácter político del montaje.
Desde este espacio es que nos embarcamos en cada una de estas cuatro obras. La primera es “Camila, la patriota de sud-américa” de Camilo Hénriquez (1817). Pieza romántica en su máxima expresión, refleja la pasión de su dramaturgo de haber vivido el espíritu independentista de comienzos del siglo XIX. Es interesante considerar el hecho de que su autor formó parte de la primera junta nacional de gobierno. Es desde las vivencias del nacimiento de la república, que se expone en esta obra el sueño de una América soberana e impulsada por los comunes ideales de emancipación de sus pueblos.
Luego nos adentramos en “La independencia de Chile” (1853). Escrita por José Antonio Torres, un apasionado por los hechos acontecidos en el nacimiento de este país. La obra relata momentos de efervescencia, miedo y honra en los ultimos momentos de la reconquista, desde Cancha rayada a la batalla de Maipú. Notable en el escenario resulta la interpretación de un bravo Manuel Rodríguez por el actor Omar Morán. Especial también es la aparición de una carta que dirige el autor a su amada luego de la presentación de la obra en un teatro de Valparaíso.
La tercera pieza es “La batalla de Tarapacá” (1883) de Carlos Segundo Lathrop. Cuenta las inclemencias de la guerra del pacífico y el modo en que se refleja el carácter de los miembros del segundo de línea a mando de Eleuterio Ramírez. Encontrándose perdidos en medio del desierto, veremos las razones (y sinsentidos) que impulsaban a los distintos miembros del cuerpo de batalla a seguir adelante y a dar su vida finalmente por ellos.
Dentro de los textos trabajados, destaca de sobremanera el último. “La republica de Jauja” (1899) del escritor Juan Rafael Allende, máximo exponente del género satírico en el chile del siglo XIX. Firme partidario de la libertad política y la justicia social, se inscribe en Chile bi200 con una pieza que no tiembla al ridiculizar a todas las instituciones, grupos y personas que ostentaron algún grado de poder e influencia en la sociedad de la época. Irónico, al igual que su obra, resulta el hecho de que tras haberse opuesto en primera instancia al gobierno de Balmaceda, pasa a convertirse en fiel partidario del programa del presidente, al punto de que al fin de la guerra civil del 91, fue capturado y llevado frente al pelotón de fusilamiento. Afortunadamente para él, una orden de ultimo instante le salvó la vida. Luego de ello, se exilió, para terminar sus días de vuelta en Santiago pobre, olvidado y con la cruel sensación de haber “sido víctima de las hostilidades y venganzas de todos o de casi todos mis conciudadanos”. “La republica del jauja” es el más fiel reflejo de la administración del poder en este país hasta el día de hoy.
Chile bi200 nos invita a imaginar al público Chileno que compartió estas obras en un contexto tan distante en el tiempo, pero respondiendo al mismo patriotismo que no deja de incitar (y del cual se apoya a veces en exceso). Muchas banderas, muchos viva Chile y un reminiscente nacionalismo termina colmando el aire hacia el final de la presentación. Pero no es un sentimiento efusivo de patriotismo el que nos deja, sino que uno de mirada crítica y que incita a alzar un aplauso al proceso de maduración en la creación de los dramaturgos nacionales. Al observar cómo a medida que avanzó el tiempo, fueron transformándose esos ideales iniciales, por los intereses y la ambición de quienes ostentan el poder, fueron los artistas quienes supieron gradualmente evidenciar y contestar, cada uno a su manera, el crecimiento de este país.
Miguel Soffia Serrano
El Ciudadano