Jesús Faría / Semanario Cuatro F
En Venezuela estamos atravesando una terrible crisis económica: elevadísima inflación, caída brutal de la producción, agudos desequilibrios macroeconómicos… con sus durísimas consecuencias sociales. La raíz de este dramático cuadro son las sanciones imperialistas, que han impactado gravísimamente todas las variables económicas del país y todos los ámbitos de la nación.
Bajo durísimas restricciones, el Gobierno tiene que generar importaciones, ingresos financieros y recursos materiales suficientes para el crecimiento, el mantenimiento de los servicios públicos, la inversión social (salud, educación, seguridad social…), la protección de los salarios, las inversiones en las industrias básicas, etc.
El Gobierno del presidente Maduro realiza esfuerzos gigantescos por el despliegue de las fuerzas productivas bajo la conducción del Estado y con la incorporación de todos los actores productivos de la nación en función del bienestar social y la estabilidad de la nación.
Entre las medidas más resaltantes, destacan: activación de estímulos a la producción, incluyendo al sector privado; despliegue de la clase obrera a la vanguardia de la producción; políticas macroeconómicas como la liberación de la tasa de cambio para propiciar la entrada de divisas; asociación con el capital privado para reactivar empresas públicas, como lo hizo el comandante Chávez en la industria petrolera; garantizar las inversiones sociales, incluyendo aquellas para combatir la pandemia en medido de graves dificultades fiscales…
Algunos han calificado este rumbo económico de “neoliberal”, de “pacto con la burguesía” y otras extravagancias.
Para comenzar, el neoliberalismo no es una medida en particular y ni siquiera un conjunto de medidas. Es un enfoque de la economía y de toda la sociedad, en el que estrategias económicas, políticas y sociales moldean las estructuras de poder en sintonía con los intereses de las grandes corporaciones, quienes controlan sin contrapeso alguno la riqueza, su distribución y las instituciones de la nación. Asimismo, el Estado se desmonta a su mínima expresión desplazado por el mercado; los patrones culturales se fundamenten abiertamente en la lógica del capital, etc.
Es una verdadera ridiculez afirmar que en el país se encuentra en marcha un proceso de esa naturaleza.
Podríamos preguntarnos en condiciones cruciales para sus pueblos: ¿Qué hizo Lenin después de la invasión imperialista a la Rusia soviética? ¿Qué hizo el PC chino después de la Revolución Cultural? ¿Qué hizo el PC de Vietnam para superar los destrozos de la espantosa agresión yanqui? ¿Qué ha hecho Cuba para avanzar en medio del bloqueo genocida? Actuaron con audacia, con creatividad para dar respuesta a problemas concretos de sus pueblos. No se detuvieron en dogmas, avanzaron sin abandonar la perspectiva socialista y sobre la base del poder de la revolución.
Una de las tareas claves de la agenda política nacional consiste en estabilizar la economía y recuperar la producción en un escenario de heroica resistencia frente a la arremetida imperialista. Crear riqueza en función del bienestar del pueblo y desarrollar la producción para consolidar la soberanía, no se logrará con consignas o un libro de fórmulas. Lo alcanzaremos con hechos concretos tomando en consideración las condiciones reales, llevando a cabo proyectos productivos factibles y viables.