El problema general
En Chile desde el año 2011 a la fecha se encuentra en desarrollo un movimiento social que busca generar cambios en el Sistema Educativo. Este conflicto tiene su génesis en las protestas del año 2006, cuando la “Revolución Pingüina” logró un cambio legislativo parcial que pretendía mejorar la calidad educativa en el nivel secundario. Hoy este movimiento es de amplio alcance en cuanto a los niveles de enseñanza, pues participan estudiantes secundarios/as y universitarios/as, cuyas demandas se relacionan con obtener una “Educación pública, gratuita y de calidad”. Detrás de estas propuestas, hay una profunda disconformidad con la arquitectura y práctica del sistema educacional.
El problema particular
Sucintamente. Kaiser señala que los derechos sociales son una forma de antropofagia social (abuso de unos por sobre otros, mediante la entelequia del Estado), y que la educación es un bien económico que, como tal, debe proveerse de forma individual, pues lo contrario genera una degradación social.
Los discursos en juego
Estamos en frente a un significante (Educación) cuyo conflicto se desarrolla en la hegemonía social de sus significados, a saber; la Educación es un derecho versus la Educación es un bien (bien económico diría Kaiser). Es un conflicto desarrollado al interior del signo Educación, cuyo problema está en la relación de significación del mismo. Este problema se hace evidente al mirar las falencias en calidad y la segmentación social del sistema educativo. Para entender esto, hay que detallar qué hay detrás de cada discurso.
Educación como Derecho; en esta parte del conflicto se encuentran los/as Estudiantes, grupo conformado por secundarios/as y universitarios/as. Este grupo señala que la Educación es un derecho, es decir, que es una posesión (material e inmaterial) beneficiosa que se goza sólo por el hecho de ser (chilen@, persona, ser humano, etc.). Desde este punto de vista la Educación es importante en la medida que contribuye a fines particulares y sociales. La Educación se ve como un mecanismo de movilidad social ascendente y como un mecanismo de justicia social y producción de una masa crítica para el desarrollo socioeconómico y cultural.
Educación como Bien; en este hemisferio del conflicto se encuentra el Gobierno actual como su máximo representante, no obstante, también pueden incluirse algunos partidos de oposición y pensadores como Kaiser. Desde esta perspectiva la Educación es un bien, es decir, un patrimonio que puede ser enajenado, es decir, que es una posesión (material e inmaterial) beneficiosa que se goza por el hecho de tener (dinero, en el caso chileno), el cual puede servir a bienes privados y colectivos. En efecto, al igual que la visión anterior, se considera que la Educación es importante, pues permite mejorar la calidad de vida de la persona que se educa y genera una masa de recurso humano preparado. Se constituye en un patrimonio, en la medida de su utilidad, primero individual y luego social.
En la visión de la educación como derecho, si soy tengo la garantía de acceso y de goce de esta, pero en la visión de educación como bien, sólo si tengo puedo acceder a ella. Esto se operacionalizada mediante el dinero. Si tengo dinero, estudio, de lo contario me espera la ignorancia, pues exigir el derecho de tal, sería, para Kaiser, una degradación social y un abuso individua de mi parte. Lo mismo en el caso de salud, sólo si tengo, vivo (lo ejemplifico, pues Kaiser finalmente habla de la lógica de los derechos sociales a modo general).
En la visión de la educación como derecho, los beneficios sociales y particulares están en el mismo grado de importancia, pero en la visión de la educación como bien, los beneficios sociales son simplemente el agregado de los beneficios particulares. Ver la educación como un bien de impacto individual con proyección a lo social, significa construir un sistema centrado en el individuo, justificándose así políticas de subsidio a la demanda y de cobro de colegiaturas, políticas económicas que aseguran individualmente la educación al que pueda ser capaz de adquirir dicho patrimonio. En cambio, en la visión de la educación como derecho, si el sistema no mejora el estándar de vida de la población, junto con mejorar la calidad de vida de un individuo, entonces el sistema falla.
En la visión de la educación como derecho, los beneficios individuales y sociales son más que el utilitarismo que pueda resultar de ellos, mientras que para la visión de la educación como bien, estos beneficios siempre serán materiales, útiles a otros fines, en su mayor medida al proceso productivo.
Entender a la educación como derecho abre la posibilidad de que sus beneficios sean culturales, relacionales, cívicos, etc. En este sentido, la educación no es sólo un mecanismo de movilidad social, también es una estrategia de integración social y desarrollo de ciudadanía.
No obstante, ambas visiones tienen un alto riesgo de “esencializar” la metáfora de sus discursos en la práctica social, y por consiguiente, en las instituciones que imparten educación. Ambas visiones pueden olvidarse de los beneficios de la educación e imponer la lógica del derecho por el derecho o el bien por el bien. Existe un alto riesgo de defender estos discursos obviando sus consecuencias prácticas. El riesgo es por tanto “educar por educar”. En este sentido, la visión que determina que la educación es un bien, está justamente situada en el error citado, puesto que hoy en día no se garantizan la emergencia de los beneficios privados de la educación y menos la acumulación de beneficios sociales. El sistema educativo organizado bajo esta visión “educa por educar”, sin asegurar que tenga alguna utilidad social e individual. Por tanto, al menos correspondería probar si la metáfora de educación como derecho podría no caer en este error.
En la institucionalización de la educación como bien, es relevante una fecha, el 11 de septiembre de 1973, día en el cual ocurrió el Golpe de Estado, estableciéndose en Chile un Régimen Militar. Obviando el análisis politológico de este acontecimiento, este hecho es relevante en la medida que inició un profundo cambio sociocultural, caracterizado por la represión de discursos contrarios al nuevo régimen y la implementación de políticas económicas neoliberales, las que mercantilizaron una serie de servicios públicos, entre ellos la Educación.
Bajo el Régimen Militar, en 1980 se implementó una reforma al sistema educacional, basada en la municipalización y la introducción de lógicas de mercado en este ámbito. Este sistema se naturalizó, generando la sensación que la educación efectivamente es un bien, es más, es un bien exclusivo, útil sólo para algunos/as y relativamente útil a nivel social (la ideología de Kaiser se impuso por tanto a través de las armas y no de la argumentación social colectiva). En este sentido, una eficiente política económica y una fuerte represión, borraron el origen artificial de esta visión.
La construcción del discurso de la educación como derecho, puede explicarse, en primer lugar, por la sencilla razón de saber que no siempre (la educación) fue considerada como un bien, factor donde la memoria histórica juega un rol preponderante (ejemplo la Constitución de 1833 manifestó que “La Educación Pública es una atención preferente del Gobierno”; En 1925, la Constitución establece la Educación Primaria como obligatoria; En 1927 se crea el Ministerio de Educación. En 1938, Pedro Aguirre Cerda y su “Gobernar es Educar” da un fuerte impulso a la creación de escuelas y formación docente, etc.). Sólo desde el Golpe de Estado de 1973, el Estado adquiere un decidido rol subsidiario, facilitando el camino al establecimiento del Mercado como proveedor de bienes y servicios. Un derecho social (perfectible en dicha época, por cierto) se convirtió en bien bajo el impulso de la pólvora.
En segundo término, está la existencia de sistemas alternativos. En efecto, en Latinoamérica la regla común es un sistema educativo financiado por los Estados, tal es el caso de Brasil y Argentina, países con los que habitualmente se compara a Chile. Estos países cuentan, como ejemplo, con un sistema de Educación Superior gratuito (ello no obsta a la necesaria corrección de falencias de estos sistemas). Estos sistemas se mantuvieron pese a los golpes militares sucedidos en estos países bajo la Doctrina de Seguridad Nacional, que por los años 60, 70 y 80, dominó el escenario latinoamericano. Asimismo, la Globalización nos muestra que somos uno de los países más mercantilizados en educación. Saber que la mayor parte del mundo, no ha mercantilizado la educación, o al menos la ha protegido, es un aliciente para poder cuestionarse la razón de que nuestro sistema sea tan distinto.
En tercer lugar, un contexto democrático. La mayor parte de los y las estudiantes movilizados/as, por no decir el 100% de ellos, crecieron bajo un contexto democrático. Son los denominados “hijos e hijas de la democracia”, una nueva generación “libre” del miedo a disentir. Esta generación es indiscutiblemente distinta a la que expresaba la conocida frase de “no estoy ni ahí”. A esta generación le importan las cosas, y más profundamente, no se conforma con un aparente estado natural del sistema social. En la perspectiva de Kaiser, la educación como bien económico, por lo tanto individual, es naturalista y esencialista, refiriendo para ello una simple fase “la educación calza con esta definición”, cuando define someramente lo que es un bien económico, lo que no impide su necesaria generación y distribución colectiva o estatal. Kaiser, hace creer que un bien económico no puede ser provisto por el estado, lo que es una falacia.
En cuarto lugar, el impacto de las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC). Esta generación creció en un contexto material de mayor abundancia, conectado con las “redes sociales” impulsadas por las TIC, dispuestos a organizarse más allá de las estructuras tradicionales de representación ciudadana (partidos políticos). Es una generación extrañamente acéfala en términos convencionales, se organizan espontáneamente mediante medios como Facebook y Twitter, expresan sus opiniones en muros digitales, blogs. etc. Es una generación que cuenta con un Mundo que les sirve de ejemplo y medios que les sirven para expresar su opinión “baipaseando” la estructura política tradicional.
En quinto lugar, la existencia de deudores educacionales. Existe un grupo de estudiantes que no necesariamente cree que la educación es un derecho, sino que adhiere al Movimiento Estudiantil porque sus prerrogativas como consumidor de educación fueron vulneradas (coincidiendo en parte con Kaiser). Este grupo lo conforman aquellos que siendo estudiantes relacionados con universidades o colegios, pasaron a ser clientes de empresas educativas, para luego convertirse en deudores de bancos. En este grupo se incluyen a personas de estratos medios y altos que pagan la educación, y también a personas de estratos socioeconómicos bajos, que reciben becas que no cubren los aranceles reales, generando una brecha que deben pagar con Fondo Solidario de Crédito Universitario o con Crédito con Aval del Estado. Este conjunto, tal vez no coincide en lo profundo de las reivindicaciones, pero si coincide en la necesidad de que el sistema no puede seguir igual. Es decir, que dentro de este grupo hay quienes conciben la educación como derecho y/o como bien, y que se unen al movimiento por el impacto que les generó el sistema en sus presupuestos, creyendo que ya sea un derecho o un bien, el estado debe intervenir en su asignación.
En sexto lugar, existe una incongruencia transgeneracional del discurso sobre la educación. Quienes crearon el sistema como actualmente está en uso, se educaron en un periodo que concebía a la educación como derecho. En efecto, previo a las reformas de 1980, la educación estaba fuera de las leyes del mercado, pero luego los economistas formados gratuitamente en la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile, posgraduados en EE.UU., transportaron las lógicas de mercado a la mayor parte de los servicios estatales. Implantaron la educación como un bien, cuando ellos disfrutaron de la educación como un derecho. Esta inconsecuencia genera un profundo rechazo en el Movimiento Estudiantil que exige los derechos que generaciones previas, instaladas hoy en el poder, tuvieron.
El punto muerto de las negociaciones
Una de las frases más recurrentes en ambos sectores (Estudiantes y Gobierno), es la que señala que “se está de acuerdo con el diagnóstico, pero no con las soluciones”. Se entiende que la educación es importante a nivel personal y social, y que no se han obtenido los resultados esperados. El punto a discusión va en dos direcciones, la primera es la concepción de la educación, ¿es un derecho o un bien?, y la segunda es consecuencia de la resolución de la primera disyuntiva, ¿es un problema de diseño del sistema o es un problema de implementación? Ambos discursos coinciden con la disparidad en calidad que existe dentro del sistema, pero no coinciden en la necesidad de eliminar la segmentación y en la mayor participación estatal. Se está en un punto muerto, porque los discursos son distintos, miran la misma problemática, pero ven distintas causas y soluciones.
Posibles consensos
Sin afán de convertirse en un solución ideal, es posible salir del conflicto eliminando la dicotomía entre derecho y bien (dicotomía de la que Kaiser se toma). Esto es posible incorporando el discurso que señala que “la educación es un medio y no un bien, ni un derecho en sí mismo”. Es un medio en la medida que sirve a fines públicos e individuales. Estos fines pueden ser bienes materiales, como también inmateriales, con efectos sociales e individuales. Por tanto, si el sistema genera “daños colaterales” debe evaluarse como negativo. Si el educando no recibe una correcta habilitación laboral, el sistema falla, y si el sistema rompe la estabilidad social, el sistema falla.
La visión de la educación como medio es compatible con la visión de la educación como derecho y también con la visión de la educación como bien. Por ejemplo, medio y derecho pueden dialogar, ya que se puede entender que la necesidad de generar beneficios sociales y particulares, es un derecho de la sociedad y de las personas, mientras que bien y medio, pueden dialogar entendiendo a la educación como un “bien público”, es decir, un bien que dentro de las lógicas de mercado sea cubierto por el Estado. De esta manera, se pone el acento en la función social e individual de la educación, al mismo tiempo de romper con la posesión individual de la misma, transformándola en un activo colectivo. Por ello, si el sistema no logra que la Educación sea un bien productivo, el sistema falla, y si no logra que sea un derecho con consecuencias sociales y personales positivas, el sistema también falla. Kaiser hace creer que convirtiendo a la educación en un bien económico se genera una incompatibilidad de provisión colectiva de tal bien, lo que no es cierto, pues un bien económico puede ser provisto socialmente atendiendo a la naturaleza de sus beneficios sociales e individuales. Por lo tanto, no se trata de que unos abusen de otros, se trata que tanto la sociedad como los individuos que la conforman vivan mejor gracias a los beneficios de una educación amplia en calidad y cobertura.
La solución al punto muerto descrito, pasa entonces por reconocer los discursos en disputa; reconocer qué discurso está estructurando el sistema; cuáles son las criticas fundamentales realizadas al discurso hegemónico; y como propuesta, elaborar un discurso alternativo de educación como medio, cambiando el eje del conflicto en la relación de significación del signo, lo que permite un complemento de visiones, que permite sobrepasar el problema de desconectar la educación de las necesidades sociales e individuales, problema latente en la visión de educación como derecho y patente en la visión de educación como bien, que fervientemente defiende Kaiser.
Epílogo
La educación, puede constituirse en la estrategia más efectiva para lograr la equidad, el desarrollo humano y la justicia social. Pero ¿quién debe garantizar estos efectos? La respuesta se mediatiza en función de cómo se conciba la educación, ya sea como derecho humano o como bien de consumo.
Entonces, ¿qué es la educación?, ¿es un bien, un derecho, un fin en sí mismo o un medio? Para el autor, la educación es un medio que sirve a fines sociales e individuales, por lo cual se constituye en un derecho. La introducción de lógicas de mercado en su asignación ha provocado que se conceptualice como un bien transable en base al dinero y en un fin en sí mismo, desconectado de las necesidades de desarrollo productivo del país, y fuertemente segmentada en clases sociales.
No obstante lo anterior, para que el conflicto estudiantil se solucione, si no se logra re-construir el discurso de la educación como derecho, al menos es necesario que sea considerada como un medio traducido en un bien público, y no como un bien de consumo individual. Es decir, que sea garantizado por el Estado, poniendo atención a las consecuencias sociales e individuales del proceso educativo, donde las interrogantes económicas (qué, cómo y para quién producir educación) sean resueltas por el conjunto de la sociedad.
Finalmente, y respondiendo al señor Kaiser, se establece que aunque la educación puede entenderse como bien económico (si se atiende a la básica yuxtaposición de términos empleada por el mismo), no significa que el Estado no deba intervenir, pues sus beneficios (de la educación) son tanto personales como individuales (observación: que el estado garantice un derecho, no significa una sólo forma de administración). Por lo cual, un bien económico puede perfectamente estar traducido en un derecho social, en la medida que beneficia al conjunto de la sociedad, y no es, como Kaiser señala, una forma de abuso de unos por sobres otros, sino que es un forma de beneficio mutuo tanto en el nivel individual (movilidad social ascendente, por ejemplo) como colectivo (identidad social, cohesión, desarrollo productivo, inventiva, etc.). Un bien económico se puede representar en un bien público garantizado que permita a todos tener la oportunidad de beneficiarse de tal. Para Kaiser ello es inconcebible, pues entiende que sólo las personas con dinero pueden disfrutar de los beneficios de la educación. Ello, y no el derecho social, constituye un forma real de abuso de unos por sobre otros, traducido en generar barreras para que nadie más alcance lo que yo tengo (competencia dispareja). Por lo tanto, señor Kaiser, permita primero igualar la cancha, únicamente luego de ello sería ético competir.
Los derechos sociales (como la educación y la salud) no son una forma de abuso de unos por sobre otros, son un forma de ayuda de unos a otros, entendiendo que la masificación de tales redundará en un mejor vivir colectivo y personal (menos mortalidad y morbilidad en el caso de la salud, o mayor productividad y desarrollo científico, en el caso de la educación). Son necesarios en esta entelequia llamada Sociedad, pues la entelequia llamada Mercado no da el ancho para aprovechar al máximo estos potentes beneficios. Asimismo, y más allá del utilitarismo que resulta de estos derechos sociales, junto con tener la posibilidad para utilizar el mérito individual en favor de la satisfacción de las necesidades, se requiere la generación de certezas o mínimos. Ello le otorga un factor de dignidad a cada miembro de la sociedad. Certezas individuales, con frutos sociales en beneficio de todos. Lo contrario sería inmoral, pues implicaría fomentar la ignorancia, reproducir la pobreza y empujar a la muerte a los carentes de recursos financieros.
Señor Kaiser, si en el nivel individual, su familia fue solidaria con usted al darle la educación que tiene y las bases de la posición que ostenta, no cree que la sociedad pueda hacer ello con todos sus miembros. Permita entonces que la sociedad replique este ejemplo familiar básico y cree las estructuras para que todos (usted y yo incluidos) disfrutemos del desarrollo científico, económico, social, artístico, etc., que venga de la mano de un ser humano educado.
Por Juan Aspeé Chacón
Trabajador Social, Universidad de Valparaíso